- ¿Estás segura de eso? – Alan parecía de pronto muy
nervioso.
- Sí, estoy segura. He oído su voz. Me dijo que… que me
encontraría. ¿Por qué? Yo pensaba que estaba desaparecida después de… bueno, de
lo que pasó.
Miré a Alan en busca de respuestas, pero él parecía tan
confuso como yo. Se levantó de golpe y me tendió la mano para que le siguiera.
Vino a mí la imagen del desconocido que me había perseguido por el bosque. Él
también me ofreció su ayuda, ¿por qué entonces iba a confiar en Alan? “Porque
le puedes deber la vida y ya es hora de ir saldando deudas”, me respondí a mí
misma. Agarré con fuerza su mano y me condujo hasta la cocina, donde me obligó
a sentarme en una de las sillas.
- Necesitas comer algo.
Antes de siquiera poder despegar mis labios para decirle
que mi estómago se había cerrado por completo, empezó a sacar unos taperwares de la nevera y calentar su
contenido en el microondas. Después, sirvió la comida en un plato y me lo
ofreció. Se trataba de lentejas (supuse que eran lentejas) con tropezones de
carne y algo de color verde… No muy apetecibles.
- ¿Tú no vas a comer? – le pregunté a Alan.
- No. Yo ya he comido fuera. – ¡Menuda suerte! Yo en
cambio, tuve que tragarme con esfuerzo el líquido espeso que formaban las
lentejas desechas, bajo su estrecha vigilancia. Al menos, no sabía muy mal y mi
estómago estaba contento de digerir algo para variar.
Entre bocado y bocado, miraba de reojo a Alan, quien había puesto los codos sobre la
mesa y se masajeaba las sienes en un gesto de concentración. Cuando al fin me
tragué hasta la última gota de las lentejas, abrió los ojos y me miró. A su
vez, yo desvié la vista, incómoda por la situación.
- Sheila, sé que ya te lo he preguntado pero, ¿estás
completamente segura de que era Karen Sword?
- Sí. – contesté molesta. Ya lo había dejado
suficientemente claro. ¿Por qué desconfiaba de lo que había visto u oído? Había
escuchado perfectamente la voz de Karen y su promesa de encontrarme. Incluso
podía imaginarme la cara que habría puesto al decirlo. Sí, no era muy difícil
adivinar que hubiera alzado las comisuras de los labios en una media sonrisa
enmarcada con la frialdad de sus ojos aguamarina.
- Eso es un problema.
Se levantó de la silla y empezó a andar de un lado a otro
del piso. El silencio se instaló entre nosotros, tenso y creador de una
distancia insalvable entre ambos. Sólo los pasos de Alan conseguían mantenerme
despierta, como si fueran el segundero de un reloj antiguo. Tic, tac. Aun así,
tampoco habría podido dormirme por mucho sueño que tuviera. Karen podría volver
en cualquier momento. Sabía de sobra que si se había propuesto encontrarme,
nunca abandonaría su empeño por conseguirlo. Así era Karen de cabezota. Pero,
¿por qué tenía miedo de que lo hiciera? No iba a hacerme nada, ¿no? Tal vez,
quisiera hablar conmigo y nada más. Sin embargo, algo me decía que no quería
solo hablar. “Te encontraré Sheila Johns”. Sus palabras se repetían en mi
cabeza. Sonaban tan frías y amenazantes… Además, nunca había visto a Alan tan
inquieto. Siempre parecía muy seguro de sí mismo a la vez que tranquilo, nada
que ver con el joven que recorría la habitación una y otra vez con la mirada
perdida y los brazos cruzados, trastornado por la visita de la supuestamente
desaparecida Sword.
- Esto es serio. No pensaba que fueran a encontrarnos tan
fácilmente.
Yo ya estaba bastante confusa, pero sus palabras me
desconcertaron bastante.
- ¿Quiénes? – Alan me miraba desde el comedor como si no
terminara de creerse que hubiera preguntado tal cosa. Después, reanudó su paseo
más deprisa que antes. Me estaba mareando, así que salí de la cocina y me
planté frente a él con la intención de pararle. - ¿Quiénes? – Quiso apartarme,
pero agarré su mano y le obligué a mirarme a la cara. Era la viva imagen de la
preocupación, con sus ojos sin brillo, las arrugas marcadas de la frente,
incluso le temblaban las manos.
- Tengo que llamar a Victoria. – dijo.
Y se marchó por la puerta principal, dejándome plantada en
medio del saloncito. A mi espalda, la cocina parecía un objetivo muy lejano si
Karen volvía y necesitara empuñar una sartén, pero tampoco tenía la voluntad
suficiente como para moverme del sitio.
- ¡Te lo dije, Alan! Pero no… Para qué vamos a hacer caso a
la loca de Victoria, ¿verdad? ¡Mira en el lío en el que me has metido! ¡¿Nunca
escuchas lo que te digo o qué?!
- ¡Vale, Victoria! Lo he pillado. – Y la puerta se abrió
para dar paso a ambos.
La gruñona seguía con el mismo vestido que por la mañana,
pero había cambiado sus zapatillas por un par de sandalias rosa chicle
igualmente horrorosas. La mujer estaba muy enfadada y no dejaba de insultar a
Alan de todas las formas posibles, aparentemente sin darse cuenta de que yo
existía. Alan, por su parte, se había sentado en el sofá y volvía a masajearse
las sienes, ignorando los comentarios de la gruñona profesional. Sabía que
había muchas cosas que desconocía y que hacían que Alan se preocupara de esa
manera. Debía haber alguna relación entre estar allí y Karen y su búsqueda;
pero no iba a conseguir averiguarlo si la gruñona no dejaba de gritar como una
loca. Alan debió pensar lo mismo porque se volvió a levantar y se encaró a la
mujer.
- ¡Ya está bien, Victoria! Comprendo que estés cabreada
conmigo, pero así estamos perdiendo el tiempo. Así que siéntate o vete, pero no
me culpes de tus decisiones – Habló con tanta calma como pudo, pero estaba
claro que se estaba conteniendo para no decir barbaridades mayores.
Victoria no pareció sorprenderse por sus palabras,
pero mantuvo la boca cerrada, lo que ya era un logro. La tensión era palpable
en el ambiente y crecía con el paso de los segundos. Victoria seguía mirando
fijamente a Alan y él, a su vez, sin moverse ni un ápice. Al final, la gruñona
se giró hacia mí. Retrocedí un paso, temerosa de lo que fuera a hacer la mujer;
pero esta dirigió sus pasos hacia la puerta y salió del piso dando un sonoro
portazo. Alan dio suspiro, dejando escapar todo el aire que probablemente había
retenido durante el enfrentamiento, y se dejó caer en el sofá. Me acerqué poco
a poco y tomé asiento a su lado. Había tomado una decisión, por mucho miedo que
me diera afrontarme a mis pesadillas, Alan tenía que saber qué había pasado desde que dejé la mansión un día de mayo marcado por la fatalidad.
OH DIOS ! quiero respuestas no entiendo nada, yo nunca confié en Karen, siempre me pareció una arpía y una mala persona...
ResponderEliminarpobre Sheila no puede ser feliz con Alan y punto, no ya tenia que aparecer la malvada de Karen. A LA HOGUERA KAREN! por arpía y bruja y el padre de Sheila porque lo odio, jaja
Un besote grande, Lucia
El domingo puede que lo entiendas un poco mejor ;) La odiosa Karen a la que nadie cae bien ha vuelto! XD Todavía no voy a matarla. Puede que la necesitemos un poco más adelante ;)
EliminarUn beso
BESO BESO!! BESO BESO!! Yo aquí a lo mío, ya que no veo a Cerecilla muy dispuesta a dar el coñazo con los besos, lo doy yo! Además, ya sabes lo que quiero que pase! Jajajaja BESO BESO! BESO BESO!
ResponderEliminarsí, sí que sé lo que quieres que pase jaja Está bien que me lo vayas recordando porque mi memoria es de las peores, pero te aseguro que no me voy a olvidar de que puedan tener su pequeño momento Alan y Sheila
EliminarUn beso para ti :)