viernes, 31 de agosto de 2012

Capítulo 32

Hoy os traigo... *redoble de tambores* ¡¡¡ración doble de capítulos!!! :D El segundo, lo publicaré esta tarde-noche. Mientras tanto, os dejo con el 32. Espero que os guste y de que el final os sorprenda ;)
Por otra parte, tengo noticias. El próximo domingo día 2 de septiembre, publicaré las normas del nuevo concurso de mi blog. Aún tengo que ultimar detalles para que no me pase como la última vez y tenga que estar cambiando las normas una y otra vez.
Bueno y esto es todo lo que tenía que deciros esta mañana. Un beso a todos.








Por el camino, no desvió ni un solo segundo sus ojos de mí mientras fruncía el ceño, haciendo que pareciera menos guapo de lo que, en realidad, era.

- Puede que tú no me conozcas a mí, pero te puedo asegurar que yo sé quién eres.

- No puedes… - empecé a decir antes de que él me interrumpiera.

- Sí que puedo. – Noté cierto tono de tristeza en su voz, aunque no pude saber por qué había pronunciado esas palabras. ¿Ocultarían un significado que a mí se me escapaba? Lo más seguro era que sí, por lo que me limité a guardar silencio mientras cruzábamos la puerta del comedor y Alan me dejaba tumbada sobre el sofá. Después, se acercó a mí y me quitó la zapatilla del pie izquierdo, junto con el calcetín. Aguanté las ganas de exigirle que parara cuando empezó a tocar la zona inflamada. No tenía buen aspecto.

- Mierda. Debí darme cuenta ayer. – oí que susurraba, más para sí mismo que otra cosa.

 Se separó de mi lado para empezar a rebuscar por los cajones de la cocina y de la nevera. Unos minutos más tarde, volvió con un trapo lleno de cubitos de hielo, el cual colocó con mucho cuidado sobre mi tobillo. El frío penetraba en mi piel y aliviaba el dolor como sólo el hielo sabe hacer en estos casos. Suspiré aliviada por dejar de sentir mi articulación por unos minutos y volví la vista hacia Alan que seguía ejerciendo presión con el trapo.

- ¿Te duele algo más? – me preguntó. Tuve que cerrar los ojos para concentrarme en su pregunta, ya que si le miraba las ideas se enredaban sin sentido en mi cabeza. Cuando estuve segura de que no me había dejado ni un solo recoveco sin recorrer, abrí los ojos para enfrentarme a la mirada expectante del mayordomo.

- No, estoy bien. – No era del todo verdad, pues el cuello a veces me dolía cuando hacía movimientos bruscos, al igual que las costillas; pero no iba a reconocerlo delante de él. Podía seguir teniendo parte de mi orgullo intacto.

- Vale.  – y volvió a dirigir la vista hacia mi tobillo para empezar a vendarlo. Pasamos así un par de minutos, hasta que Alan dio por finalizada su tarea como curandero. Me incorporé, ignorando los pinchazos de mi torso y le arrebaté de las manos el trapo con hielo. Alan asintió una vez con la cabeza y se levantó del sofá. – Mantén el pie en alto. Te ayudará. Tengo que irme, pero volveré dentro de unas horas. No abras a nadie.

- ¿Eso es una orden? – pregunté molesta.

- Tómatelo como quieras. – Su risa me pilló desprevenida y se me olvidó por completo que un mayordomo me había dado una orden directa como si nada. Aunque, claro, si estábamos fuera de la mansión, él ya no era un mayordomo. ¿Y yo? ¿Qué era fuera de la mansión? ¿Sheila Johns, adolescente repudiada sin hogar?

Alan abandonó el saloncito con mucha prisa, dejándome sola. A principio, pensé en ver un poco la televisión, ya que no me estaba permitido verla en la mansión; sin embargo, ninguno de los canales que sintonicé en la caja tonta me pareció entretenido. Al final, mi padre iba a tener razón en una cosa: la televisión era una pérdida de tiempo. Así pues, me levanté del sofá y fui hasta una de las estanterías para ojear los libros que descansaban en ella. Había varias novelas con pinta de ser clásicos de la literatura y otros tantos ensayos científicos acerca de temas varios. La historia se repetía en el resto de estanterías, así que me fijé de nuevo en las fotos. Sus marcos eran pequeños y sencillos, normalmente compuestos por un junquillo negro. En todas ellas, aparecían personas que sonreían al objetivo. A veces, en parejas, otras con figuras solitarias o grupos bastante numerosos; aunque siempre con un elemento en común: Yolanda salía en cada una de ellas. Me paré en la fotografía que había captado mi atención antes del desayuno, aunque no se diferenciaba en nada del resto. En ella, Yolanda posaba junto con un joven más alto que ella y de pinta atlética. Al igual que Yolanda, su pelo era pelirrojo, lo que me hizo suponer en un principio que fueran familia. ¿Tal vez hermanos? Ambos iban muy bien vestidos y miraban embobados al objetivo de la cámara. El fondo pertenecía a una especie de salón abarrotado de personas que bailaban o charlaban en grupitos. ¿Qué se celebraría en ese salón que fuera tan importante como para inmortalizarlo en esa foto?

De repente, alguien forcejeó con el manillar de la puerta desde el exterior. Volví a colocar con sumo cuidado la fotografía en su sitio y me alejé de la puerta en completo silencio. No podía ser Alan, pues solo hacía unos minutos que había salido. Quizá fuera la gruñona, pero no iba a quedarme parada en el comedor para averiguarlo. Me deslicé hasta la otra habitación del diminuto piso y cerré la puerta tras de mí. Me encontraba en un dormitorio ocupado por una cama individual, una mesita de noche y un armario. Por lo que veía, quien hubiera decorado ese piso o no tenía mucho dinero o le gustaba lo práctico más que lo estético. Pegué la oreja a la puerta, intentando escuchar el interior del piso. Fuera aún seguía el forcejeo de la puerta y, de pronto, un chasquido. Estaba dentro. Las pisadas pertenecían a una sola persona y llevaba tacones. Estaba recorriendo el comedor de punta a punta y se dirigía a la cocina. Su próximo paso sería entrar en la habitación. Se acercaba. Tenía que hacer algo. ¿Esconderme? ¿Defenderme? ¿Huir? Me coloqué junto a la puerta. Si al menos hubiera cogido una sartén… El manillar bajó y la puerta se abrió con mucha lentitud. Las bisagras chirriaron al son de una música tétrica. La luz del comedor proyectaba la alargada sombra del intruso en el suelo. Mi cuerpo quedaba oculto por la puerta y me tapé la boca con ambas manos para evitar gritar, aunque nada podía hacer para calmar los latidos alocados de mi corazón. La silueta se movía por el dormitorio. Abrió el armario y lo cerró sin hacer apenas ruido ¿Me estaría buscando? El intruso (o mejor dicho, la intrusa) salió de la habitación sin percatarse de mi presencia. No me atreví a moverme de mi posición hasta que hubieron pasado varios minutos después de oír cómo se cerraba la puerta principal de nuevo. Sin embargo, antes de eso oí cómo alguien decía:

- Te encontraré, Sheila Johns.

 Tuvieron que pasar algunos más para que mi pulso volviera a la normalidad. Aun sabiendo que no había nadie en el piso, preferí quedarme en el dormitorio mientras me abrazaba a mis piernas y me mecía suavemente adelante y atrás. Adelante, atrás. Adelante, atrás. Así me encontró Alan cuando volvió horas más tarde. ¿O habían sido días? No lo sabía con exactitud.

- ¿Qué ha pasado, Sheila? – me preguntó en un susurro muy cerca de mi oreja. Estaba sentado a mi lado, pero yo tenía la vista fija en un punto de la pared opuesta y no contestaba a su pregunta por muchas veces que la hubiera pronunciado. Alan se colocó frente a mí, tapándome mi campo de visión. Aunque daba igual porque yo seguía sin contestarle. - ¡Sheila! – Empezó a zarandearme suavemente y luego, con más fuerza.

- Estaba aquí. – contesté al fin también en susurros. Le miré a los ojos, los cuales escrutaban cada uno de mis movimientos. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. – Estaba aquí.

- ¿Quién?

- Entró por la puerta y… yo…yo…

- Ya estoy aquí, ¿vale Sheila? – Su voz no lograba tranquilizarme del todo. No era suficiente. “Te encontraré, Sheila Johns”, había dicho la voz de…

- K… Karen ha estado aquí.

2 comentarios:

  1. Uuuuuuhhhhhh la Tita Karen!! Que miedo... Ahora voy a tener pesadillas! Venga, que se besen para quitarle el susto a la pobre Sheila... Besos:) (eso es lo que quiero)

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  2. ¿Eso ha sido irónico Queen A? XD Es que no me ha quedado muy claro... Bueno no importa. No creo que un beso le ayude a aclarar las ideas ;) Paciencia. sé que lo estáis esperando y no os quiero defraudar, pero aún es pronto. Dadme unos capítulos más porfi :(
    Un beso

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