-
¡Sheila, espera! – exclamó Claudia. Venía acalorada por la carrera y algunos
mechones se habían salido de su extraño recogido. Vestía pantalones cortos y
una blusa blanca vaporosa, nada apropiada para el frío de esa noche. Se movía
inquieta, como si no supiera muy bien qué hacer una vez alcanzada mi posición.
Al final, me abrazó y yo le devolví el abrazo. – Siento mucho lo de antes, en
serio. Es sólo que… no sé. Las cosas han cambiado mucho y… ¡Me alegro mucho de
verte!
- Yo también, Claudia. – Y no era
mentira. La había echado de menos; sin embargo, aún perduraba en mi memoria sus
palabras a través del telefonillo y mi sonrisa desapareció de mi rostro llevada
por el viento. - ¿Qué me he perdido, Claudia?
Conocía de sobra lo que le gustaba
hablar sobre sí misma y así, tal vez, descubriría por qué mi amiga no quería
tenerme en su casa. Emocionada, Claudia comenzó a andar por la calle y yo la
seguí a duras penas. Nos sentamos en una terraza de un bar cercano y pidió dos
coca-colas sin preguntarme nada. Las tripas me rugieron de hambre, así que
devoré los frutos secos del aperitivo. Mientras, Claudia hablaba y hablaba sin
que yo la prestara mucha atención, sabiendo que siempre dejaba lo mejor para el
final. Y así fue.
- De verdad que no sabes cómo
siento todo esto, pero no podemos hacer nada por ti. Simplemente, no podemos.
Lo siento, lo siento, lo siento.
- ¿Por qué dices eso? ¿Ha pasado
algo malo? – Ella desvió la vista, dándome la razón sin necesidad de expresarlo
con palabras. Me ocultaba algo. – Venga, Claudia. Puedes contarme lo que
quieras.
- Lo sé, pero… esto es distinto.
O sea, más peligroso. Nos pidieron que no te ayudáramos y…
- ¿Me estás diciendo que ninguna
de vosotras va a ayudarme? – Mi compañera se limitó a asentir con la cabeza y
yo me removí inquieta en mi silla. Las lágrimas desbordaban en mis ojos debido
a la rabia contenida. - ¿Quién os dijo eso?
- No puedo decírtelo. O sea, es
que… no lo sabemos. Lo siento. – se
disculpó por enésima vez. Sabía que me estaba diciendo la verdad, pero nada
tenía sentido.
¿Quién estaría amenazando a mis amigas? ¿A quién tenían
tanto miedo? ¿Estaría mi padre también bajo amenaza? ¿O simplemente me odiaba?
Con mi vuelta a la mansión prohibida, mi única opción se había volatilizado. Nadie
iba a ayudarme.
– Te deseo mucha suerte, Sheila. Cuídate.
Se levantó de su silla y la imité. Tras darme dos besos y
dejar pagada la cuenta, se alejó desandando el camino hasta su portal. Vi cómo
se marchaba paso a paso sin que volviera la vista atrás ni una sola vez. No le
había costado mucho separarse de mi lado, o al menos esa era la sensación que
me había dejado Claudia, pues en pocas ocasione nos nombró a Luz, Laura o a mí
misma. Me alejé de allí, dispuesta a distanciarme de los restaurantes y todas
las tiendecitas que aún seguían abiertas y, de paso, de mi pasado junto a
ellas. Un pasado que alguien me había arrebatado.
No tenía fuerzas para seguir
andando ni tampoco para llorar o desatar mi rabia. Simplemente quería descansar
y olvidar por unas horas que lo había perdido todo. A lo largo de toda la
avenida, había muchos bancos situados bajo la luz de una farola. Eran tan buen
sitio como otro cualquiera para pasar la noche, así que me tumbé en el más
cercano y enterré mi cabeza entre los brazos. El ruido del tráfico, el
incansable ir y venir de gente hablando a gritos y el tintineo de los cubiertos
cerraban cualquier oportunidad para el descanso, pero a mí ya me daba igual. Al
fin y al cabo, ya iba a estar dolorida por estar tumbada allí, iba a seguir
teniendo hambre, echaría de menos a Isabel, a Samanta, a mis amigas y después,
me dormiría con la esperanza de no despertarme jamás. Cuándo y cómo ocurriera,
era sólo cuestión de esperar. Y así lo hice, al menos hasta que las primeras
gotas de lluvia empezaron a caer sobre la ciudad. Hasta ese momento no me había
dado cuenta del frío que hacía. La temperatura había descendido mucho después
de la salida de sol y ahora, con las gotas de agua mojando mis ropas, se
tornaba heladora. La odiaba. Odiaba la lluvia, pero en ese momento no me
pareció importante. Levanté la vista al cielo y contemplé los nubarrones que
ocultaban la luna. Y fue entonces cuando comencé a llorar. Mis lágrimas se
confundían con el agua de la tormenta hasta ser imposible diferenciarlas. Dejé
a un lado el vacío de mi estómago y el resto de exigencias que pedía mi cuerpo.
Sólo quería llorar porque al menos eso no podría quitármelo nadie. Volvía a
estar sola y la tormenta era mi compañera en una noche que para muchos sería
igual que la anterior o la siguiente de una semana sin sobresaltos. Me retorcí
en el banco al recordar de nuevo el rostro de Isabel. Ya nunca más volvería a
verla sonreír. Redoblé mi llanto y la lluvia cayó con más intensidad al oír mi
lamento.
- Hola, Sheila. – me saludó una
voz.
Creí que era un sueño. O tal vez
una pesadilla creada para atormentarme. Un recuerdo para que no olvidara que la
culpa era cada vez más pesada sobre mis hombros. Noté su mano sobre mi espalda
y luego sobre mi cabeza. Tenía la cara apoyada sobre el respaldo del banco por
lo que no pude ver la cara de mi pesadilla. Sólo notaba su mano sobre mí
mientras el silencio solo era interrumpido por la lluvia y mis sollozos.
- Vámonos.
Y sin esperar mi respuesta, me dio la vuelta y me cogió en
sus brazos. No opuse resistencia porque los sueños no pueden herir realmente a
nadie. Tampoco quería despertarme; es más, prefería hundirme en mis propias
pesadillas que afrontar la realidad. Sabía que nos movíamos porque oía las
pisadas de sus botas chapoteando en la acera. Las luces de los letreros pasaban
por mis ojos sin que yo pudiera diferenciar sus letras. Simplemente eran luces
que ponían un poco de color a mis sueños.
De repente, dejé de sentir el rítmico golpeteo de la
lluvia. Abrí los ojos para centrarme en la figura que aún me sostenía en sus
brazos. Me sentía cómoda en ellos, pues me resultaban familiares en cierto
modo. Sin embargo, el pasado estaba ligado a esa familiaridad así que los volví
a cerrar con la esperanza de verlos desaparecer cuando me despertara. El frío
también se había disipado en parte, aunque mi chándal gris seguía mojado y se
pegaba a mi cuerpo, arrancándome escalofríos. Por suerte, pronto me libré de recuerdos
indeseados al sentir que me dejaba tendida sobre una superficie parecida a la
de un colchón. De fondo, escuchaba voces. Dos personas discutían a unos pasos
de mí.
- ¡¿Por qué la has traído?! – gritó una mujer.
- No podía dejarla allí. – respondió la persona que me
había traído a dónde fuera que estuviese.
- Sí que podías. No es nuestra responsabilidad y no pienso
jugarme el cuello sólo porque a ti se te haya metido en la cabeza una idea
estúpida.
- Sabes perfectamente que sí es nuestra responsabilidad.
¡Por el amor de Dios, Victoria! Tenemos que ayudarla.
- No. No pienso hacerlo. – dijo la mujer a la que él había
llamado Victoria.
- Pero yo sí. Te guste o no.
La discusión había acabado y oí cómo alguien se acercaba. A
lo lejos, una puerta se cerró de un portazo. Aún seguía con los ojos cerrados,
como buena durmiente, pero supuse que no sería Victoria quien ahora acariciaba
mis rizos. Se quedó a mi lado hasta que susurró:
- Descansa, Sheila. Mañana será un nuevo día.
Que lindo! Bueno, lo primero es lo primero! Quien amenaza a Claudia y estan amenzando al padre o solo odia a Sheila?
ResponderEliminarEscribes muy bien! Y ahora: que lindo Alan!!
Como la cuido!
A, por cierto, no voy a comentar en los proximos capitulos porque estoy de vacaciones! No me puedo conectar a internet!
Besos :D
Gracias ^^ Lo averiguarás pronto Laura ;) Me alegro de que te parezca tan lindo Alan. Seguro que ahora sheila tiene menos de que preocuparse.
EliminarNo te preocupes :) Pásatelo muy bien!! :D
Besos
Sisisisisi siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!! Lo sabia! Sabía que Alan la rescataría!! Yujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!! Alan quiere a Sheeeila, Alan quier a Sheeeeila! Ni responsabilidad ni corchos, la quiereeee!!!! jajaja
ResponderEliminarPero a ver, como puede ser su padre así de idiota?? Qué le ha hecho Sheila??!! Te he dicho ya que le odio? Porque le odiooooooooooooooo!!
Bueno, me quedarécon lo bueno, Alaaaaaaaaaaaaaaaaaaan;) jajaja El amor siempre triunfa ante el maaaaal!!! jaja
Un besoo
Te lo dije cereza ;) jaja Espero que así no me mates... Idiota a lo mejor es quedarse un poco corto. a mí m egustó mucho cómo le llamó Queen A: hijodefruta
EliminarDi que sí, hay que ser optimista ^^ ¿Quién dice que Alan sea el bien? ;)
Besos
Al fin apareció Alan!!! pero ¿quien es Victoria?, ooh quien sera...
ResponderEliminar¡Hay! cereza21 otra vez estoy de acuerdo con vos
ODIO AL PADRE DE SHEILA! lo odio con toda mi alma, con todo mi ser!!!!!!.
Pero estoy feliz porque,Alan esta con Sheila, que lindo Alan la quiere >_< que cuchu!!!
Un besote grande, Lucia.
Te parecerá mentira, pero no lo sé jaja Tengo varias ideas, pero todavía no me he decantado por ninguna. Así que ya lo veremos ;)
EliminarCreo que es una opinión muy generalizada. Incluso yo lo pienso XD
Por fin están juntos, ¿verdad? ^^ Esto se va a ir poniendo interesante ;)
Un beso Lucia
SIIIIIIIIIII!!!!!! LO SABIA!!!!!!! TE LO DIJE! TE DIJE QUE LA IBA A RESCARTAR!!!!!!!!!! Es taaaaan mono!!!! Ahora seguro que se enamoran, se casan, tienen hijos, se vengan del padre de Sheila y heredan la mansión y viene la Tita Karen a visitarles! Ahora la cuestión es... QUIEN ES VICTORIA?! Besos:)
ResponderEliminarMe lo dijiste XD Y volverán a contratar a Samanta ;) ¿qué te parece? Lo malo es que todavía les queda un laaaaargo camino si quieren que algún día ese deseo se haga realidad.
EliminarDe momento, digamos que Victoria es una aliada provisional... Besos Queen A ^^