domingo, 19 de agosto de 2012

Capítulo 26

Ya estoy aquí!! ;) Siento haber estado sin colgar ninguna entrada durante estos tres días :( He estado un poco liada organizando en condiciones la historia de Sheila y fruto de este trabajo ha salido este capítulo. Ante todo quiero preguntar algo: ¡¿Hay algún médico en el blog?! XD Si es así, le pido perdón de corazón porque, aunque he intentado ser fiel a la verdad, lo que he escrito puede que no sea muy verosímil. Pero así es la ficción, hasta las lesiones a veces se regeneran de forma milagrosa jaja Espero que os guste ^^ Mañana mismo estará el 27. Un beso a todos ^^




Mis ojos se abrieron con pereza. No sabía dónde estaba, pues mi último recuerdo seguía siendo un batido deseado. Todo mi cuerpo me ordenaba que me moviera, que huyera y esta vez le hice caso. Me arrastré entre los hierros de lo que quedaba del coche. Daba igual que los cristales se incrustaran en mi piel porque ya no era dueña de mi propio cuerpo. El miedo se había apoderado de él. Continué arrastrándome por el asfalto y, de repente, todo mi mundo explotó.
El fuego de mi cuerpo me hizo despertar de la inconsciencia. A mi alrededor todo era caos, descontrol, gritos, luces brillantes, hierro, terror, oscuridad. Pero yo solo sentía cómo mi cuerpo se quemaba y consumía poco a poco. El  calor me asfixiaba, me mataba sin clemencia. Y yo gritaba, aun sin poder escuchar mi voz. Gritaba para intentar salir del inferno. Gritaba para ahogar el intenso dolor. Gritaba en busca de auxilio, de algo capaz de aliviar mi sufrimiento; pero la ayuda no llegaba. Volví a caer en un sueño lleno de sombras siniestras y oscuras donde, aunque no existía tal sentimiento como el dolor, reinaba el miedo y la sensación de vacío. Era como ahogarse en un mar de espesas aguas en las cuales me sumergía cada vez más y más profundamente. Sin escapatoria. Sin final.
Cuando volví a despertarme el dolor me golpeó como la dura y malvada realidad. No podía moverme, unas correas me lo impedían. Intenté zafarme de ellas con una fuerza que creía perdida. Huir, escapar, nada más tenía sentido en mi cabeza. El miedo nublaba el resto y controlaba mis actos, acompañado de una angustia indescriptible. Fue entonces cuando me di cuenta de que oía algo: una sirena. Su estridencia llegó a mí amortiguada, pero me ayudó a centrarme en lo que me rodeaba. No estaba sola. Varias personas estaban a mi lado. Sus bocas se movían sin que yo entendiera ni una sola de sus palabras. Quise volver a cerrar los ojos y abandonarme a las sombras para siempre, acabar de una vez por todas. La rendición ya no era una opción, sino la única salida. De repente, una voz empezó a rogarme que luchara. Al principio, me pareció una gran tontería y con mucho gusto me habría reído; sin embargo, me agarré a esa voz como una esperanza, hasta ese momento, más que remota. Forcé mis párpados a estar abiertos, a luchar por seguir despierta. No obstante, la oscuridad me arrastró sin que mis vagos esfuerzos o una simple voz sin rostro, pudieran evitarlo.
Mis ojos parpadearon con rapidez, molestos por el exceso de luz blanca. Volvía a estar despierta, pero había algo que no comprendía. Si estaba despierta, ¿por qué no me retorcía de dolor a causa del fuego?, ¿por qué no estaba rodeaba de sombras sino de luz? Me incorporé con dificultad, ya que ese movimiento me producía pinchazos en la zona de las costillas. Además, mi campo de visión era reducido debido al collarín que tenía atado alrededor del cuello.
Me encontraba en una habitación totalmente blanca. Yo ocupaba una camilla situada en la pared opuesta a una gran ventana. A través de ella solo pude vislumbrar grandes árboles surcados por hojas de un verde enfermizo. A mi lado, descansaba una mesilla con una lámpara y junto a ella, un gotero que acababa en mi brazo. En su interior había un líquido que, supuse, no era precisamente agua. Me examiné a mí misma por debajo de las sábanas. Las vendas hacían acto de presencia en brazos, torso y piernas. Tal vez, incluso tuviera algún hueso roto.
Una enfermera pasó a la habitación sin llamar. Su pelo era rubio platino y sus ojos, de un pobre gris sucio. Traía consigo una bandeja y la colocó a la altura de mis piernas.
-        Gracias. – dije.
Ella me miró durante un segundo y desvió la vista al segundo siguiente, haciendo que me replanteara si de verdad había posado sus ojos sobre mí. Frunció el ceño y salió por la puerta, cerrándola después.
Me tragué la comida (por llamar de alguna forma al engrudo sinsabor que tenía delante) como bien pude, pues el collarín entorpecía mis movimientos y sentía la piel tirante bajo los vendajes. Cuando acabé, me tumbé en la camilla para poder pensar en lo sucedido.  Apenas podía hilar una idea con otra, pero necesitaba recordar. Indagué en mi mente para disipar la confusión en la que se habían convertido mis pensamientos. Me acordaba de estar en un coche, en una autopista. Y después… Suspiré exasperada. No conseguía acordarme. Presioné el puente de la nariz y fruncí el ceño para poder concentrarme en desentrañar el laberinto de mi mente. Había otro coche. ¡Sí, estaba segura! Había sentido un gran golpe y a continuación, fuego. Al cerrar los ojos podía volver a sentir el fuego a mi alrededor, devorándome.  Intenté ponerme en pie para poder salir de la habitación. Quería correr, necesitaba hacerlo para notar el suelo sobre mí y escapar de las llamas, de mis recuerdos. Debí calcular mal mis fuerzas porque las piernas apenas me sostuvieron y caí. Empecé a dar vueltas sobre mí misma como un indefenso escarabajo por encontrarse boca abajo. De repente, oí pasos a mi alrededor, manos que me sujetaban a duras penas y un pinchazo en el brazo. Fue lo último que sentí antes de que todo se volviera negro.

Al despertarme de nuevo, estaba atada a la camilla por medio de unas cinchas de cuero. Desistí en mi empeño de desembarazarme de ellas porque su solo roce sobre mi piel me hacía daño. Tampoco quería que me volvieran a sedar, pues las sombras de mis sueños cada vez me aterraban más. Esperé impaciente a que alguien cruzara la puerta. Sabía que si me quedaba encerrada de esa manera en el pequeño cuarto, no tardaría mucho en sufrir otro de mis ataques de histeria. Me obligué a tranquilizarme y respirar con normalidad. Por suerte, un reloj de la pared me ayudaba a saber qué hora era y, más importante, cuánto tiempo llevaba allí. Tuvieron que pasar dos horas más hasta que una enfermera, distinta a la rubia del día anterior, me trajera la cena.
- Voy a desatarte para que puedas comer, pero espero que no intentes bajarte de la cama, ¿me has entendido? – Para ser una orden, su voz sonaba demasiado suave, como si fuera una petición o un ruego.
- Sí. – dije simplemente.
Sin decir nada más, empecé a comer bajo la estrecha vigilancia de la enfermera que, a diferencia de su compañera, se quedó hasta que terminé mi plato. Después, comprobó mis vendajes y los cambió con paciencia y delicadeza. Me abstuve de mirar cómo había quedado el tejido quemado, pues prefería recordar cómo era antes del fuego. Una vez terminada su tarea y dejarme de nuevo sujeta a la cama, se dispuso a salir de la habitación, pero antes debía intentar una cosa.
- Espera. – Se giró y me miró con pena. Odiaba que la gente se compadeciera de mí, así que respiré hondo antes de continuar. – Necesito saberlo. ¿Qué les ha pasado al resto de personas que viajaban conmigo?
- No puedo responder, lo siento. De hecho, ni siquiera me está autorizado hablar con usted hasta que lo haga el cuerpo de policía.
La información me sorprendió, pero tenía que reconocer su lógica. Aun así, tenía que saberlo. Desde hacía tiempo, rondaba por mi cabeza la pregunta y ya no podía soportar la espera.  Si hubiera estado en mi habitación de la mansión, había agarrado un cojín para destrozarlo, pero no era el caso. Me obligué a quedarme quieta y liberar mi frustración cerrando los puños con fuerza y, sin quererlo, derramando alguna lagrimilla por mi cara magullada.  Creo que la enfermera quería decirme algo porque cogía aire para ello, pero cambió de opinión y se marchó. Al verme sola, me maldije por permitirme lloriquear como una niña. Si yo estaba viva, ¿por qué no iban a estar bien ellas? El médico me preocupaba menos. Al fin y al cabo, solo le debía su cooperación en un plan que ahora me parecía mucho más absurdo que al principio. Aun así, no podía dejar de dar vueltas a la posibilidad de que Isabel, o incluso Karen, estuvieran malheridas o… Apreté con más fuerza los puños, olvidándome de que las vendas empezaban a mancharse con mi sangre. Sólo con ese gesto no me bastaba y la impotencia de no poder hacer nada hizo que las lágrimas volvieran con mayor intensidad. ¿Acaso no tenía derecho a saberlo? Si lo sabían, ¿por qué no podían decírmelo? Sólo necesitaba escuchar la verdad, simple, dura o aliviadora; pero la verdad. La frustración acabó por convertirse en rabia y comencé a gritarle a las paredes, esperando que me respondieran. Las correas aún me mantenían sujeta a la cama y no podía mover la cabeza debido al collarín. Pero lejos de obligarme a quedarme quieta, intenté salir de allí con más ansia y desesperación. Saltaría de la cama y correría hasta encontrarlas. Daba igual como lo consiguiera o lo que ocurriera para ello. Mis gritos atrajeron a varios empleados del hospital y de nuevo volví a sentir la aguja en mi piel. De nuevo, volvía a un sueño en el cual no quería estar y, de nuevo, no podía hacer nada por evitarlo.



8 comentarios:

  1. Pobre!A saber que preguntas le preguntara la polocia, y que le habra pasado a Karen y a Isabel! El capitulo muy bien descrito!

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    1. Gracias Laura ^^ Es uno de los que más me ha costado escribir. Un beso :)

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  2. Con lo mala persona que eres seguro que a Karen y a Isabel las ha pasado algo ;) Espero el siguiente :33

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    1. Sí que soy mala,sí ;) Id preparando los pañuelos... :(
      Un beso Monn Light ^^

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  3. Como mates alguien,juro que me cargo a Nadia Cristopher, Noe... a todos!!!!!!!!!
    El capi ESPECTACULAR;)
    Un besoo

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    1. Gracias ^^ No pagues mi crueldad con Nadia o chistopher porfa :( No se lo merecen T_T
      Un beso cereza

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  4. Es maravillosa tu manera de escribir... Me he enganchado este capítulo de tal manera que he sentido hasta angustia.
    Eres una escritora genial... De verdad. Desearía que se me diera tan bien como a ti.
    Enhorabuena. Seguiré leyendo :)

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    1. Muchas gracias :) Viniendo de ti María es todo un cumplido ^^ Créeme tú escribes mucho mejor que yo ;) Me alegro de que te haya enganchado la historia. Dentro de poco ya estarás al día por completo jaja
      Besos

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