jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 25

Buenas tardes a todos!!! Hoy estoy contenta porque ha llegado el capítulo 25. Aunque os aviso que a lo mejor tardo un poquito en poner el siguiente. Sorry :( No he encontrado ninguna imagen que me haya convencido para acompañar a este fragmento de la historia, pero si tenéis alguna sugerencia, estaría encantada de añadirla después. En el anterior os dejé con la intriga lo sé, así que no me enrollo más para que podáis empezar a leer. Como digo siempre, espero que os guste ^^








- ¡¿Qué hacéis todos ahí parados como unos auténticos vagos?! –gritó Carmen. Todos soltamos a la vez el aire que habíamos contenido en nuestros pulmones y yo me eché a reír a carcajada limpia. Algunos me siguieron; otros, más tensos, se nos quedaron mirando con mala cara. Poco nos importó. Helen me dio un suave codazo en el costado y se vio recompensada con un almohadazo. – Vale, vale. Ya nos hemos dado cuenta de que estáis muy contentos así que parad ya de hacer estupideces.

- Ella sí que está de buen humor hoy. – me susurró Inés, la doncella con cara de ser cocinera de galletas y que conociera en compañía de Yolanda. No podía estar más de acuerdo, la mujer de las nieves tenía que mantener su reputación.

- Debemos movernos y rápido. La fiesta empezará dentro de diez minutos. – nos apremiaba Carmen. – Isabel acompaña a Sheila hasta la salida de los camiones. Tú, matasanos, busca tu coche y reúnete con ellas. Os cubriremos hasta que volváis, pero más os vale no tardar mucho, ¿entendido? – Comprendí que era su forma de decir “tened cuidado”.  Asentí con la cabeza y todos nos dispersamos para cumplir nuestros objetivos. – Levantad el culo. ¡Vamos!

- ¿Qué pasa con Karen? – le pregunté a Carmen antes de marcharnos definitivamente de la habitación.

- ¿Qué pasa con ella? – contestó a su vez con una risa seca. Con los brazos cruzados sobre el pecho, debía reconocer que imponía mucho respeto. Casi tanto como Atila el rey de los Hunos. 

- Iba a acompañarnos hasta Delois. Nadie le ha dicho dónde nos reuniremos.

- Créeme,  Sheila, lo sabe. – Quise rebatir su afirmación, pero la mujer de las nieves no me dio oportunidad. No tenía más opción que confiar en su palabra.

Abandonamos mi cuarto y nos dirigimos sin prisa pero sin pausa hasta el lugar de encuentro. Isabel me guiaba por escaleras de emergencia, pasillos estrechos, pasadizos que nunca había cruzado, ascensores que solo los trabajadores utilizaban y lugares solitarios donde sólo se escuchaba el ruido de mis odiosos tacones. No vacilaba en los cruces y solo se paraba para comprobar que la seguía de cerca. Aunque había vivido casi diecisiete años en aquella mansión, apenas podía orientarme en ese laberinto por el cual me conducía. Hacía tiempo que había desistido en intentarlo y confiado en ella para llegar a nuestro destino sin perdernos por el camino. Tuvieron que pasar cinco minutos más para poder cruzar una puerta especialmente pesada, la última antes de llegar a la zona de carga y descarga. A esas horas ya habría empezado la celebración y el enorme garaje se encontraba abarrotado de camiones y gente que llevaba cajas de un lado para otro. Con motivo de la fiesta había llegado mercancía especial tanto para decorar las distintas salas como para el festín del día. El escenario era totalmente caótico, perfecto para pasar de desapercibida aun llevando un vestido de gala y tacones. Isabel me llevó hasta el aparcamiento donde un coche muy maltratado por los elementos mantenía el motor encendido. Reconocí al médico a través de la ventanilla y juntas subimos al vehículo. Yo me instalé en la parte de atrás e Isabel hizo lo mismo en el lado del copiloto. El tapizado de los asientos tenía numerosos agujeros por los que asomaba el relleno de espuma. Olía a ambientador de pino (no sé por qué, me lo esperaba) mezclado con colonia de hombre. De fondo, se escuchaba una cinta de casete de un grupo tan antiguo que ni intenté averiguar su nombre. Mi padre debía pagarle un sueldo ínfimo por el escaso trabajo que realizaba en la mansión, no había otra explicación para el estado de aquel coche/ caja de metal oxidado con cuatro ruedas.

Me recosté sobre el respaldo. La cabeza aún me daba vueltas ante la cercanía de la ansiada libertad. Un golpe del acelerador y saldríamos de allí. Pero… ¿dónde estaba Karen? La busqué entre el caos de la nave sin encontrarla. La ansiedad llegó a mí de pronto. Cierto que Karen no era mi mejor amiga, pero teníamos un trato. Ella era la que mayor interés había mostrado en ir a Delois, ¿por qué entonces no había llegado todavía? Me mordí el labio con fuerza. Estaba tardando demasiado. Tal vez, hubiera pasado algo por el camino. Incluso podría haberse encontrado con mi padre o con el suyo. No. Eso no podía pasar. ¿O sí?

- ¿Me abrís la puerta o qué?

Pegué un bote en el asiento y me giré para ver a Karen pegada a la ventanilla del lado opuesto. Esperaba verla riéndose, pero parecía más preocupada por vigilar su entorno que de prestarme atención a mí. Abrí el seguro de la puerta para que pudiera subirse. No me pasó de desapercibida la mueca de asco que hizo al sentarse en su posición, pero me abstuve de hacer cualquier comentario porque seguramente no sería bien recibido.

- Ya pensaba que te había pasado algo. – le dije. Procuré que sonara despreocupado, como si no me importara realmente. Karen me dedicó una media sonrisa y me guiñó el ojo.

- Qué pena que no hayas tenido tanta suerte. – Su comentario me molestó un poco, pero lo dejé pasar. No valía la pena hacerle ver a Karen que me importaba más de lo que me hubiera gustado reconocer.

Por fin, el coche se movió. Nos íbamos. Nos alejábamos de la mansión cada vez más. La carretera, la única comunicación entre la autopista y la mansión,  era algo vieja y estaba bastante maltratada por el paso del tráfico. En cada curva, el estómago se me encogía al ver la cercanía de la cuneta. Además, los baches nos hacían saltar como si estuviéramos en una cama elástica. Pasé el resto del viaje con una bolsa en la mano y la otra firmemente agarrada al manillar, mientras que Karen lo hizo con la serenidad que la caracterizaba. Me relajé un poco más al llegar a la ancha autopista, al menos hasta que me entraron dudas de si aquel trasto podría en serio atravesar la autovía. Los demás coches nos adelantaban con suma facilidad ante nuestra dificultad de alcanzar los noventa kilómetros por hora sin miedo a las inquietantes vibraciones. Y todo lo empeoraba la cara del conductor. Si hubiera sabido que ni siquiera su propietario confiaba en su trasto, no me habría subido a él; pero lo había hecho y ahora debía soportar su cara de pánico reflejada en la mía. Nadie decía nada, así que viajábamos sumidos en las notas del reproductor de música. La verdad es que para ser una antigualla, sonaba bastante bien.

La autopista estaba poco transitada y se me hacía eterna. A ambos lados, algunos chalés desperdigados y hormigón descolocado. Bajo los pies y una moqueta llena de miguitas, el asfalto negro. Y siempre lo mismo. Sin cambios en todos los kilómetros recorridos. Empezaba a impacientarme. No recordaba la distancia a la ciudad tan larga, y digo “tan” porque nunca se me dio bien contar el paso del tiempo. Los segundos se confundían con las horas en mi cabeza hasta ser iguales. Sin embargo, no quería preguntarlo. No era ese tipo de niña pequeña que pregunta incansablemente a su padre: “¿Falta mucho, papi?”. Intenté entretenerme siguiendo la melodía repetitiva de las canciones del casete, pero sin llegar a cantar en voz alta. Ni en broma pensaba exponerme de esa forma a los insultos de Karen. Además, el ambiente estaba lleno de tensión y a nadie le gusta que alguien desafine a su lado en esos momentos.

Me pregunté cómo sería la universidad. Aunque había estado en la ciudad de visita, nunca la había visto. Los estudios son una especie de alergia durante el tiempo libre que solemos evitar para poder disfrutar. Por el contrario, conocía bastante bien la zona comercial del centro. Las tiendas de ropa, los restaurantes, los letreros luminosos que nunca había llegado a ver encendidos… Claudia se volvía loca en las primeras, Luz prefería las de joyería, y Laura y yo, los lujosos restaurantes y las cafeterías. Aún recordaba el olor a café recién molido en “Diego’s”,  el sabor del batido de chocolate en la heladería de la esquina o los espaguetis a la carbonara en el restaurante del padre de Claudia.

Fue entonces cuando lo vi. Solo me dio tiempo a levantar los brazos en un acto instintivo de protección. Un golpe. Mucho calor. Ruido y más ruido. Aún perduraba en mis retinas la imagen de otro coche acercándose a nosotros más y más deprisa. No sentía dolor. No sentía nada. Me abandoné al mundo de los sueños y la oscuridad completa con el recuerdo del olor a café aún presente en mi cabeza y una  sonrisa en los labios.

6 comentarios:

  1. NO! Tenia ganas de ver que pasaba en el concurso de fotografia! Pobre Sheila y compañia!
    Y ahora nos vas a dejar con las intrigas! Mala,mala... pero bueno, mientras no tardes un mes! :D

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    1. No me odiéis profi :( Voy a estar un poco liada, pero te aseguro que estará antes de un mes ;) Un beso Laura y gracias por leer mi historia ^^

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  2. ¡Oh! Vale, eso sí que no me lo esperaba xD Estaba pensando que a ver si llegaban de una vez, pero no creía que pasará esto! :O
    (Por cierto podrías quitar lo de poner un codigo para ver si eres un robot, es que es un poco molesto -.-)
    Un beso:3

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    1. Creo que nadie se lo esperaba XD Por cierto, ya he quitado (creo) lo del código en los comentarios.
      Un beso Moon Light y gracias por todo ^^

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  3. Pe...pe...pero... ¡¿POR QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?! Eres la persona más mala y terrible delmundo!!! Por una cosa que leiba a ir bien, y va y un coche se les cruza por el camino! Ahora seguro que les pillan... Bueeno, espero que aparezca Alan, la rescate y se beseen^^ jaja
    Un beso

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    1. Joo dicho así una se siente muy mal, pero comprendo que me lo digas. Todo tiene su por qué, ya lo verás. Ahora es cuando empiezan a salir a la luz los misterios que envuelven la vida de Sheila. Y no creas que vas mal desencaminada con Alan ;) jaja Mañana colgaré el siguiente.
      Besos cereza ^^

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