miércoles, 15 de agosto de 2012

Capítulo 24

Ha llegado!! :D Por fin es el día del concurso, el día en el que se pone en funcionamiento el plan preparado por Karen. La imagen corresponde a un modelo parecido al que me imaginé para Sheila. Espero que os guste el capítulo de hoy ;) Mañana publicaré su continuación. Hasta entonces! :)






Soleado y radiante, así era como se presentaba uno de los días más importantes de mi vida. Poco pude disfrutarlo. Yolanda, junto con otras criadas, se acercó a mi habitación más pronto de lo normal para ayudarme con mi aspecto. Como habían hecho unos días antes, pusieron guapa a la muñeca de juegos con fino maquillaje y fuertes cepillos. No me quejé ante nada ni nadie, simplemente obedecía sus pequeñas órdenes y evitaba contestar a sus preguntas. Gracias a Dios que fue Yolanda quien se presentó y no Helen, a quien ya habría gritado varias veces para que se callara. No necesitaba  precisamente charla en esos momentos. La mañana se fue en prepararme para la gran celebración a la cual no tenía pensado acudir. Incluso Paul se pasó por mi cuarto para vigilar que el resultado fuera perfecto. Se le veía bastante contento con el trabajo de las criadas así que se fue un minuto después, me sorprendió ver que, como a mí, tampoco le gustaban las multitudes.

Me giré para mirarme en el espejo de pie e, interiormente, le di las gracias a Paul por el trabajo bien hecho (el primero que veía en años). Tal vez, sí me había escuchado, después de todo, no había ningún lazo en mi vestido.

Era de color violeta, elegante y sencillo. Constaba de una falda de volantes hasta las rodillas y una parte de arriba que se ajustaba a la altura del pecho formando algunos pliegues. Su cuello formaba una “V” poco pronunciada. La verdad es que lejos de sentirme incómoda, podía moverme con bastante libertad (toda la libertad que te permite un vestido). La falda tenía algo de vuelo, el suficiente para maravillarme con el movimiento de los volantes al caminar. Venía acompañado por unos zapatos negros cuya única decoración eran unas pequeñas perlas en la parte delantera (lamentablemente eran de tacón, pero no me importó demasiado en ese momento). Completaban mi atuendo una diadema del mismo color que el vestido, unos pendientes largos y un colgante negro con forma de esfera. Me veía preciosa con aquel vestido y, además, mayor. Sin los lazos ni las chorradas a las que me tenía acostumbrada Paul, me di cuenta de que iba a cumplir diecisiete años, de haber crecido, de tener todo un futuro por delante. ¿Por qué no asistir a una fiesta en mi honor y lucir aquella preciosidad? Afortunadamente, volví a la realidad antes de que ese pensamiento inoportuno llegara a inundar mi mente con ideas equivocadas. Al fin y al cabo, mi futuro próximo no se encontraba en la mansión, sino en Delois.

Yolanda se emocionó un poco al verme, y lo mismo pasó con Isabel, pero pronto se recompusieron y me dejaron sola. Fue entonces cuando me di cuenta de que solo faltaban cinco minutos para mi desgraciado “accidente”. El miedo acudió a mí como un amigo inseparable. Las manos me empezaban a sudar ante la perspectiva de lo que tenía que hacer. Había repasado mil veces el plan con Isabel, pero la incertidumbre no me abandonaba. Alguien llamó a la puerta, sobresaltándome. Alan me hizo un gesto para que le siguiera. “Ya está”, me dije, “ha llegado la hora”.

Abandoné la habitación sin mirar atrás y me dispuse a acompañarlo. Las piernas me temblaban levemente, lo que hacía más peligroso andar con tacones. A ese paso acabaría tropezándome de verdad. Continuamos nuestro camino hasta encontrarnos con el primer tramo de escaleras. Allí nos detuvimos para comprobar que todo estuviera listo. Isabel, desde el otro lado del pasillo, alzó su pulgar como señal de que todo estaba en orden. Miré a los ojos de Karen que llegaba subiéndolas a todo correr. Ella ya me estaba mirando. Respiré hondo y comencé a bajar el las escaleras manteniendo la distancia con Alan y el resto. Cerré los ojos y sentí el tremendo empujón de Karen. Después, dolor. Un dolor paralizante que atravesaba mi mente y me impedía pensar. Tal vez lo hubiera podido relacionar con mi caída en el bosque, pero no tuve tiempo. Noté un último golpe en mi cuerpo y todo se quedó quieto. Abrí los ojos, aterrada por la situación. Empecé a gritar en busca de ayuda. En mi cabeza el plan ya no existía, solo pensaba en salir de allí, huir, alejarme del peligro aún presente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que no me encontraba tendida en el suelo, sino en los brazos de Alan. Sus ojos verdes me miraban con infinita preocupación. Isabel corría hacia nosotros seguida a cierta distancia por Karen. Empezaron a preguntarme cómo me encontraba, pero se toparon con un silencio que no hizo sino aumentar esa preocupación. Cuando ya me rodeaban unos cuantos criados, entre los cuales reconocí a Yolanda y Alan, comencé a percatarme de lo que pasaba. Repasé mi cuerpo y comprobé que no estaba tan maltrecho como me esperaba, más bien había salido bastante ileso. Me molestaba uno de los tobillos y tenía un par de rozaduras en las rodillas, pero nada grave. Cerré los ojos en busca del dolor anterior, sin éxito. Una sonrisa iluminó mi rostro durante unos segundo mientras una sensación de gran alivio se extendía por todo mi ser. De pronto, noté cómo Henry se movía, llevándome consigo al mismo tiempo. Detrás se quedaron varios criados recogiendo lo que parecían multitud de cojines. Al poco tiempo, llegamos a mi habitación y Henry me dejó sobre mi cama, algo que parecía repetirse con demasiada frecuencia. Isabel se sentó a mi lado mojándome con sus lágrimas y sonriéndome a la vez. Encontré a Karen unos pasos más alejada, con la vista fija en mí. Esperaba verla, no sé… preocupada, pero esos ojos azules denotaban más bien una tranquilidad y serenidad imposibles.

- ¿Estás bien, Sheila? – preguntó por enésima vez.

- Sí. – contesté por fin. - ¿Cuánto tardará en venir el médico?

- No mucho.

Como si el destino hubiera escuchado sus palabras, el médico calvo y sudoroso hizo su patética entrada en la habitación. Traía consigo un abultado maletín de plástico que le daba un aspecto de juguete para niños. Empezó a revisar mi cuerpo en busca de posibles heridas graves, aunque como yo ya sabía, no había nada de gran importancia. Los cojines y demás habían amortiguado la caída de forma casi perfecta. Conforme a nuestro plan, Carmen, allí presente, se dirigió al despacho de mi padre para comunicarle el desafortunado suceso. La idea era culpar a Karen para que pudiera faltar también a la fiesta. Los testigos sobraban, ya que Carmen se había encargado de poner a todo el servicio a nuestro favor, creando una red de mentiras perfectamente tejida.

Todos esperábamos a la encargada con gran impaciencia, así lo demostraban las uñas devoradas y los golpecitos nerviosos de los pies contra el suelo. Una vez terminada mi parte del plan, me sentía algo más liberada de la presión de mi pecho. Por desgracia, allí estaba mi mente para decirme: “No te confíes, Sheila. Aún no.”

- ¿Y si decide venir para comprobarlo por su cuenta? – conjeturó Karen. Su pregunta me desconcertó en un principio y me preocupó después. Miré con ansiedad a Isabel quien miraba con curiosidad a Karen.

- No lo hará.

- ¿Estás segura de eso, criada? – Fulminé con la mirada a Karen, que ni se inmutó al verme. No me gustó que se dirigiera a Isabel de esa forma, como si no valiera nada a su lado. Más tarde, me di cuenta avergonzada de que es lo que yo misma hubiera hecho no hacía tanto tiempo.

- Sí, lo estoy, señorita Karen. – Había un ligero toque de duda en su afirmación, pero Karen parecía no haberlo notado porque asintió con la cabeza y salió de la habitación.

Las agujas del reloj volvieron a moverse, marcando con su rítmico golpeteo los segundos de nuestras vidas. El nerviosismo seguía bastante patente a mi alrededor. Isabel agarraba mi mano con fuerza mientras con la otra se limpiaba las lágrimas de sus ojos.  Inés bromeaba con uno de los mayordomos ante la cara de desconcierto de este. Yo misma sentía el estómago revuelto y las manos sudorosas. Y si yo sudaba, el médico se estaba deshidratando por momentos porque no paraba se pasarse una toalla por la cara y los brazos. De pronto, vi cómo el manillar se giraba lentamente. Cerré los ojos, incapaz de mirar a la persona que fuera a cruzarla.

8 comentarios:

  1. Mala! Eres mala, muy mala por dejarnos con esta intriga! Menos mal que Sheila no se ha hecho un daño grave pero Karen ni se inmuta. Me pregunto porque Karen dice que se juega en el pplan mucho. Quiero el proximo!
    Besos

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    1. Un poquito sí que soy ;) jaja Los planes de Karen son importantes, pero seguirán siendo un misterio por el momento. Pondré el próximo pronto. Un beso

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  2. GUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAUUUU!!!!! PERFECTO MARAVILLOSO EXCELENTE INCREÍBLE... y todo los demás adjetivos que te puedas imaginar;)
    Uf! No le ha pasado nada a Sheila... por un momento pense que le pasaría algo maloo!!
    Ains! Alan siempre la lleva en brazos... menos mal que está él para rscatarla!!!!!!!
    Me ha encantado, me muero por leer el siguiente!!! No se como haces para escribir tan bien!!
    Yujuuu!!! Sale mi nombre! Yo también soy Inés!!! (el nombre más bonito del mundo por detrás de Alan) jaja
    Un besoo!!

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    1. Gracias cereza (o Inés como prefieras ;) ^^ Si ya encima le pasa algo, creo que me habríais odiado para siempre jaja Alan es todo un caballero :) El siguiente estará pronto. Besos

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  3. Quien será...? Fijo que Karen o algo bueno. Jajajajaja, tiene que ser algo bueno!!!!!! Pobrecita, como sea su padre me muero XP! Besos:)

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    1. No diré quién es, pero lo podréis averiguar el próximo ;) Bueeeeeeno, vale. Un pista: no es Karen.
      Un beso Queen A :)

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  4. Crispi, me parece fatal que me dejes con esta intriga ¬¬
    Pero como ayer no me pude meter para leer el capítulo yo tengo que esperar menos :33 Que guay soy xD
    Muy buena idea la de dejar a la gente con intriga (aunque eres malignatica ¬¬)
    Besos!

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    1. Es un punto un poco crítico, tienes toda la razón. Me alegro de que no tengas que esperar mucho. Espero que al menos el próximo capítulo compense esa intriga :)
      Un beso

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