sábado, 4 de agosto de 2012

Capítulo 15

Buenas tardes a todos!! :) Por aquí viene, por aquí llega el capítulo 15. Sólo un aviso, no os perdáis el próximo porque Sheila se va a encontrar con una sorpresita cuando vuelva. ¿Será algo bueno? ¿algo malo? Mañana lo veréis, pero mientras, disfrutad de este!! Bye, bye ;)


Si pensaba que me libraría de tener que bajar al comedor debido a mi maltrecho cuerpo, estaba muy equivocada. La única consideración que recibí fueron: un vestido lo suficientemente largo como para tapar los cardenales y la desaparición de los lazos en ellos. No me había puesto el colgante por miedo a que mi padre lo reconociera; sin embargo, lo mantenía guardado bajo llave en una caja de madera en el fondo de mi armario. Había descubierto dicha caja sobre mi escritorio al día siguiente de mi caída, con una nota adjunta:



Este es mi último regalo. Puede guardar en ella lo que considere más valioso para usted. Perteneció a su madre y ahora, le pertenece a usted. Cuídese,

Samanta  



Siguiendo su consejo, guardé en ella aquello que tenía para mí más valor, cosas como una flor o el pen-drive que anteriormente estaba custodiado por mi ropa interior. Muchas noches, sacaba el colgante de su sitio para tenerlo entre mis manos y sentir que una parte de mí seguía siendo libre. Lo adoraba más si cabe por ser un regalo de Samanta, uno de los últimos al menos si contábamos la hermosa cajita.

Tras mi accidente, el ambiente en la mansión y, en general, todo lo relacionado conmigo, cambió. Mis escoltas no se limitaban a esperarme en el primer piso, sino que me recogían en mi puerta. Pero su compañía indeseada no era el único cambio, más clases y la prohibición de andar por el jardín por miedo a mi tendencia a hacerme daño sin quererlo, formaban parte de una lista más larga. Eran normas absurdas a las que nadie hacía caso, salvo mi padre. Después de discutir con él y conseguir otra lesión más en mi cuerpo, intenté cumplir algunas de ellas, sobre todo cuando había alguien delante (lo que sucedía la mayor parte de las veces). Sin embargo, con los días pude comprobar que eran pocos los sirvientes dispuestos a informarle de mis errores. No comprendía por qué me guardaban las espaldas, pero el caso es que lo hacían.  Aun así, su continuo trabajo en mi habitación conseguía que recibieran más de un grito por mi parte, cada vez con más frecuencia. Cada día que pasaba, estaba más irritada debido a las nuevas normas y mi encarcelamiento y lo pagaba con los criados. Más de una vez tuvieron que cambiar las almohadas porque las había destrozado en un ataque de furia. También me costaba mucho más de lo normal controlar mi lengua durante las comidas. Por el momento, me limitaba a mirarles fijamente con el ceño fruncido y los labios apretados hasta formar una sola línea. A su vez, mi padre me reprendía por mis modales, pero sin graves consecuencias, pues a excepción de mis ojos, solía quedarme calladita y sin darle mayores problemas.

 Me sentía como un animal enjaulado que fuera a morder a alguien en cualquier momento, tanto era así que todos mantenían una especie de distancia de seguridad. Aunque, como en todas las reglas, había una excepción: Isabel, la única persona que conseguía mantenerme calmada y aguantar aquel tormento. La veía todos lo días. A veces, solo formaba parte del equipo de limpieza y otras, me visitaba para preguntarme cómo me había ido el día. Era una persona muy agradable a la que fui cogiendo cariño sin darme cuenta. Es cierto que no podía evitar enfadarme con ella a veces, pero el distanciamiento no duraba mucho y volvíamos a nuestras conversaciones matutinas. Me gustaba su carácter y su capacidad para saber cuándo se debe hablar y cuándo un silencio es lo más conveniente. Creo que fue una especie de sustituta a mi niñera Samanta porque, aunque seguía añorándola, pensaba en ella con menos frecuencia. De ella aprendí mucho sobre la naturaleza y las propiedades de las plantas. A veces empezaba a hablar de las flores, los árboles y sus propiedades como si fueran algo de vital importancia en el aprendizaje de cualquier persona. Me extrañaba verla trabajando como criada y no como jardinera. Pero la mayor parte del tiempo, se limitaba a escucharme. Me sorprendí a mí mima contándole cómo me solía escapar a mi lugar en el bosque o mi impotencia al no saber resolver los problemas planteados por mi profesor. Al saber esto último, se ofreció para ayudarme con los deberes y yo acepté por pura desesperación. Gracias a ella y a su infinita paciencia lograba sorprender a mi maestro con mis rápidos avances en el revoltijo de letras y números. En definitiva, Isabel conseguía hacerme sentir un poco menos desgraciada y sola. 



Una tarde de lluvia, dentro de una semana de tormentas continuas, estaba yo charlando con mis amigas a través del Messenger. Había recuperado mi ordenador después de haber estado sin él un par de días, castigo por suspender un examen sorpresa de ciencias. La verdad sea dicha no estaba siendo una conversación interesante como lo eran antes. Ninguna parecía dispuesta a hablar y, si lo hacía, tardaba varios minutos en recibir respuesta. Solo comentábamos cosas sin importancia y Luz se había ido con la excusa de estudiar. Lo hacía bastante a menudo desde hacía ya varias semanas, pero no era la única.

Por eso me alegré cuando alguien llamó a la puerta. No esperaba a nadie, pero era bienvenido si me sacaba del aburrimiento. Cambié de opinión al ver quién era.

- Buenas tardes, señorita.

Se trataba de un mayordomo que formaba parte de mi escolta. Tuve la tentación de cerrarle la puerta en las narices, pero en cambio dije:

- ¿Qué quieres? – A pesar de mi notable enfado, no retrocedió como habría hecho cualquiera, tan acostumbrado estaba a no recibir precisamente muestras de cariño por mi parte.

- El señor Harris me envía esta nota para que se la entregue a su padre. – Me ofreció un sobre pequeño al que no hice ni caso.

- ¿Y por qué no se lo das tú? No soy la única que sabe dónde está su despacho.

- Cierto, señorita. Pero el señor Harris ha insistido en que fuera usted.

- Pues dile al señor Harris que no soy una estúpida paloma mensajera. ¡Y ahora, lárgate y déjame en paz! 

- Por favor, señorita. Yo sólo recibo instrucciones del señor. – dijo antes de que le despidiera con un portazo.

- Pero yo no tengo por qué cumplir sus órdenes. – contesté ya desde el interior de mi habitación.

- Por favor, Sheila.

Vi cómo pasaba el sobre por debajo de la puerta y luego, se marchó. ¿Me había llamado “Sheila”? Por un momento aquel mayordomo estirado se había olvidado de las fórmulas de cortesía. Y me gustaba. Recogí el sobre del suelo y me dispuse a llevarlo a su destinatario mientras me prometía a mí misma que era mi último encargo como mensajera.

6 comentarios:

  1. Yo soy ella y me suicido!! Cómo puede vivir así... Esta claro que la riqueza no da la felicidad... Menos mal que está Isabel:) Una sorpresa?? Me encantan las sorpresas!! Espero que sea buenaa y... que tendrá ese sobre? Y ese misterioso Harris... cada vez me gusta más jajaja Me ha encantado el capítulo espero impaciente el de mañanaa!!

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    1. Muchas gracias cereza ^^ Sí está claro que el dinero no lo es todo en esta vida, aunque ayude a veces jaja. No todas tus preguntas tienen respuesta, pero he ahí lo misterioso de esta historia ;) (al menos yo lo veo así) Hasta mañanita !!

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  2. Después de estar desaparecida por fallos con la conexión a internet de mi ordenador, he vuelto para leerme tus capítulos!! xd parece que Sheila ha tenido muchos problemas desde el ultimo capítulo que leí. Le has pecho pasar un infierno! Por lo menos tiene a Isabel después de lo de Samantha pero tiene que aparecer ya alguien que alegre la vida a la pobre!!! Estoy impaciente por la sorpresa! He sido la que mas ha escrito! Solo quería decir que siento no haber puesto la url en mi comentario de afiliados, es que no se donde tenía la cabeza pero por lo menos la
    Encontraste xd

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    1. Bienvenida de nuevo Laura ^^ Sí la verdad es que no han sido unos días fáciles para Sheila :( Y no te preocupes por lo de la URL que todos tenemos derecho a despistarnos un poquito :P (a mí me pasa mucho) XD

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  3. Me encanta aunque la pobre no tiene un golpe de suerte... Igual tendría que buscar el trébol de cuatro hojas!
    Besos, Rea^^

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    1. Hola Rea! ^^ Pues sí que lo necesitaría ¿pero a quién no le vendría bien uno? ;)
      Besos

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