Abandoné mi ordenador tras lo que consideré una buena
charla. Esa mañana estaba libre de mi sufrimiento con el señor Domínguez, pero
debía hacer la tarea del fin de semana. Con poco entusiasmo, saqué mi material
y me puse con las matemáticas. Las ecuaciones volvían a darme problemas,
especialmente un problema con el que llevaba batallando desde el día anterior.
En poco tiempo todo volvió ser un revoltijo de números. Continué un poco más,
pero me di cuenta del desastroso estado de mi bolígrafo. Este se había visto
devorado por mis dientes después de varios cálculos desesperantes. Me dio pena
verlo, el pobrecillo no se merecía algo así. Cogí un bolígrafo nuevo con la
esperanza de que esta vez me durara un poco más. Enseguida me di cuenta de mi
diálogo interno acerca de bolígrafos y volví a las matemáticas por miedo a
empezar a hablar con mi regla. Creo que fue la primera vez que me alegré de
entretenerme con actividades matemáticas. La mañana continuó su curso mientras
yo me ocupaba de terminar los ejercicios.
A la una y media, una doncella vino a mi cuarto para
avisarme de la comida. Me dejó un vestido verde limón sobre la cama. Por suerte
para ella, se fue lo suficientemente rápido como para no recibir una bronca
monumental. El vestido era horroroso, digno de una princesita de cuento de
hadas. Tenía demasiados lazos y florituras en cuello, mangas y la falda. Y,
para colmo, venía con purpurina de complemento. Contuve a duras penas mis ganas
de reducirlo a pedazos y me lo puse. Para mi fastidio, también era demasiado
largo. Andaba arrastrando el bajo y pisándolo con los zapatos verde oliva (de
tacón de aguja) a juego. En la cama, quedaban los complementos que cerraban la
jugada: una diadema del mismo color que los zapatos y un collar. Me acerqué
para mirarlo con más atención. La cadena estaba formada por finos eslabones de
oro entrelazados. El colgante era precioso. Tenía la forma de una delicada
hoja. Las nervaduras eran de oro y el resto, brillante esmeralda. Me entretuve
girándolo entre mis dedos, contemplando los destellos de luz, fascinándome con
sus formas. Parecía una hoja de verdad convertida en joya. Llevarlo puesto en
mi cuello compensaba todos los vestidos horribles del mundo.
Salí de mi cuarto más feliz de lo que hubiera esperado. Me
dirigí hacia el comedor, pero enseguida noté que algo no andaba bien. Los
pasillos estaban repletos de sirvientes limpiando el polvo, colocando flores y
yendo de aquí para allá con inusitada prisa. ¿Qué habría pasado para tener que
realizar su trabajo de esa manera tan caótica? Doblé la primera esquina y me
encontré con otra sorpresa. No iba a ir sola. Apoyados sobre la pared había dos
mayordomos elegantemente vestidos con sus mejores galas. Me saludaron con una
inclinación de cabeza y se colocaron a ambos lados de mi cuerpo.
- No necesito vuestra compañía. ¡Largaos! – protesté. Era
suficientemente capaz de guiarme a través de la mansión. Incluso mejor que
ellos. Pero no se movieron de su posición. Se limitaban a mirar al frente con
la cabeza alta y las manos a la espalda. Mosqueada por su actitud, me paré de
golpe y me encaré a ellos. – Os he dicho que os vayáis. No quiero que me sigáis
a ninguna parte, ni ahora ni nunca. Puedo ir sola al comedor sin perderme.
- Lo sentimos, señorita Sheila. Nos han ordenado que la
escoltemos hasta el comedor y así lo haremos. – contestó uno de los mayordomos.
- Me da igual lo que os haya dicho mi padre o quien sea.
¡Largaos ahora mismo! – les grité. Mi enfado aumentaba por momentos, pero ellos
seguían tan impasibles como antes, lo que hacía que aumentara más. Ya pensaba
en echar a correr cuando me acordé del calzado que llevaba. Los zapatos de
tacón eran un punto elevado de mi lista. Dadas las circunstancias, decidí dejar
esa discusión inútil y continuar mi camino sin volver a dirigirles la palabra a
mis “sombras”.
Durante el trayecto
no dejaba de pensar en los cambios visibles de la mansión, más notables
conforme nos acercábamos al comedor principal. Todos los ramos habían sido
sustituidos por reliquias familiares expuestas tras un cristal. El suelo
embaldosado parecía más brillante y había una alfombra granate en el centro del
pasillo. Había velas y candelabros por todas partes. Era como volver a la Edad
Media. ¿Por qué cambiar de repente la decoración general? ¿Por qué tenía
escoltas en mi propia casa? Nada tenía sentido. A no ser que…
Había pasado otras veces. Cada dos años aproximadamente,
recibíamos una visita especial. Los
trabajadores se pasaban todo el día ocupadísimos, tanto que no se preocupaban
por mí en absoluto. Esto me fastidiaba de sobremanera porque, aunque estaba
libre de comer con mi padre, se olvidaban de traerme la comida y tenía que
insistir mucho hasta lograrlo. Tampoco pasaba nadie a mi cuarto, ni para
limpiar ni entregarme algún mensaje. Casualmente, ese día el señor Domínguez sí
se pasaba por mi cuarto para impartir una clase extra y poder adelantar
temario. Así, yo pasaba una tarde aburridísima con mi maestro mientras oía el
ruido de los sirvientes en un ir y venir más continuo de lo normal. Mi padre
había querido quitarme del medio desde el principio; pero, entonces, ¿por qué
invitarme? ¿Acaso ya no era la pequeña niñita repelente de la casa? ¿Confiaba
mi padre en mí? Lo dudaba mucho. Algo había le había hecho cambiar de opinión,
pero no había sido yo. Esperaba descubrirlo pronto. Aceleré el paso y mis
guardaespaldas me siguieron, guardando las distancias a petición mía. Alisé las
arrugas de mi vestido y coloqué la diadema en su sitio. Las manos me sudaban y
limpiarlas en el vestido no era una opción, pues la tela no era nada
absorbente. Estaba nerviosa por lo que me pudiera encontrar, pero nunca habría
podido imaginar lo que encontré esa tarde en el comedor.
Ayayayayaaaaaay!!!! Qué se encontrará en el comedor? Seguro que es la novia de su padre o el chico con el que quiere enparejarle este. Segurísimooo!!!! Bueno lo de siempre: es GENIAAAAAAAAAAAAL!!! El siguiente prontooo!!!!!
ResponderEliminarSigue así, que de momento no me has decepcionado (y no lo creo que lo hagas) porque escribes COMO UNA DIOSA! jajaja
Besos!!!
Muchas gracias cereza ^^. Siento dejaros con esa intriga, pero os habéis quedado frías, frías porque ya os adelanto que ni es su novia ni un chico.
EliminarOpino lo mismo que cereza21! Seguro que es la novia de su padre o un chico! Me cae muy mal el padre, como puede ser tan frivolo! Y ahora nos dejas con esta intriga....
ResponderEliminarBueno el capitulo genial, y la historia genial tambien!
Muchas gracias Laura y bienvenida al blog ^^ porque no habías comentado antes, no? Me alegro de que te guste la historia. En cuanto al padre es normal que no os guste, ya veréis como os gusta menos... (hasta aquí puedo leer ;) Y por cierto, gracias por participar en el concurso. Hasta mañana
EliminarBieeen! Alguien que me apoya!! Laura ahí tienes razón el padre es un MONSTRUOOOOOO!!! Uuuy Crispi, no me gusta lo que has dicho del padre, qué le hará a Sheila? No me lo puedo imaginar... jajaja Besooos!!
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