Estaba en mi refugio.
Me sentía tranquila y cómoda mientras caminaba entre las flores y olía su
perfume. Después, empezó a llover. La oscuridad inundó el lugar creando
multitud de sombras tenebrosas. El miedo se apoderó de mí y empecé a correr.
Huía de algo. O tal vez de alguien. El caso es que no podía parar de moverme
porque debía escapar como fuese. Pero todo fue inútil porque me había
alcanzado. Caí al suelo y un dolor intenso cruzó por todo mi cuerpo al mismo
tiempo que los ojos de mi padre me vigilaban desde la distancia.
Me desperté empapada en sudor. “Sólo ha sido una
pesadilla”, me recordé varias veces, “no era real”. Miré a mi alrededor y supe
gracias a mi despertador que eran las cinco de la tarde. Me había echado una
buena siestecita. En ese mismo momento, alguien llamó a la puerta.
- ¡Un momento, por favor! – grité desde la cama.
- Tarde – dijo Karen mientras abría la puerta. - ¿Sabes que
tienes una pinta horrorosa, verdad?
- Yo también me alegro de verte. Por cierto, ¿sabes lo que
es la educación?
- Perdona, pero he llamado a la puerta. – Sonrió y me guiñó
uno de sus ojos azules. Se había cambiado de ropa, pues ahora lucía un conjunto
de camisa y pantalón con unos zapatos granates de tacón. Miró lo que la rodeaba
y empezó a cotillear todo lo que se encontrara cerca de ella.
Su sola presencia me sacaba de mis casillas. Estaba
aprendiendo que contestar a sus burlas no era una buena opción así que volví a
morderme la lengua hasta hacerme daño.
- ¿A qué has venido, Karen? – pregunté. Por lo menos, había
roto el silencio y mi visitante dejó de inspeccionar mi habitación, algo que me
alivió en parte.
- No has bajado a comer y quería saber por qué.
- Gracias por tu preocupación, pero creo que eso no es
asunto tuyo. - ¿De verdad pensaba que me iba a tragar eso? Debía creerme mucho
más estúpida de lo que pensaba. - ¿Querías algo más? Porque si no, te pido que
me dejes descansar.
Me dirigí hacia la puerta y la mantuve abierta. Quería que
se marchara de allí, que me dejara en paz y se ocupase de su propia vida sin
meterse en la mía. Por su parte, se limitó
a mirarme con los brazos cruzados sobre el pecho. No tenía la impresión
de querer marcharse. Sostuve su mirada durante todo el tiempo. ¿Por qué no se
largaba? Estaba claro que no me gustaba y si quería molestarme su objetivo
estaba más que cumplido.
Cuando ya creía que se quedaría a vivir el resto de sus
días en mi habitación, soltó una pequeña risilla y caminó hacia la salida.
Cuando estuvo a mi altura, se giró para mirarme a los ojos y me dijo con un
tono exageradamente sarcástico:
- Por cierto, deberías tener más cuidado y evitar caerte
por las escaleras de nuevo.
- Adiós, Karen.
Y le cerré la puerta en las narices. ¡Qué a gusto me quedé!
Al fin se había callado. Pero no podría borrar el efecto de sus palabras. Ya no
me acordaba de que mi piel era una señal de las consecuencias de la reunión con
mi padre aquella mañana. Karen debía de saber lo que había pasado en el
despacho e, incluso, intuiría el castigo que había recibido, pero no lograría
escucharlo de mis labios. Tal vez fuera algo patético mantener un secreto del
que todo el mundo hablaba a voces. Aun así, mantendría mi postura hasta el
final, pues nadie se compadecería de mí jamás. Y mucho menos la odiosa de
Karen.
El enfado me había quitado el sueño, por lo que me acomodé
frente a mi escritorio y encendí el ordenador. No había nadie conectado en mi
lista de contactos y, a decir verdad, tampoco tenía muchas ganas de hablar. Sin
embargo, me llamó la atención el mensaje que me había dejado Claudia. En él me
animaba a participar en un concurso de fotografía de la ciudad. El concurso
estaba organizado por la universidad de bellas artes y premiaba a sus ganadores
con la posibilidad de tener una exposición propia en la misma universidad. No
dudaba en que muchos se apuntarían con la ilusión de conseguir el triunfo,
incluso Claudia había enviado una de sus fotos. No era la primera vez que se
celebraba un certamen parecido ni tampoco la primera vez en la que conseguía un
fracaso estrepitoso en ellos. Aun así, decidí participar y envié por correo la
foto del pájaro que había hecho esa tarde durante mi marcha por el bosque.
Volví a la cama y, en esta ocasión, disfruté de la ausencia
de pesadillas. Claudia había conseguido calmarme y devolverme, en parte, la
sonrisa. Y todo, gracias a la pequeña esperanza del concurso.
Me encanta! Ojalá le vaya bien en el concurso y la Karen se largue ya de su casa!
ResponderEliminarBesos, Rea^^
Ya lo veréis ^^ Todo a su tiempo,Rea, pero como tú dices, ojalá pase ;) Muchas gracias por comentar.
EliminarYo soy ella y mato a Karen, la MATOOO!!! Cómo puede ser así? Menos mal que estás el concuerso!! Seguro que gana!! :)
ResponderEliminarEl capítulo GENIAAAL
Un besoo
Gracias por todo cereza ^^ Ya veo que tampoco Karen ha levantado muchas simpatías en lo poco que llevo de la historia XD En cuanto a lo del concurso, mis labios están sellados ;) Hasta la próxima
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