lunes, 30 de julio de 2012

Capítulo 11

Aquí está el undécimo capítulo. Es un poco corto comparado con otros, pero espero que lo disfrutéis. Por cierto, os aviso que dentro de poco pondré las reseñas de los libros que me he estado leyendo. Además, haré un pequeño homenaje a algunas de las sagas que nunca podré olvidar porque son importantes, de una u otra forma, para mí. Hasta pronto y acordaos de dejarme un comentario diciendo si os ha gustado o si pensáis que debería cambiar algo ;)


Estaba en mi refugio. Me sentía tranquila y cómoda mientras caminaba entre las flores y olía su perfume. Después, empezó a llover. La oscuridad inundó el lugar creando multitud de sombras tenebrosas. El miedo se apoderó de mí y empecé a correr. Huía de algo. O tal vez de alguien. El caso es que no podía parar de moverme porque debía escapar como fuese. Pero todo fue inútil porque me había alcanzado. Caí al suelo y un dolor intenso cruzó por todo mi cuerpo al mismo tiempo que los ojos de mi padre me vigilaban desde la distancia.



Me desperté empapada en sudor. “Sólo ha sido una pesadilla”, me recordé varias veces, “no era real”. Miré a mi alrededor y supe gracias a mi despertador que eran las cinco de la tarde. Me había echado una buena siestecita. En ese mismo momento, alguien llamó a la puerta.

- ¡Un momento, por favor! – grité desde la cama.

- Tarde – dijo Karen mientras abría la puerta. - ¿Sabes que tienes una pinta horrorosa, verdad?

- Yo también me alegro de verte. Por cierto, ¿sabes lo que es la educación?

- Perdona, pero he llamado a la puerta. – Sonrió y me guiñó uno de sus ojos azules. Se había cambiado de ropa, pues ahora lucía un conjunto de camisa y pantalón con unos zapatos granates de tacón. Miró lo que la rodeaba y empezó a cotillear todo lo que se encontrara cerca de ella.

Su sola presencia me sacaba de mis casillas. Estaba aprendiendo que contestar a sus burlas no era una buena opción así que volví a morderme la lengua hasta hacerme daño.

- ¿A qué has venido, Karen? – pregunté. Por lo menos, había roto el silencio y mi visitante dejó de inspeccionar mi habitación, algo que me alivió en parte.

- No has bajado a comer y quería saber por qué.

- Gracias por tu preocupación, pero creo que eso no es asunto tuyo. - ¿De verdad pensaba que me iba a tragar eso? Debía creerme mucho más estúpida de lo que pensaba. - ¿Querías algo más? Porque si no, te pido que me dejes descansar.

Me dirigí hacia la puerta y la mantuve abierta. Quería que se marchara de allí, que me dejara en paz y se ocupase de su propia vida sin meterse en la mía. Por su parte, se limitó  a mirarme con los brazos cruzados sobre el pecho. No tenía la impresión de querer marcharse. Sostuve su mirada durante todo el tiempo. ¿Por qué no se largaba? Estaba claro que no me gustaba y si quería molestarme su objetivo estaba más que cumplido.

Cuando ya creía que se quedaría a vivir el resto de sus días en mi habitación, soltó una pequeña risilla y caminó hacia la salida. Cuando estuvo a mi altura, se giró para mirarme a los ojos y me dijo con un tono exageradamente sarcástico:

- Por cierto, deberías tener más cuidado y evitar caerte por las escaleras de nuevo.

- Adiós, Karen.

Y le cerré la puerta en las narices. ¡Qué a gusto me quedé! Al fin se había callado. Pero no podría borrar el efecto de sus palabras. Ya no me acordaba de que mi piel era una señal de las consecuencias de la reunión con mi padre aquella mañana. Karen debía de saber lo que había pasado en el despacho e, incluso, intuiría el castigo que había recibido, pero no lograría escucharlo de mis labios. Tal vez fuera algo patético mantener un secreto del que todo el mundo hablaba a voces. Aun así, mantendría mi postura hasta el final, pues nadie se compadecería de mí jamás. Y mucho menos la odiosa de Karen.

El enfado me había quitado el sueño, por lo que me acomodé frente a mi escritorio y encendí el ordenador. No había nadie conectado en mi lista de contactos y, a decir verdad, tampoco tenía muchas ganas de hablar. Sin embargo, me llamó la atención el mensaje que me había dejado Claudia. En él me animaba a participar en un concurso de fotografía de la ciudad. El concurso estaba organizado por la universidad de bellas artes y premiaba a sus ganadores con la posibilidad de tener una exposición propia en la misma universidad. No dudaba en que muchos se apuntarían con la ilusión de conseguir el triunfo, incluso Claudia había enviado una de sus fotos. No era la primera vez que se celebraba un certamen parecido ni tampoco la primera vez en la que conseguía un fracaso estrepitoso en ellos. Aun así, decidí participar y envié por correo la foto del pájaro que había hecho esa tarde durante mi marcha por el bosque.

Volví a la cama y, en esta ocasión, disfruté de la ausencia de pesadillas. Claudia había conseguido calmarme y devolverme, en parte, la sonrisa. Y todo, gracias a la pequeña esperanza del concurso.

4 comentarios:

  1. Me encanta! Ojalá le vaya bien en el concurso y la Karen se largue ya de su casa!
    Besos, Rea^^

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    1. Ya lo veréis ^^ Todo a su tiempo,Rea, pero como tú dices, ojalá pase ;) Muchas gracias por comentar.

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  2. Yo soy ella y mato a Karen, la MATOOO!!! Cómo puede ser así? Menos mal que estás el concuerso!! Seguro que gana!! :)
    El capítulo GENIAAAL
    Un besoo

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    1. Gracias por todo cereza ^^ Ya veo que tampoco Karen ha levantado muchas simpatías en lo poco que llevo de la historia XD En cuanto a lo del concurso, mis labios están sellados ;) Hasta la próxima

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