Pasé sola mucho tiempo. Samanta había
salido de mi habitación dejando atrás un olor insoportable a lejía. Miré mi
reloj de pulsera. Eran las dos de la tarde. En esos instantes, tres personas
debían de estar reunidas en torno a la mesa del comedor mientras comían otro
festín. El recuerdo del olor a cordero hizo crujir mis tripas. Tenía mucha hambre,
pero cumpliría mi castigo a toda costa. De
pronto, me di cuenta de algo. Todos estarían concentrados en la cocina y sus
alrededores. Nadie se preocupaba por mí, por tanto, era la oportunidad perfecta
para visitar mi refugio. No dudaba en que ir a mi jardín privado sería algo imposible
durante los próximos días, así que debía aprovechar esa ocasión.
Me levanté del suelo y entré en mi cuarto. Mi cámara de
fotos estaba en su estantería esperando para ser utilizada de nuevo. Arrojé el
trapo al suelo y cogí la cámara, intentando hacerlo lo más rápidamente posible
para no morir de intoxicación por lejía. Después me senté sobre la barandilla
procurando no mirar hacia abajo. Me sujeté a la rama más próxima del mismo
árbol por el que había ascendido la mañana del día anterior. ¡Qué lejos parecía
estar ahora! Con mucho cuidado, me descolgué de la barandilla y empecé a
internarme por el laberinto natural hasta aterrizar sobre el suelo. Milagrosamente no me había pasado nada grave, tal vez el destino consideró que ya había sufrido bastante por un día. Miré a ambos lados del
jardín. Nadie. Me hice una coleta y empecé a correr. Una vez fuera del jardín
trasero, reduje mi velocidad y comencé mi paseo por el bosque.
Empecé a oír los pájaros sobre mi cabeza. Podía oler a
madera mojada y deduje que aún no se había secado el riachuelo. Todo a mi
alrededor parecía estar lleno de vida, desde los nuevos brotes de los árboles y
los animales, pasando por el agua y la brisa. Abandoné la senda para adentrarme
un poco más allá de la primera línea de árboles. El riachuelo estaba cada vez
más cerca porque el suelo empezaba a estar embarrado. Al fin lo encontré y
empecé a seguir su curso hacia arriba. Tarde o temprano acabaría en mi refugio.
Fui sorteando obstáculos con la dificultad de llevar unas manoletinas y no mis
deportivas. Debía pedírselas a alguna criada nada más volver, me recordé, aunque se quedó en algo muy lejano al darme cuenta de dónde me encontraba. En esa zona del
bosque crecían unas flores especiales. Las había encontrado tiempo atrás y, a
falta de saber cómo se llamaban en realidad, las bauticé como “gotas de rosa”.
Ya sé que es un nombre un tanto extraño, pero fue lo primero en lo que pensé
cuando las vi. Eran un poco más grandes que el resto de flores y de un color
totalmente blanco, excepto por la parte inferior, donde se volvían rosas. Era
como si las hubieran tintado con una gotita de ese color, y de ahí, su nombre.
Cogí un par de ellas y las coloqué tras mi oreja. Olían bien, francamente bien.
Seguí caminando mientras sacaba fotos a todo lo que me encontraba. Intentaba,
sin mucho éxito, captar la imagen de algún animal despistado. Sin olvidarme nunca
de fotografiar más cosas, como el riachuelo o las gotas de rosa.
Avancé unos metros más hasta toparme de bruces con mi
refugio. Y lo digo literalmente porque
me golpeé la espinilla contra uno de los bancos. Aguanté las
ganas de ponerme a gritar y me senté. Examiné mi pierna, pero solo era un golpe
sin importancia. Bueno, sin importancia no, porque me dolía como un demonio. Al
cabo de un rato, dejé de lamentarme y examiné el jardín. Aun habiendo estado
hacía un día, tuve que barrer más hojas y limpiar los bancos. Después de
trabajar, me tumbé sobre uno de los asientos de piedra y fui viendo todas las
fotos hechas hasta el momento. Eran unas cincuenta, pero me detuve en una en
concreto. Se trataba de una instantánea de un pájaro a punto de echarse a volar.
Multitud de flores lo rodeaban y la luz del sol entre las hojas de los árboles
le daban un efecto mágico. Sin duda podía tratarse de una de mis mejores fotos
en el bosque, si no de toda mi vida. Guardé mi cámara en su funda con la
satisfacción de haber hecho algo bien. Cerré los ojos y me concentré en lo
sonidos que me llegaban. No importaba lo que hubiera ocurrido anteriormente
porque estaba en mi refugio y las preocupaciones se habían quedado por el
camino. Mis músculos se fueron relajando poco a poco, pues sin darme cuenta
habían permanecido en tensión hasta ese momento. Mi respiración se hizo más
tranquila, al igual que los latidos de mi corazón. Me daba miedo quedarme
dormida, pues sería más difícil volver a entrar a la mansión sin ningún tipo de
contratiempo. Sin embargo, el periodo de ayunas y mi caminata me habían dejado
exhausta. ¿Tan malo sería echar una cabezadita? Abrí los ojos inmediatamente.
Definitivamente no podía dormirme, pero tampoco podía moverme demasiado así que
decidí regresar por la senda de losas, el camino más directo y, por
lo tanto, más corto. Me costó un poco volver a ponerme en marcha, pero una vez
empecé a andar a paso lento ya no paré hasta llegar al jardín de la mansión. Sentía
que había dejado atrás una parte de mí misma acomodada en los bancos o entre
las flores. Tarde o temprano debía visitarlo de nuevo si no quería volverme loca
dentro del inmenso edificio.
Esta vez entré por la puerta, ya que no tenía la fuerza
suficiente para trepar al árbol. La garganta me quemaba y estaba claro que
necesitaba agua de inmediato. Tal vez no había sido buena idea ir hasta mi
refugio, pero tampoco me arrepentía de haberlo hecho. Subí hasta mi habitación
arrastrando los pies y contando los peldaños de cada escalera. Cuando llegué a
mi cuarto, me esperaba una botella de un litro de agua sobre la mesa. Comprendí
que debía administrarla bien durante aquellos dos días porque no recibiría más.
Así lo decía el castigo. Bebí con avidez hasta gastar la mitad de la botella y
me quedé dormida sobre la cama nada más cerrar los ojos.
Yo también quiero un refugio así!!!!!! Me encanta lo de las gotas de rosa! Tienes unas ideas maravillosas!! Pobre... solo un litro de agua...
ResponderEliminarMe encantaaaaaaaaaaaaaaa el capítulo!!!!!
Besos!!
Gracias ^^ Ya que en este capítulo no pasaba gran cosa, al menos me alegro de que te gustasen los pequeños detalles :) Yo creo que todos querríamos un refugio aunque no estuviera en medio del bosque ;)
EliminarEs que tus detalles son GENIALES;) Pues sí,todos tendríamos que tener un refugio, el mío no es nada del otro mundo... es el baño, pero bueno que se le va a hacer, no todos tenemos un bosque al lado jajaja
EliminarUn besoo!!