sábado, 28 de julio de 2012

Capítulo 10

Aquí estoy de nuevo!! Espero que no se os haya hecho larga la espera; pero si es así, ya no tendréis que esperar más porque vuelvo de mi parón de verano y publico el décimo capítulo. Disfrutad el capítulo que completa la decena (todo un número redondo!! XD) Hasta mañana.


Pasé sola mucho tiempo. Samanta había salido de mi habitación dejando atrás un olor insoportable a lejía. Miré mi reloj de pulsera. Eran las dos de la tarde. En esos instantes, tres personas debían de estar reunidas en torno a la mesa del comedor mientras comían otro festín. El recuerdo del olor a cordero hizo crujir mis tripas. Tenía mucha hambre, pero cumpliría mi castigo a toda costa.  De pronto, me di cuenta de algo. Todos estarían concentrados en la cocina y sus alrededores. Nadie se preocupaba por mí, por tanto, era la oportunidad perfecta para visitar mi refugio. No dudaba en que ir a mi jardín privado sería algo imposible durante los próximos días, así que debía aprovechar esa ocasión.

Me levanté del suelo y entré en mi cuarto. Mi cámara de fotos estaba en su estantería esperando para ser utilizada de nuevo. Arrojé el trapo al suelo y cogí la cámara, intentando hacerlo lo más rápidamente posible para no morir de intoxicación por lejía. Después me senté sobre la barandilla procurando no mirar hacia abajo. Me sujeté a la rama más próxima del mismo árbol por el que había ascendido la mañana del día anterior. ¡Qué lejos parecía estar ahora! Con mucho cuidado, me descolgué de la barandilla y empecé a internarme por el laberinto natural hasta aterrizar sobre el suelo. Milagrosamente no me había pasado nada grave, tal vez el destino consideró que ya había sufrido bastante por un día. Miré a ambos lados del jardín. Nadie. Me hice una coleta y empecé a correr. Una vez fuera del jardín trasero, reduje mi velocidad y comencé mi paseo por el bosque.

Empecé a oír los pájaros sobre mi cabeza. Podía oler a madera mojada y deduje que aún no se había secado el riachuelo. Todo a mi alrededor parecía estar lleno de vida, desde los nuevos brotes de los árboles y los animales, pasando por el agua y la brisa. Abandoné la senda para adentrarme un poco más allá de la primera línea de árboles. El riachuelo estaba cada vez más cerca porque el suelo empezaba a estar embarrado. Al fin lo encontré y empecé a seguir su curso hacia arriba. Tarde o temprano acabaría en mi refugio. Fui sorteando obstáculos con la dificultad de llevar unas manoletinas y no mis deportivas. Debía pedírselas a alguna criada nada más volver, me recordé, aunque se quedó en algo muy lejano al darme cuenta de dónde me encontraba. En esa zona del bosque crecían unas flores especiales. Las había encontrado tiempo atrás y, a falta de saber cómo se llamaban en realidad, las bauticé como “gotas de rosa”. Ya sé que es un nombre un tanto extraño, pero fue lo primero en lo que pensé cuando las vi. Eran un poco más grandes que el resto de flores y de un color totalmente blanco, excepto por la parte inferior, donde se volvían rosas. Era como si las hubieran tintado con una gotita de ese color, y de ahí, su nombre. Cogí un par de ellas y las coloqué tras mi oreja. Olían bien, francamente bien. Seguí caminando mientras sacaba fotos a todo lo que me encontraba. Intentaba, sin mucho éxito, captar la imagen de algún animal despistado. Sin olvidarme nunca de fotografiar más cosas, como el riachuelo o las gotas de rosa.

Avancé unos metros más hasta toparme de bruces con mi refugio.  Y lo digo literalmente porque me golpeé la espinilla contra uno de los bancos. Aguanté las ganas de ponerme a gritar y me senté. Examiné mi pierna, pero solo era un golpe sin importancia. Bueno, sin importancia no, porque me dolía como un demonio. Al cabo de un rato, dejé de lamentarme y examiné el jardín. Aun habiendo estado hacía un día, tuve que barrer más hojas y limpiar los bancos. Después de trabajar, me tumbé sobre uno de los asientos de piedra y fui viendo todas las fotos hechas hasta el momento. Eran unas cincuenta, pero me detuve en una en concreto. Se trataba de una instantánea de un pájaro a punto de echarse a volar. Multitud de flores lo rodeaban y la luz del sol entre las hojas de los árboles le daban un efecto mágico. Sin duda podía tratarse de una de mis mejores fotos en el bosque, si no de toda mi vida. Guardé mi cámara en su funda con la satisfacción de haber hecho algo bien. Cerré los ojos y me concentré en lo sonidos que me llegaban. No importaba lo que hubiera ocurrido anteriormente porque estaba en mi refugio y las preocupaciones se habían quedado por el camino. Mis músculos se fueron relajando poco a poco, pues sin darme cuenta habían permanecido en tensión hasta ese momento. Mi respiración se hizo más tranquila, al igual que los latidos de mi corazón. Me daba miedo quedarme dormida, pues sería más difícil volver a entrar a la mansión sin ningún tipo de contratiempo. Sin embargo, el periodo de ayunas y mi caminata me habían dejado exhausta. ¿Tan malo sería echar una cabezadita? Abrí los ojos inmediatamente. Definitivamente no podía dormirme, pero tampoco podía moverme demasiado así que decidí regresar por la senda de losas, el camino más directo y, por lo tanto, más corto. Me costó un poco volver a ponerme en marcha, pero una vez empecé a andar a paso lento ya no paré hasta llegar al jardín de la mansión. Sentía que había dejado atrás una parte de mí misma acomodada en los bancos o entre las flores. Tarde o temprano debía visitarlo de nuevo si no quería volverme loca dentro del inmenso edificio.

Esta vez entré por la puerta, ya que no tenía la fuerza suficiente para trepar al árbol. La garganta me quemaba y estaba claro que necesitaba agua de inmediato. Tal vez no había sido buena idea ir hasta mi refugio, pero tampoco me arrepentía de haberlo hecho. Subí hasta mi habitación arrastrando los pies y contando los peldaños de cada escalera. Cuando llegué a mi cuarto, me esperaba una botella de un litro de agua sobre la mesa. Comprendí que debía administrarla bien durante aquellos dos días porque no recibiría más. Así lo decía el castigo. Bebí con avidez hasta gastar la mitad de la botella y me quedé dormida sobre la cama nada más cerrar los ojos.

3 comentarios:

  1. Yo también quiero un refugio así!!!!!! Me encanta lo de las gotas de rosa! Tienes unas ideas maravillosas!! Pobre... solo un litro de agua...
    Me encantaaaaaaaaaaaaaaa el capítulo!!!!!
    Besos!!

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    1. Gracias ^^ Ya que en este capítulo no pasaba gran cosa, al menos me alegro de que te gustasen los pequeños detalles :) Yo creo que todos querríamos un refugio aunque no estuviera en medio del bosque ;)

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    2. Es que tus detalles son GENIALES;) Pues sí,todos tendríamos que tener un refugio, el mío no es nada del otro mundo... es el baño, pero bueno que se le va a hacer, no todos tenemos un bosque al lado jajaja
      Un besoo!!

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