lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 3

Hola a todos!! Por fin he encontrado mi pendrive y os puedo poner el tecer capítulo. No es muy largo, ni pasa nada de gran importancia; pero el de mañana por la mañana espero que lo compense un poco.


-¡¿Se pude saber dónde estabas, Sheila?!  – gritó mi padre desde su asiento en la alargada mesa que presidía el comedor. - Llegas tarde y ya sabes lo importante que es la puntualidad. Espero que tengas una buena explicación.

               No le respondí. En lugar de ello, me senté donde siempre, lo más alejada de él posible. El comedor era el lugar más grande de la mansión y, también, el más lujoso. Del techo colgaba una lámpara de araña cuyos cristales reflejaban la luz en todas direcciones, iluminando la estancia con una luz artificial, pero cálida. Las paredes eran de color tostado apenas visible a causa de la multitud de cuadros que las tapaban. Eran muy parecidos a los que decoraban los pasillos, aunque por sus ostentosos marcos cualquiera diría que tenían mayor importancia. También había adosados a las paredes algunos muebles de madera oscura repletos de platos de porcelana y finuras de esas. En el suelo, había una alfombra inmensa de colores cálidos, yendo desde el granate más oscuro hasta el amarillo más pálido. Pero lo que indudablemente destacaba en el comedor era la mesa. Siempre tenía un mantel blanco sobre ella y numerosos centros florales. En torno a ella podían llegar a caber hasta cuarenta personas; sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones solo la ocupábamos mi padre y yo. Una de las normas que había en esa casa era ser puntuales a la hora de la comida y cena. Estaba obligada a comer junto a mi padre todos lo días, sin excepción. El castigo por no acudir era tan cruel como sencillo: “Si no comes conmigo no comerás nada durante dos días”. Es lo que me dijo mi padre la vez que falté a la cena porque me entretuve charlando con una amiga.

Debía arreglar esta situación.

               -Sheila, te estoy hablando. – En su voz se apreciaba un aumento de la impaciencia al no tener respuesta. No me quedaba mucho tiempo si quería evitar mi castigo, pero dirigirle la palabra no era algo habitual.

               - Lo siento. Me entretuve con mi tarea de matemáticas. No volverá a pasar, se lo prometo. – El grado de usted me concedió cierta ventaja en la conversación, pues seguramente no esperaba tanta cortesía por mi parte. – Al menos espero que no me haya tenido que esperar demasiado.

               - Más te vale cumplir esa promesa, hija. La próxima vez que suceda, no seré tan comprensivo. - ¿Había escuchado bien? ¿”Comprensivo”? Esa palabra no figuraba en su diccionario. Nunca había intentado entender los motivos por los que yo hacía lo que hacía. Para él solo existían dos opciones: hacer las cosas como él quería o sufrir las consecuencias de no hacerlo. - ¿Me has entendido?

               Cerré la mandíbula con fuerza y contesté un “de acuerdo” entre dientes. Estaba realmente enfadada, pero intenté no mostrarlo. No me vería así. Me negaba.

               Entre tanto, los sirvientes fueron entrando en el comedor trayendo en sus relucientes bandejas los platos que degustaríamos esa noche. Una de ellas se acercó con mi comida. Podría ser la misma que me intentó ayudar esa misma tarde, pero con el uniforme era difícil distinguirla. Por si acaso, me concentré en una flor del jarrón que tenía justo delante y evité mirarla a los ojos. Me llegó un agradable olor a cordero y tuve que contener las ganas de abalanzarme sobre los cubiertos y devorarlo. Otra de las normas decía que el comienzo de la comida estaba a cargo del anfitrión, es decir, mi padre. Este por su parte se dedicó a levantar la copa en un brindis mudo y asentir con la cabeza. Me negué a repetir el gesto y comencé a comer. El cordero estaba delicioso, como siempre. Comimos en silencio y sin apenas mirarnos. Nuestra relación era así, indiferente, salvo cuando yo hacía algo incorrecto. Así, ambos terminamos el postre y yo me retiré a mi cuarto.

               Me quité los zapatos sin importarme dónde aterrizaban. Quería quitarme cuanto antes el recuerdo de la cena. Me puse mi pijama y me metí en la cama dispuesta a dormirme lo antes posible y despertarme en un día nuevo. Aún me duraba el enfado, así que fue un poco más difícil llevarlo  a la práctica, pero logré conciliar el sueño sin ni siquiera darme cuenta.

4 comentarios:

  1. Es geniaal Crispi!!! Menos mal que has encontrado tu pendrive!!
    No tiene madre?? Pobre... Escribe el siguiente yaaaa!!! Cuando escriba el siguiente capítulo y te ponga la publicidad te aviso!!!
    Besos de cerezaa!

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  2. Ah! Y una cosa más!! En diseño puedes añadir un gadget de seguidores para que te puedan seguir!! Ponlo y te sigo;)
    Besos!!

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    1. Gracias cereza lo tendré en cuenta, pero quiero hacer las cosas paso a paso. Lo de la publicidad tóamtelo con calma porque aún estoy empezando y no tengo prisa porque la gente lea mi historia.

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  3. Crispiiiiiii!! Publicidad en mi blog!! Ya verás como te visita más gente! Que no te preocupe si aún estás empezando, está genial y les encantará como a mi! ;)
    Besos!!

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