domingo, 8 de julio de 2012

Capítulo 2

Buenos días!! Después de poner la ampliación del primer capítulo, publico el segundo capítulo de la historia de Sheila. esta vez lo he hecho un poco más largo, pero espero no haberme pasado. Disfrutadlo ;)


Apenas fui consciente de que alguien había abierto la puerta y estaba a mi lado. Me estaba hablando, pero no entendía nada. Sin embargo, esa dulce voz sin nombre me ayudó a tranquilizarme y, poco a poco (muy poco a poco) empecé a calmarme. Cuando estuve segura de que mi respiración podía considerarse normal, miré a la persona a la que probablemente le debía la vida.

- ¿Está bien, señorita Sheila? – me preguntó. Se notaba que estaba preocupada, pero no entendía sus motivos. Era una simple sirvienta que cuidaba la casa. Debió impacientarse por no recibir mi respuesta porque me lo volvió a preguntar. - ¿Señorita? ¿Se encuentra bien?

- Sí, sí. Estoy bien. – Mi voz sonó dura y fría. No soportaba que me llamaran señorita, de hecho, era una de los puntos en mi lista. Vi que se acercaba con intención de ayudarme a levantarme. – No necesito ayuda. Vete. – No era cierto, pues no sabía si podría levantarme sin que el suelo empezara a dar vueltas. Aun con ello, no quería recibir su ayuda. Me negaba a mostrar debilidad ante esa persona.

La criada me miró un segundo y sin decir nada más, se fue. Esperé unos minutos hasta asegurarme de que no volvía y, entonces, me incorporé. Afortunadamente el suelo parecía ser bastante estable. Di un par de vueltas por mi habitación sin atreverme a levantar la cabeza y busqué a tientas la cama. Una vez encontrada, me tumbé sobre ella y empecé a ordenar mis pensamientos. Primero, debía relajarme para darme cuenta de que todo había sido una mala pasada de mi imaginación. Me obligué a levantar la vista y observar el espacio que me rodeaba. Todo estaba en su sitio, perfectamente colocado. Las paredes de color azul claro no se movían como había creído. De hecho, si lo pensaba un poco, mi reacción era absurda; y, automáticamente, me avergoncé de mí misma. ¿Cómo podía darme miedo mi propio cuarto? Además la estancia era lo suficiente amplia como para evitar sucesos como el que acaba de pasar. De hecho, era muy amplia; tanto, que de pequeña solía jugar a menudo al escondite dentro de ella.

               Ahora tocaba dar un segundo paso: debía elegir qué hacer el resto de la tarde. Podía quedarme y charlar con alguna de mis amigas a través del ordenador. Descarté la idea por la sencilla razón de que no soportaría estar en mi habitación tanto tiempo. También podría salir fuera. Me giré para ver el exterior a través de los cristales que daban a la terraza y observé cómo la lluvia seguía cayendo con insistencia. El exterior estaba descartado. Solo me quedaba una opción: pasear por mi casa. Sin duda parecía la mejor opción por el momento así que me puse unas deportivas y me recogí el pelo con una coleta improvisada. Antes de salir, comprobé varias veces si había alguien en el pasillo. Nadie. Al parecer, los trabajadores habían acabado con esa parte de la mansión y debían haber empezado con la siguiente.

               Mi ruta habitual variaba según la hora a la que empezara la caminata, con el objetivo de evitar cruzarme con algún grupo de sirvientes chismosos y, en esta ocasión, (para qué negarlo) con la sirviente que había acudido en mi ayuda. En ese momento eran las seis de la tarde, por lo que mi próximo destino era “La Gran cristalera”. Caminaba con calma. Me sabía el recorrido de memoria y no tenía ninguna prisa por llegar. Repetía a menudo mis paseos para relajarme y tener tiempo para pensar. Disfrutaba dejándome llevar por los inmensos pasillos que constituían mi hogar. Lo que no soportaba de ellos eran la enorme cantidad de obras de arte que los decoraban. A cada paso que daba, me encontraba con un cuadro gigantesco ilustrando un paisaje claramente irreal o un jarrón lleno de flores cuya fragancia más me recordaba a una colonia barata que a un auténtico ramo. La mayoría eran puro motivo de decoración y solo se exhibían con orgullo si nos visitaba alguna persona importante. Lo único que me inspiraban aquellas piezas era perfección. Pero la perfección no existe y, por lo tanto, me parecía absurdo intentar plasmarla en un lienzo con un amanecer o tallarla en una estatua de mármol. Mi padre no opinaba lo mismo, por supuesto. Yo estaba orgullosa de mi opinión y no dudaba en expresarla en voz alta de vez en cuando, para enfado de mi padre y  satisfacción mía.

               Sin embargo La Gran Cristalera era completamente diferente.

               Por fin, crucé el último pasillo, la última esquina y allí estaba. Se trataba de un mirador orientado al lado norte de la casa. Era toda una pared de cristal desde la que se podía admirar un paisaje sencillo pero, a la vez, hermoso: el bosque. La mansión se encontraba rodeada por la sierra y desde la cristalera se podía observar todo el valle. Cada día descubría algo nuevo en él, desde una nueva flor hasta un nido recientemente construido por unas golondrinas, lo suficientemente arriesgadas como para instalarse tan cerca del edificio. Otras veces, simplemente me quedaba mirando el río o intentaba escuchar lo que pasaba afuera. Mi cámara de fotos, fiel compañera desde que tengo uso de razón, había captado muchas instantáneas de aquel paisaje mágico. Al parecer, poca gente se paraba frente a la Gran Cristalera pues no era tan perfecta como para ser motivo de la admiración de nuestros  visitantes. Supongo que se debía a los pequeños cristales de la parte superior que intentaban emular a las grandes vidrieras y se quedaban en burdas imitaciones o a los múltiples arañazos que surcaban el cristal (tal vez incluso ambos). Era “demasiado insignificante”, según escuché una vez a uno de nuestros ilustres huéspedes. Nunca supe si mi padre había mandado construirla con algún fin en concreto, pero no parecía una idea salida de su egoísta cabecita. Recuerdo que una vez le pregunté sobre ello y él me respondió: “No me molestes con estupideces niña”.  Así que su origen seguía siendo un misterio para mí.

               No sé cuánto tiempo pasé esa tarde frente a la cristalera, pero cuando comencé el viaje de regreso, la luz del exterior había disminuido considerablemente y los pasillos estaban alumbrados con sus miles de lámparas colgantes. La noche había caído sobre la mansión sin ni siquiera darme cuenta. Miré mi reloj. Eran las nueve, hora de cenar. Solté un taco por lo bajo y empecé a correr. Por el camino no me crucé con nadie, aunque tal vez lo hiciera y no lo noté. En todo caso llegué a mi habitación en la tercera parte del tiempo que había empleado en la ida. Sobre la cama había un vestido recién planchado, colocado con tanta precisión que no tenía ni una sola arruga. Me desvestí con toda la rapidez que mis brazos me permitían y me puse el vestido. Me di cuenta de que todavía llevaba las deportivas así que me las quité igual de rápido, a pesar de que los cordones parecían no querer cooperar en la tarea. Abrí el armario con violencia y cogí el primer par de zapatos que encontré. No presté mucha atención a si conjugaban bien con el vestido, no tenía tiempo. Antes de salir, arreglé como pude mi pelo, soltando la coleta y colocándome una fina diadema.

               Salí de mi cuarto cerrando la puerta tras de mí y remprendí la carrera. Esta vez dirigí mis pasos en la dirección opuesta. Por desgracia, en un golpe de mala suerte, había escogido unos zapatos con tacón. El destino se lo estaría pasando bomba conmigo. Estuve a punto de caerme en varias ocasiones, pero mantuve el equilibrio en el último momento. Cuando, al fin, llegué a la puerta del comedor, respiré con gran alivio. Me quedé allí un minuto sin atreverme a abrir la puerta hasta que recobré completamente el aliento. Al fin, di unos suaves golpecitos sobre la dura madera y giré el manillar.

3 comentarios:

  1. MeencantameencantameencantameencantameencantameencantaMEENCANTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!! Escribe el siguiente yaa!!! Cómo escribes así de bien?? Solo llevas dos capítulos y ya me tienes superenganchadaaaaaaa!!! Me encanta la protaaa!!!
    Aún no tienes a mucha gente (yo tampoco es que tenga un montón) pero si quieres yo te hago publicidad en mi blog!! Tu dímelo y lo haré!
    Pero acambio tu tienes que escribir el tercer capítulo AHORA, eso es lo que te toca, que si no lo leo pronto a mi me da un ataque y me mueroo;)
    Besos!!
    PD: Siento la parrafadaa!!

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    1. Me encantan las parrafas jaja Muchas gracias cereza ^^ En cuanto al tercer capítulo, sólo tendrás que esperar hasta esta tarde. Me gustaría ponerlo un poco antes, pero el pendrive donde lo guardo parece querer jugar al escondite :@ Lo de la publicidad me parece buena idea siempre que a ti no te importe ^^

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    2. Pues dicho y echo, cuando publique el siguiente capítulo te monto una publicidad tremenda y ya verás como te visita más gentee!!! Con lo bien que escribes! Te voy a conseguir un montón de lectores!!
      Jajaja, yo también pierdo las cosas constantemente, pero no es mi culpa! Son ellas que no quieren que las encuentre...;)
      Besos!

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