Hasta mañana! :)
Al día siguiente, me desperté con una desagradable
sensación. Me incorporé lentamente para evitar sentir los quejidos de mis
costillas. El salón estaba bastante oscuro, ya que la cortina de la cocina
volvía a estar cerrada y la lámpara del techo, apagada. Mis ojos tardaron en
acostumbrarse a la escasez de luz, pero una vez lo hicieron, supe por qué no me
abandonaba la inquietud. Alan no estaba. Tiré de la manta que me cubría y la
cual no recordaba haber tenido antes de dormirme.
- ¿Alan? – le llamé con voz temblorosa. - ¿Dónde estás?
Me levanté del sofá y caminé por el saloncito sin dejar de
repetir su nombre. Hasta que tropecé con un bulto y me caí. De repente, algo me
inmovilizó en el suelo. El sueño se fue de improviso y traté de quitármelo de
encima, pero no podía luchar contra su fuerza. Notaba sus fuertes músculos
sobre mi cuerpo mientras la presión provocaba el dolor de mis costillas. Solté
un quejido. El aire no entraba a mis pulmones. La oscuridad nos rodeaba y me
impedía ver su rostro, pero lo reconocí.
- ¡Alan quítate de encima! – le ordené con gran enfado y
desesperación. Sus ojos pestañearon confusos.
- ¿Sheila?
- Sí, soy yo. ¡Y ahora quítate! – Alan se apresuró a
levantarse y se ofreció para ayudarme, pero en esta ocasión la rechacé. Me
llevé la mano a mi torso, donde mis huesos doloridos no habían soportado bien
el peso del inconsciente de Alan – Enciende la luz, ¿quieres?
Sin contestarme, accionó el interruptor y pude ver al fin
la cara de Alan con claridad. Me crucé de brazos y le miré a los ojos, pero
desvió la vista y se negó a devolverme el gesto.
- Lo siento, Sheila. No sabía que eras tú. – se disculpó
avergonzado por lo ocurrido. Me tomé unos segundos más en comprobar si decía la
verdad; nada me indicó lo contrario. Intenté incorporarme para ponerme a su
altura, pero apenas me había apoyado en el suelo para coger impulso cuando el
dolor volvió a mí duplicado. El aire salió de mis pulmones convertido en un
agudo grito.
- ¡Sheila! ¿Estás bien?
- ¡¿Tú que crees?! – le solté con brusquedad.
- Túmbate, por favor. – Me lo pensé dos veces antes de
hacerlo, pero al final cedí ante la insistencia de Alan, quien se sentó a mi
lado y empezó a levantar la sudadera de mi chándal.
- ¡¿Qué crees que estás haciendo?! – Le arrebaté de las
manos la tela con rapidez, consiguiendo con ello más dolor.
- Necesito ver si tienes alguna costilla rota, así que deja
de moverte.
Sin mucha convicción, permití que Alan fuera levantando
poco a poco mi sudadera. Se paró antes de llegar a mi sujetador y empezó a
palpar mis costillas. Sus manos recorrían mi piel con minuciosidad. Mi corazón
volvió a latir con rapidez y mis mejillas se tiñeron de un suave tono rosáceo.
Al menos hasta que Alan dio con el foco de dolor.
- ¡Ay! Eso duele, ¿sabes?
- Lo siento. – No tenía mucha pinta de lamentarlo con la
sonrisa pintando su cara. – Creo que no está rota, pero será mejor que no te
muevas mucho por si acaso. – Sus manos aún estaban en contacto con mi piel.
Notaba su presión sobre mis costillas como un suave cosquilleo. Alan dio
entonces el examen por terminado y colocó mi sudadera en su sitio. – Te
prepararé algo de desayuno, ¿vale? – Volví rápidamente la cabeza hacia él, teniendo
aún presente en mi mente el recuerdo del dulce beso de buenas noches. Asentí
levemente. Realmente, me apetecía desayunar con él para perdonarle por su
imprudencia.
Esta vez no tuve más remedio que aceptar su ayuda para
llegar hasta la cocina, pues no sabía si hubiera sido capaz de hacerlo por mi
propio pie. Ya en la cocina, tomé asiento en una de las sillas de mimbre y me
quedé mirando cómo Alan trajinaba en los miles de armarios y cajones de madera.
De la nevera, sacó un cartón de leche, el cual vació en dos tazones enormes.
Después, recomenzó su búsqueda por los armarios hasta dar con una caja de
cereales, lo dejó todo sobre el mantel de mazorcas y me ofreció una cuchara.
- Que aproveche.
- Gracias. – Ya no recordaba cuando había sonreído con
verdadera alegría, no obstante, la mueca formada por mis labios en ese momento
debía parecerse en algo a eso.
Ambos comenzamos a tomar nuestro improvisado desayuno. En
comparación con lo que solía comer, eso se quedaba en un ligero tentempié de
muy mal gusto; la leche estaba muy fría y los cereales, duros como una piedra.
- No se te da muy bien esto de cocinar, ¿verdad? – bromeé,
aun a sabiendas de que “cocinar” era una palabra que le quedaba muy grande a
preparar un par de tazones de leche con cereales y calentar unos taperwares en el microondas.
- Supongo que no.
Alan empezó a reírse
por lo bajo y no pude evitar empezar a reírme yo también, así de contagioso era
su sonido. Me olvidé por completo de estar molesta con él y de lo pasado desde
que me despertara. Sólo me importaba retener esa repentina alegría en una
cajita para disfrutarla para siempre. Ambos bromeábamos con nuestras artes
culinarias e iluminábamos la tétrica mañana con nuestras risas.
Por desgracia, la diversión se acababa al mismo tiempo que
nuestros recipientes se iban vaciando. El tiempo corría en nuestra contra
después de que Karen localizara nuestra posición el día anterior. Alan se había
empeñado en mantener nuestro destino en secreto como medida de precaución, aunque
no supe de qué servía tanto secretismo. No me preocupaba, pues confiaba en la
buena intención de Alan; pero me habría sentido mejor si conociera a dónde iba.
Y sin embargo, no era mi meta ni mi inminente huida quien
devoraba todas mis energías, sino Karen. Nunca tuve muy buena imagen de ella,
pero ¿estaría yo preparada para enfrentarme a ella? ¿Qué pensaba hacer Karen
cuando me encontrara? ¿Estaría dispuesta a matarme por orden de su padre? Sólo
el destino podría decirme lo que me esperaba al abrir esa puerta y, por el
momento, no se había portado muy bien conmigo precisamente.
Como odio a Karen, zorras cojonuda, no la soporto si no fuera por ella, Alan y Sheila estarían de lo mejor dándose besitos por allí y por acá, y quien sabe que más... *_* jajajaja.
ResponderEliminarespero que Shiela aprenda a tirar cuchillos o que aprenda karate o algo por el estilo así le da una paliza a la zorra de Karen!
Me encanto el capitulo, como siempre genial.
Un besote grande, Lucia
Muchas gracias ^^ Karen no es muy querida... Tampoco es que haya hecho nada bueno, la verdad. Todavía no me he planteado cómo va a defenderse Sheila, pero por lo menos tiene a Alan a su lado para protegerla ;)
EliminarBesos
jajaja dime Crispi apuesto lo que quieres que tanto como yo o cualquiera quieres un Alan para que nos defienda y para hacer otras cosillas ;) besito va besito viene... jajaja
Eliminar¿Me equivoco? ¿o es que ya tienes tu Alan propio? jajaja
Creo que no me melestaria ser Sheila en este momento, pero me comportaría de una manera un tanto diferente con Alan ;) el pebre se quedaría sin labios... jajajaja
Un besote grande, Lucia
Yo también querría un Alan para mí, pero prefiero dejárselo a Sheila para que conserve sus labios ;) jajaja Un beso Lucia
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