lunes, 10 de septiembre de 2012

Capítulo 38

Hola holita amiguitos!! XD Con lo despistada que soy, se me olvidó cambiar la encuesta de la semana por eso va a empezar hoy, lunes. Así que no olvidéis votar y decir
¿Qué personaje de la historia os gusta más?
Y después de este anuncio, os dejo con el capítulo 38. Espero que os guste porque se descubre si Alan sobrevive a ese desafortunado disparo ;) Un beso a todos.



- ¡NO! – le grité al cuerpo inerte de Alan. - ¡DESPIERTA!
Mi voz desgarró mi garganta, pero no me importó. Lo único que me importaba era Alan y no me oía. Le zarandeé con brusquedad mientras no dejaba de pedirle que abriera los ojos. Necesitaba ver de nuevo su verdor, sentir su mirada cuidando mis pasos.
- ¡ME LO PROMESTISTE! Me lo prometiste. – terminé entre sollozos. – Me lo prometiste.
Apoyé mi cabeza en su pecho y redoblé mi llanto mientras le golpeaba con furia. Así me quedé hasta que unos brazos me sacaron del coche con muy poca complacencia. Me dejé caer al frío asfalto sin detener las lágrimas que salían de mis ojos enrojecidos. Un joven de unos veinte años y de pelo castaño entró en el coche para ocupar mi asiento. Me agarré a las rodillas y oculté el rostro entre mis piernas, intentando esconderme del mundo en su totalidad. Era la misma sensación que experimenté entre las sombras, angustiante hasta ser dolorosa, solo que esta vez tenía los ojos bien abiertos. Si me entregaba a los Sword tal vez me mataran rápido y pudiera rencontrarme con mis amigos al otro lado. O tal vez nunca más los volvería a ver. Miré aterrorizada mis manos, manchadas con la sangre de Alan. Mi ropa también estaba teñida de escarlata. Cerré los ojos para huir de esa visión, pero esta se había grabado en mi mente para siempre. Se había acabado. Jamás, nunca, hasta ese momento, había deseado tanto la muerte. En mis manos había aparecido uno de los fragmentos del cristal roto. Lo acerqué a mi muñeca con la imprecisión de mis temblorosos dedos. Un corte de mis venas y mi sangre se uniría por siempre con la de Alan.
Alguien me agarró las muñecas antes de que el cristal se hundiera en mi piel y lo tiró lejos de mí. Me zafé de su agarre, pero no hui sino que volví a encogerme sobre mí misma. ¿Tan difícil era dejarme en paz? El joven castaño, sin embargo,  volvió a sujetarme por los hombros y me dijo:
- Métete en el coche.
No vi la necesidad de responderle, pues, simplemente, ya me daba igual lo que me pasara. El joven se cruzó de brazos frente a mí y me miró con la cara roja de rabia, esperando mi contestación mientras reprimía las ganas de pegarme. Volví a hundir mi rostro entre las piernas, ignorándole. Resopló de exasperación y me alzó en brazos con la intención de instalarme en la parte trasera del vehículo a la fuerza. No me opuse. El coche arrancó con un ronquido del motor dormido y salió del callejón en dirección a la periferia de la ciudad. Allí, los grandes rascacielos y enormes edificios de apartamentos eran sustituidos por pequeñas casas individuales, agrupadas por urbanizaciones. Si mal no recordaba, en alguna de ellas, vivía mi antigua amiga Laura antes de trasladarse al mismo centro de Delois. Siempre fue más feliz rodeada de enormes moles de hormigón que en aquel lugar alejado de la verdadera civilización. Todas las casitas parecían idénticas entre ellas: jardín delantero, dos plantas, chimenea y terreno en la parte de atrás para la barbacoa y la piscina. Los niños jugaban en la calle a pesar del mal tiempo. Sus rostros pasaban ante mí un poco difuminados por la velocidad de nuestro coche, pero pude ver su cara de felicidad incluso desde la distancia. Yo, en cambio, esperaba no poder sonreír nunca jamás. A mi lado, Alan seguía con los ojos firmemente cerrados sin el más mínimo atisbo de que fuera a abrirlos de nuevo. Su mano, antaño cálida, ahora descansaba sobre su costado, débil y fría. Diego había cambiado mi improvisado vendaje, mejorándolo considerablemente. A parte de eso, todo seguía igual. Alan no iba a volver.
El coche fue desacelerando hasta pararse por completo en un garaje cercano. La puerta se cerró a nuestras espaldas y el motor extinguió del todo su potencia.
- ¡ÁNGELA! ¡VEN!  
Al cabo de un minuto, una chica de la misma edad que el joven castaño entró en el garaje. Hacía honor a su nombre, pues sus facciones eran suaves y su piel, muy pálida. Sus cabellos dorados caían lacios sobre su espalda y desentonaban con la oscuridad de sus ojos, remarcada por el rímel. Vestía unos pantalones sencillos y una camisa blanca. No me habría extrañado si le hubiera visto crecer unas alas blancas a su espalda. Se quedó con la boca abierta al ver a Alan. Corrió a situarse a su lado y ayudó a Diego a sacarle del coche.
- ¡NO! No le toquéis. – grité desesperada.
Sujeté a Alan de la camisa rota y tiré de él. Diego acudió para aflojar mi agarre sin hacer grandes esfuerzos.
- ¿Qué le ha pasado? – preguntó la tal Ángela. Al contrario que Diego, le estaba costando mucho sostener el cuerpo inmóvil de Alan. Nos miraba intermitentemente a mí y Alan, pero yo solo tenía ojos para este último. Ángela abrió la boca para repetir su pregunta, sin embargo, al ver que nadie parecía dispuesto a contestarla, la volvió a cerrar.
Salieron del garaje y yo les seguí tambaleante, apoyándome en las paredes y muebles que encontraba a mi paso. Cada vez nos adentrábamos más y más en las profundidades de la casa. Hice caso omiso de las habitaciones que íbamos dejando atrás, pues todos mis sentidos seguían concentrados en Alan. Parecía descansar plácidamente, disfrutando de un sueño tranquilo. Para mí, en cambio, era una pesadilla de la vida real. Al fin, (ya pensaba que esa casa no tenía final) Diego se paró frente a una puerta y los cuatro pasamos al interior. Ángela y Diego depositaron a Alan sobre una cama.
- Su pulso es débil y ha perdido mucha sangre, pero creo que lo peor ya ha pasado. – decía Diego mirando la cara consternada de Ángela. – Lo que necesita es descansar. Me quedaré aquí por si acaso.
La luz alumbró de repente la estancia. Todos mis músculos se relajaron, desprendiéndose de la tensión acumulada y me desplomé en la moqueta del suelo.
Estaba vivo.
Todo volvió a tener sentido. Sin saber por qué, empecé a reírme. “He perdido la chaveta”, pensé; aunque eso daba igual porque Alan estaba vivo. El alivio que sentí en aquel momento solo era comparable con la alegría de saber que podría haber ganado el dichoso concurso de fotografía, solo que mucho, mucho mejor. Contemplé la figura que reposaba sobre la cama de sábanas blancas. Su imagen no daba al que lo viera muchas esperanzas, pero solo tuve que recordar las palabras de Diego para recobrar automáticamente el ánimo.  
- De acuerdo. – contestó Ángela en voz baja, sin comprender el motivo de tanta risa y pensando, probablemente, que estaba como una cabra. Abandonó la habitación cerrando la puerta tras de sí.
- Tú también deberías salir, esto… ¿cómo te llamas? – Tardé más de lo habitual en comprender que Diego se dirigía a mí. Con reticencia, desvié mi vista del cuerpo herido de Alan para mirar al otro ocupante de la habitación. 
- Quiero quedarme. – Diego frunció el ceño.
- No creo que sea buena idea. Ni siquiera sé quién eres.
¿Sería lo correcto decirle a Diego mi nombre? Hacía solo unos minutos, cuando aún pensaba que no volvería a ver el brillo en los ojos de Alan, me habría entregado personalmente a la familia Sword. Ahora, con renovadas esperanzas, no podía arriesgarme. “No debes confiar en ellos”, había dicho Alan. ¿Podía confiar en Diego? Alan lo había hecho. Si había recurrido a él sería por alguna buena razón. No necesitaba saber más por el momento.
- Me llamo Sheila Johns. Alan me está ayudando a escapar de…
- Los Sword. – completó Diego. Giró la cabeza para mirar a Alan y luego, se volvió hacia mí. Noté cómo me repasaba con la mirada, como si fuera la primera vez que me veía. Mantuve mi atención fija en Alan hasta que Diego dio el examen por finalizado. – Está bien. Puedes quedarte, pero será mejor que no me molestes.
Su voz no abandonó en ningún momento el tono frío y cortante, casi resentido. Me apresuré a colocarme a la vera de Alan mientras Diego cambiaba de nuevo el vendaje de su hombro y curaba sus heridas. Yo, por mi parte, me limité a cogerle de la mano y contemplar su rostro a la espera de ver el verdor de sus ojos. Ninguno de los dos nos volvimos a dirigir la palabra; lo prefería así. Lo más seguro era que Diego me culpara de lo ocurrido, al fin y al cabo, yo también lo hacía. Sin embargo, la felicidad y la esperanza aún endulzaban mi culpa. 

8 comentarios:

  1. Menos mal! Alan sigue vivo! la pregunta ahora es quien es Diego y por que les ayuda? me acabras matando de la intriga!
    besos:)

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    1. Me alegro de que estés contenta ^^ La intriga nunca se va del todo sin embargo XD Alan ya lo dijo: un buen amigo. Pero aún nos falta saber si de verdad son tan buenos amigos como decía Alan... ;)
      Besos Esther :) y gracias por comentar

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  2. aaah dios! que bueno no lo mataste! por un segundo creí que serias
    capaz de matarlo, pero al parecer no... jajaja
    me siento tan aliviada, creo que la que se va morir voy a ser yo de un paro cardiaco, esto no es bueno, no nací para tantas intrigas. Ahora tengo más preguntas, pero me conformo con que Alan este vivo :)
    un besote grande, Lucia

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    1. Pues ya ves que no fui capaz XD Era demasiado pronto y Alan me cae bien. Intrigas que en parte iré resolviendo y en parte no porque aún les queda un camino muuuy largo a estos dos.
      Un beso Lucia ^^

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    2. jajaja, esta bien a mi también me cae bien Alan, por cierto en mi blog tienes un premio, fíjate en la entrada que dice sorpresa!
      Un besote grande, Lucia

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    3. Lo vi esta mañana !! :D Me ha encantado. Muchísimas gracias Lucia ^^ Te he dejado un comentario en tu blog hace unas horas.
      Besos

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  3. Siento no haber comentado antes! Me he puesto al dia y me encanta suerte que sigue con vida que sino te mato eehhh!! jajajajaja Espero leer el proximo pronto!
    Besos!

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    1. No te preocupes Rea ^^ Yo también me he puesto al día con tu blog ;) Tendrías que ponerte a la cola porque por lo visto había más gente que quería matarme jaja Gracias por seguir leyendo mi historia :) el próximo estará mañana, te espero ;)
      Besos

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