Espero que os guste el capítulo de hoy, la cuarta decena y espero que aún queden muchas ^^ En esta tampoco he puesto imagen, pero voy a intentar mejorar ese aspecto de aquí en adelante.
Y nos os olvidéis de que mañana termina definitivamente el plazo de inscripción del concurso. Es una buena oportunidad de utilizar vuestra imaginación y un pasatiempo que compartimos muchos, la escritura, para hacer lo que queráis con el padre de Sheila, por poner un ejemplo jajaja. Las posibilidades son infinitas ^^ Aún tenéis tiempo. Animaos y participad ;)
Un beso y hasta mañana
- ¿Sheila?
Al principio, la sorpresa me impidió darme cuenta de que no
había oído su voz en mi cabeza, sino que era real. Alan se había despertado. Di
un salto y me apresuré a colocarme a su lado. Sujeté con fuerza su mano entre
las mías como llevaba haciendo desde que cayó inconsciente.
- Estoy aquí. – Se había formado un nudo en mi garganta y
empecé a llorar débilmente. – Te daría los buenos días pero no tengo ni idea de
qué hora es. – bromeé. Mis tímidas risas fueron ahogadas por mi llantina.
Alan estaba aún confuso. Quiso apoyarse para poder
levantarse, pero su hombro se lo impidió. Contrajo su cara en una mueca de
dolor y se dejó caer de nuevo en la cama, claramente frustrado. Miraba
alternativamente a la habitación y a mí tratando de ubicarse sin mucho éxito.
- ¿Dónde estamos? – preguntó con esfuerzo. Su pregunta se
perdió un poco en mi mente antes de que comprendiera su significado. Sus ojos no
tenían el brillo de antes, pero solo verlos me bastaba para sentirme feliz.
- No lo sé. – reconocí entre débiles sollozos y siendo
incapaz de quitarme la sonrisa de mi cara. –
A las afueras de Delois. Creo que es la casa de Diego, pero no estoy del
todo segura.
- Ya veo… - seguía mirando a su alrededor con desconfianza.
De repente, su rostro sufrió un cambio. Un segundo antes estaba totalmente desubicado
y al siguiente, aterrado (rozando el límite de la locura). Se levantó de un
salto y de agarró por los hombros. Empezó a zarandearme. Sus manos me agarraban
con una fuerza imposible para alguien que acaba de volver en sí instantes
antes. Me asusté. No paraba de gritarme: “¿Estás bien? ¿Estás bien?”,
“¡Contéstame!”. Sus gritos taladraban mi mente y se me clavaban en el cerebro,
pero no era capaz de responderle, lo que hacía que Alan se pusiera cada vez más
y más nervioso. Ningún grito de ayuda o súplica salió de mi garganta. Ni
siquiera me quejé. Cerré con fuerza los ojos para salvarme de la visión de la
mirada salvaje de Alan. No era él. No podía ser el Alan al que yo conocía. Y de
pronto, todo terminó. Abrí poco a poco mis párpados, temerosa de que solo se
tratase del ojo del huracán; sin embargo, ya no había rastro alguno de
tormenta. Observé a Alan, mucho más pálido que antes, pero volviendo a la
tranquilidad.
- Estás llorando.
En efecto, las lágrimas habían seguido cayendo por mi
rostro aunque no lo había notado hasta entonces. Con un rápido movimiento, me
las enjuagué con la mano.
- Lo siento.
No sabía muy bien por qué me disculpaba. ¿Por llorar? ¿Porque
todo estaba pasando por mi culpa? En realidad, era él quien debería disculparse
por haberse lanzado sobre mí de aquella forma, pero en mi cabeza no cabía la
posibilidad de que Alan tuviera que pedirme perdón. Simplemente, no existía tal
posibilidad. Alan posó
su mano sobre mi mejilla y ocultó uno de mis mechones tras la oreja, a pesar de
que sus dedos temblaban bastante; provocándome un suave escalofrío. Cogí su
mano y se la apreté con fuerza, formando de nuevo la unión que tanto me
gustaba.
- Sí, sí. No te preocupes. Estoy perfectamente. – No iba a
ganar el premio a Mejor Mentirosa del año, pero sonaba bastante convincente.
Esbocé una sonrisa que cualquiera tacharía de falsa, pero que no conseguía
mejorar. – De verdad que estoy bien. Eres tú quien debería descansar. Has perdido
mucha sangre y casi… - Cerré los ojos. No quería decirlo. Si lo hacía, sería
reconocer que podría haber pasado de verdad. Además, no quería desmoronarme
delante de Alan para no volver a preocuparlo sin necesidad. – Por suerte, Diego
llegó a tiempo. – Un infortunio para él.
- Diego… ¿dónde está? – preguntó Alan, reacio a volver a
tumbarse y obedecer mi consejo de guardar reposo.
- Se acaba de ir, pero no creo que sea buena idea que os
veáis ahora, Alan. – Me apresuré a decir. Este me miró sin comprender. – No es
que esté muy contento de tenernos aquí.
- Ah. – Por un momento, pensé que se sentía decepcionado,
aunque más bien parecía resignado a aceptar la situación sin más preguntas. –
No le culpo. Puede que yo hubiera hecho lo mismo.
No tenía sentido empezar a discutir ahora que podía
disfrutar de nuevo de su compañía. Sin embargo, la preocupación no se iba por
mucho que quisiese. A saber qué decidía hacer Diego con nosotros… Una persona
es capaz de muchas cosas si es movida por el odio. Yo lo había sufrido a manos
de mi padre y sus castigos, por lo que conocía de muy buena mano sus
consecuencias. Moví de un lado a otro mi cabeza para disipar los recuerdos, los
cuales habían empezado a surgir en mi mente de forma inesperada.
- ¿Cómo te encuentras? – le pregunté con cariño a Alan,
sólo así conseguía en parte dejar a un lado los malos recuerdos. Alan tenía los
ojos cerrados, aunque no parecía haberse dormido de nuevo, más bien,
concentrarse en sus propios pensamientos. Aun así, los abrió al oír mi pregunta
y me sonrió. Le devolví el gesto con felicidad desbordada.
- Estoy bien.
- Pues tienes una cara horrible. – Imité una cara de asco,
como si me horrorizara verle, e intenté aguantar la risa nerviosa que llevaba
conteniendo.
- Eso es que no has visto los pelos que tienes. –
contratacó Alan. Me llevé la mano inconscientemente a mis rizos. Tenía razón.
Llevaba ya varios días sin darme un buen baño o preocuparme de un asunto tan
trivial como cepillarme el pelo. A estas alturas debía parecer una especie de
monstruo electrocutado. – Y no digamos ya nada sobre esas horribles ojeras.
Pareces un vampiro.
- No tendría que haberme quedado despierta si tú, dormilón,
te hubieras despertado antes. – Me arrepentí nada más decirlo. El semblante de
Alan se tornó más oscuro y triste. ¿Es que nunca pensaba las cosas antes de
decirlas?
- Lo siento. – se disculpó.
- No es culpa tuya, Alan. En serio, no me importa.
Alan volvió a cerrar los ojos y, en esta ocasión, (tras
permanecer en silencio durante varios minutos) me temí que hubiera vuelto a
dormirse, aunque tal vez fuera lo mejor. Si había algo que necesitaba Alan era
un buen descanso. Por desgracia (o por suerte, ya que no podía evitar sentir
renovar mis fuerzas cada vez que le miraba a los ojos), Alan no estaba dormido.
Giró la cabeza hacia mí, limitándose a observarme. Al cabo de un rato, empecé a
removerme un poco inquieta. No me gustaba que se me quedaran mirando y empezaba
a sentirme nerviosa.
- ¿Por qué me miras así? – Siempre me ganaba la curiosidad,
supongo. Alan no desvió la vista, sino que sonrió más ampliamente,
aparentemente divertido por mi pregunta.
- Hasta con esos pelos, estás guapa.
- Creo que la fiebre te ha vuelto a subir. Tienes
alucinaciones. – bromeé para quitarle importancia al cumplido. Sin embargo, no
pude evitar que mis mejillas se sonrojaran, ni que la sonrisa no quisiera
desvanecerse nunca.
- Estoy perfectamente. – Alan rodó los ojos. – Eres tú
quien me preocupa.
- Pues más te vale no hacerlo. Esta vez has tenido suerte,
pero tal vez la próxima, no. – No pude evitar que mi felicidad por el despertar
de Alan fuera diluyéndose para dar paso a la culpa que me acompañaba desde la
muerte de Isabel. – Yo soy la que debería estar en esa cama, Alan. Lo siento. –
Ya había perdido la cuenta de las veces que había pronunciado esas dos
palabras. Se habían convertido sin quererlo en el lema de mi vida, una vida
llena de errores por los cuales pagaban los que me rodeaban.
- Ni se te ocurra volver a pensar eso, Sheila. – Levanté la
cabeza con los ojos de nuevo llorosos. Alan tenía que darse cuenta de que
convencerme de lo contrario era un objetivo imposible. Permanecí en silencio,
de vuelta a mis pensamientos más grises y temibles mientras Alan me observaba
con preocupación.
- ¡Alan! – exclamó una voz desde la puerta.
Ángela estaba de pie en el umbral de la puerta, con la
boca abierta y la sorpresa pintada en su cara de ángel.
AAH ANGELA! andate a ver si llueve puta! porque tenia que aparecer esa tarada, yo que quería que Alan y Sheila se dieran un beso, y cuando Alan le dijo ese cumplido pensé que si se lo iban a dar, pero noooo ya tenia que aparecer Angela, mas te vale que sea una pariente o una muy buena amiga, y que tenga una buena razón de porque beso a Alan mientras estaba inconciente (es una aprovechadora) porque si no va a correr sangre, vamos Sheila! le tengo fe y creo que le podría dar una buena paliza a esa roba besos de inconcientes.
ResponderEliminarUn besote grande, Lucia.
P.D: te escribe un lindo testamento, jajaj pero me tenia que descargar... jajaja :P
Me encantan los testamentos :D Es la diablesa con carita de ángel. Mañana publicaré el siguiente y así podrás saber por qué beso a Alan. Es una historia... interesante jaja Ya verás ya ;) En cuanto al beso de Sheila y Alan me temo que no sé cómo hacerlo. No se me dan bien ese tipo de escenas pero haré lo que pueda Lu para salvar lo que quede de tus uñas ;)
EliminarUn beso
Ahh! Bueno, que se le va ha hacer pero Angela llego justo en el mejor momento! Por cierto, no puedo participar en tu concurso, es que no tengo tiempo! Y te importaria pasarte por un blog nuevo que me he creado. El otro lo elimine hace ya bastante!
ResponderEliminarHola Laura! ^^ La verdad es que era el mejor de los mejores momentos para interrumpir XD En cuanto a lo del concurso, tranquila. Gracias por preocuparte ^^ La verdad es que me habría hecho ilusión que se apuntara alguien más, pero el tiempo es el tiempo. Ya habrá más oportunidades.
EliminarEnseguida te afilio ;)
Besos
el link es este http://lagrimasdeperla.blogspot.com.es/
ResponderEliminarMe encanta,me encanta,me encanta!! cada vez se pone más interesante jaja:D pero esa Angela me da mala espina ¬¬ sigue asi que tu historia es fantastica ^^
ResponderEliminarUn besito!
Gracias Esther ^^ Me alegro de que te lo parezca :) Para una escritorzuela como yo me alegro mucho cuando leo comentarios como el tuyo ^^ Ya verás lo que hace Ángela ;) Tal vez se cumplan tus temores o tal vez no...
EliminarUn besito :)