Hello!! ^^ ¿Qué tal estáis todos? :P Espero que bien. Estoy super contenta porque este es el capítulo 60. ¡¡¡60!!! No me lo creo XD Todavía tengo en mente la encuesta en la que os preguntaba si pensabais que esta historia se está alargando demasiado, pero, de momento, estoy siendo fiel a mi idea de cómo quiero que termine y lo que quiero que ocurra antes de eso. De una forma u otra, no creo que queden más de 20 capítulos. Pero bueno, para eso queda muuuucho así que mejor os dejo que leáis este ;) Muchos besos
Sabía que estaba desaprovechando una oportunidad única, pero el miedo ganaba por goleada a la curiosidad. Era consciente de que no habría sido igual de haber estado con Lucía; sin embargo, lamentarme de mi mala suerte no hacía sino empeorar mi ánimo. El azar de una moneda al aire había dictaminado mi destino. Sabía que tenía que haber dicho cara. “Nueva nota mental: jamás vuelvas a elegir cruz. Estarás perdida”. Aunque tampoco podía olvidar que Alan se había puesto en mi contra sin yo saber por qué, pues de él había sido la idea de separarnos en dos grupos y llegar a la casa-destino por rutas y medios diferentes. De nada habían servido mis protestas y argumentos; iría con Diego en su coche. Le guardaba ligero rencor a mi novio, más superficial de lo que era costumbre en mí, pero existente al fin y al cabo. Era el efecto que Alan tenía en mí, por mucho que quisiera enfadarme con él me era muy difícil.
Y allí estaba yo. Agazapada en el hueco entre el respaldo del copiloto y el asiento trasero del monovolumen negro de Diego. Incómoda es un adjetivo que se quedaba corto para expresar el entumecimiento que sufrían mis músculos y huesos sólo para garantizar mi escondrijo. Sinceramente, no veía el gran beneficio de estar allí retorcida, pero para Diego casi parecía crucial. Me pregunté seriamente si no me estaría castigando a su manera; no obstante, en un principio me pareció un primer paso para aplacar la furia de Diego y aprovechar mi oportunidad. Mi oportunidad de saber, desvelar, arañar la verdad de sus palabras.
Y yo la dejaba pasar. Aunque lo negara, tenía miedo de sus respuestas, una sensación exasperante y enfrentada a la necesidad de conocer y dejar de ser un cero a la izquierda de la ecuación. ¿Acababa de hacer una metáfora con el revoltijo de números y letras sin sentido? Estaba peor de lo que pensaba.
- Diego, ¿te importa si te pregunto algo? – solté atropelladamente, la única forma en la que me hubiera atrevido a hablar.
- Creo que lo harías de todas formas, Johns, así que ¿tengo de verdad elección? – Creí entrever cierta curiosidad en su tono de voz, lo cual no me esperaba en absoluto. Me quedé en blanco. Tanto tiempo formulando preguntas y, de repente, no se me ocurrió ninguna.
- ¿Dónde está Ángela? – Me mordí el labio. Desde luego no era una información que deseara saber, pero de algún modo la diablesa con cara de ángel seguía siendo una pieza del puzle sin su lugar… ¿no?
- ¿Qué tienes con Alan?
- ¡¿Qué?! ¿A ti qué te importa? – respondí molesta. Mis mejillas se arrebolaron ligeramente. Por suerte, Diego no podía ver mi rostro.
- ¿Y para qué quieres saber tú dónde está Ángela? – Toché. Diego había captado mis pensamientos de forma magistral, aunque quizás no fuera un gran mérito. En cualquier caso, no había empezado de forma brillante y el marcador se había puesto a favor de Diego. Tocaba contratacar y sabía con qué.
- Sólo quería saber si ella también era una posible v.S. – Me felicité por mi fingida despreocupación. Punto para Sheila.
Diego guardó silencio, y siguió callado tres curvas después, y no habló durante otras dos, y permaneció sin decir palabra varios kilómetros más; hasta que, por fin, respondió, pero no con palabras, sino acelerando. El coche se alegró con el cambio de velocidad, y nos llevó a mí y a su conductor al filo de las curvas de aquellas montañas. Mi estómago había vuelto a un mar revuelto, así que cerré los ojos en espera de que la tormenta se disipara. Nada me indicó que eso fuera a pasar pronto. Diego aceleraba más y más, subiendo las colinas sin conocer la prudencia. A mí vinieron miedos que ya creía eliminados. Mi suerte con los coches era pésima. ¿Y si…?
Ahí estaban los recuerdos. Nunca se marchaba. Me acosaban de nuevo, felices de atormentar a su única víctima. Mi mente recreó las llamas con innecesario detalle. Una arcada subió por mi garganta, pero sólo se quedó en un amago. Sentí asco, de mí misma, de Diego. Sentía que me quemaba, que me ahogaba y moría, todo al mismo tiempo.
- ¡DIEGO, FRENA!
Escuché mi histeria y la sentí en el corazón. Sentí mi cuerpo temblar. Sentí mi respiración disminuyendo. El mundo se empequeñecía a mi alrededor, creando una cárcel de la que nunca conseguiría salir. Golpeé el suelo con los puños, ¿o era el cielo? ¿era tela? ¿era algo? Ni respiraba ni recordaba cómo hacerlo. Me hundí en mi conciencia en busca de una salida, pero allí no había nada a lo que agarrarme.
El frenazo me pilló desprevenida y me estrellé contra el asiento con fuerza. Me arrastré clavando las uñas en el cuero hasta quedar tumbada sobre los asientos. No era alivio lo que había en mi interior, sino un remolino que no paraba de girar.
- ¿Estás bien, Johns?
- Te odio – gruñí. Sólo en ese momento me percaté de las lágrimas que humedecían mis mejillas.
Me quedé quieta hasta que sólo persistió un ligero mareo al que me podía llegar a acostumbrar, no sin esfuerzo. Me incorporé lentamente, apoyándome en mi codo. Seguía temblando, pero ligeramente menos. Me enjuagué las lágrimas y apoyé mi cabeza en el respaldo.
- ¿Dónde lo has oído? – Lógicamente, no era una disculpa. Me tomé unos segundos más para responder, sólo para asegurarme de que mi voz había recuperado parte de su firmeza.
- Encontramos una foto de Yolanda en tu carpeta en la que habías puesto: “Posible v.S.” Eso es todo. Sólo quería saber lo que significaba – Hasta a mí me sonó a súplica.
Abrí los ojos y vislumbré la figura de Diego sosteniendo la gran puerta del monovolumen, mirándome. Cuando conseguí distinguir mejor sus facciones, vi su tristeza y esta, se me clavó. Tal vez no sintiera lo que se dice cariño hacia Diego, pero seguía siendo un viejo amigo de Alan, su persona de confianza cuando algo iba mal y, ahora, también debía ser la mía.
- Alan me contó que os conocisteis en el colegio y que fuisteis buenos amigos durante muchos años, aunque, al final, os distanciasteis. He estado en su casa y conocí a su madre, a la que no le caigo especialmente bien, por cierto. – expliqué mientras acudía a mi mente la imagen de la gruñona profesional y sonreía sin motivo real. – Yolanda era una de mis criadas, ¿lo sabías?
Diego seguía sin hablar, así que continué.
- Alan me contó que ella y su hermano estaban juntos y también que él…
- No sabía que Yolanda trabajaba en la mansión – me interrumpió de pronto, librándome de pronunciar unas palabras que aún me causaban temor. Suspiré aliviada.
- Pues así es, bueno, al menos antes sí. No sé nada de la mansión desde que me fui. – Diego asintió, aunque, decepcionantemente, no me libró de mi ignorancia al respecto.
- ¿Aún tienes la foto?
Asentí con la cabeza y saqué la fotografía del bolsillo del pantalón, lugar al que la había deslizado con todo el disimulo posible antes de abandonar la habitación de la cabaña. Se la tendí a Diego y este se la quedó mirando. Suspiró hondamente.
- ¿Qué significa las palabras del dorso? – Diego dio la vuelta a la fotografía como si hubiera olvidado que aquellas letras existieran.
- Significa que estaba en peligro o que quizás siga estándolo.
- ¿Qué clase de peligro? – pregunté, tratando de entender.
- “Posible v.S.” Posible víctima de los Sword, aunque nunca llegué a averiguar si de verdad era así o no.
- Espera, espera, espera. – Aún tenía los sentidos embotados y la mente lenta y perezosa, lo que dificultaba aún más mi comprensión. - ¿Qué tiene que ver Yolanda con los Sword?
- Aquí no estamos seguros. – dijo, de pronto, Diego, borrando en parte la sombra invisible que le cubría. – Te lo contaré por el camino.
Quise protestar, ya que mi cuerpo no se había repuesto todavía del trayecto anterior. Pero no lo hice, pues sabía que de nada iba a servir; nadie me hacía nunca caso. Diego cerró la puerta y volvió a ocupar su puesto ante el volante. Yo me volví a recostar y cerré los ojos, prestando atención exclusivamente a las palabras que iba a decir mi compañero. Tal vez así, lograra olvidarme de dónde me encontraba.
- Como ya he dicho, - comenzó. – no sé si de verdad hay una relación como tal entre Yolanda y los Sword, pero lo que sí sé es que Yolanda empezó a ir por sitios nuevos de la ciudad, siempre sola. Un par de días después… - Diego vaciló. Me sorprendió escuchar la duda en sus labios. Arrancó el motor, provocando una chispa de miedo en mi cerebro, y no completó la frase hasta varios metros más adelante, instante en el cual la chispa se esfumó y estuve segura de que, por el momento, la llama no prendería – murió el hermano de Alan y yo dejé de recibir noticias de ella.
- ¿Por qué la seguías? – pregunté para evitar el espinoso tema de Erik. En parte, me alegraba de que Alan no estuviera con nosotros y escuchara nuestra conversación. Debía de dolerle tanto como a mí pronunciar el nombre de Isabel.
- Victoria me lo pidió. Estaba preocupada por su hija y, al fin y al cabo, yo había sido uno de sus mejores amigos.
- ¿Hablaste con ella?
- Sí, una vez. Pero no podía preguntarle por los lugares a los que iba sin descubrirme, así que de poco me sirvió.
- ¿Y qué tiene que ver todo esto con los Sword?
- Esa es la pregunta. No fue idea mía. Victoria estaba convencida de que estaban detrás de todo; aunque, según ella, todo lo malo que pasa en el mundo es por su culpa, así que…
Dejó la frase en el aire. No me extrañaba la actitud de la gruñona profesional, mas sí la de Yolanda. ¿Cómo era posible que Yolanda estuviera relacionada con los Sword? ¿Adónde iría cuando nadie la veía? ¿Tendría su propio refugio o era algo completamente distinto?
- Ojalá estuviera Erik aquí – añadió entonces Diego. Habría jurado que sonreía aun sin comprobarlo con mis ojos. – Te habría caído bien, Johns. Estaba un poco loco, pero se llevaba bien con todo el mundo. – Yo también sonreí.
- Me hubiera gustado conocerle. - No sonó ni hueco ni planeado, sino todo lo contrario. Era tan cierto como que habría dado lo que fuera por volver a hablar con Isabel.
Las ruedas del monovolumen siguieron deslizándose por la carretera, tragándose la tierra a su paso con hambre insaciable, aunque Diego controlaba de forma impecable el vehículo. No hubo más acelerones, ni tampoco palabras entre nosotros. El tiempo continuó su camino perezosamente, como si una vez logrado un objetivo se regodeara en la contemplación del resultado final. No pareció importarnos, pues nos habíamos acostumbrado a la incomodidad del otro y resultaba normal. Más me preocupaba la inquietud que me había dejado nuestra conversación sobre Yolanda, acompañada de la frustración de no poder saber más. Siempre ocurría lo mismo, descubría algo y surgían miles de interrogantes más. El puzle se agrandaba, pero las piezas encajadas no crecían de la misma forma. Me pregunté si alguna vez lograría reconstruir todo mi mundo o si siempre tendría que ir en busca de mi vida en lugar de vivirla.
El camino en ese momento, cambió. Lo noté en los baches que hacían balancear el coche de un lado a otro. Levanté la cabeza por primera vez en mucho tiempo y miré por la ventana lateral. Nos encontrábamos en un camino de tierra que dividía el bosque en dos. Doblamos un recodo y, al fin, pude verla. La casa-destino, una discreta casa escondida entre los árboles de alrededor como si conviviera pacíficamente con la naturaleza. De madera clara y pequeñas ventanas, era la imagen de la tranquilidad hecha edificio.
Diego aparcó frente a la puerta y apagó el motor. Abrí la puerta y salté al suelo, contenta de tener algo firme bajo mis pies. Mis piernas temblaban un poco, pero fingí no darme cuenta con la ligera esperanza de que nadie se percatara de ello. Diego se dirigió al porche que presidía la fachada y yo le seguí de cerca. Subimos los escalones y nos paramos frente a la doble puerta, al mismo tiempo mosquitera y fuerte frontera. Me medio escondí tras Diego, quien no se fijó en mi movimiento. El timbre sonó extremadamente estridente en mis oídos e hizo que mi corazón se disparase. Al poco tiempo, oí unos pasos al otro lado de la puerta, lo cuales permanecieron quietos hasta que su dueño decidió abrir, revelándonos su rostro e identidad.
Bufff cuanta tensión veo yo por aquí y encima lo dejas sin saber quien va abrir la puerta... ahora será un loco o igual es Karen porque visto lo visto puede pasar de todo.
ResponderEliminarLo de Yolanda me dejó un poco rara a ver si va a resultar que es una loca seguidora de los Sword o igual estos la quieren matar por algo que vió (aquí yo divagando)
En resumen que me enrollo jaja que el capítulo me dejó muuuy intrigada cosa que en el fondo me encanta y que está estupendisimo como siempre.
Muchos besos ;)
¿Quién será? ¿Quién será? :) Como tú dices Ana, puede pasar de todo.
EliminarNo te drié si tus divagaciones son correctas o no Ana :P pero me gusta mucho que me contéis lo que creéis lo que va a pasar. Quizás tenéis más razón de lo que os esperáis o quizás no jajaja
Muchas gracias Ana y muchos besos ^^
Hola!
ResponderEliminarCrispi, tengo que decirte que escribes genial, en serio, te expresas muy bien, al menos para mi gusto :)
Acabo de descubrir tu blog, pero ya se ha convertido en uno de mis favoritos, en cuanto pueda, me leo los 60 capítulos enteros :D
Yo me hice un blog hace muy poco, y me gustaría que, si puedes, te pasases a echar un vistazo :)
http://gotasdelluviacayendosobreparis.blogspot.com.es/
Bueno, yo ya me despido, pero ahora que descubrí este blog tan maravilloso, seguro que pondré más comentarios :3
Muchos Besos! :)
Hola Aria!! Bienvenida al blog ^^
EliminarMuchas gracias por tu comentario ^^ Espero que te gusten el resto de capítulos y que puedas ponerte al día lo más rápido posible :)
Me encantaría pasarme :D
Muchos besos para ti también y gracias por los piropos a mi blog *.*
Sin palabras, así es como siempre me dejas. ¿Como puedes escribir tan tan tan extremadamente bien? Usas los adjetivos, las palabras adecuadas en cada situación, leer tus capítulos es como estar en la cabeza de la protagonista. Pero la pregunta es ¿Como puedes tener una imaginación tan increíble?. Siempre me gusta decirte lo mismo, vas a llegar a ser una gran escritora y yo comprare todos tus libros.
ResponderEliminarMe as dejado con la intriga por saber quién esta en la casa D: Y amo el personaje de Diego, parece que oculte algo, es "misterioso" o eso pienso yo (no me hagas caso xD) enhorabuena por capítulo ya, 60!!!!!!!!!!! espero el siguiente impaciente.
Besos M.T
Muchísimas gracias MT ^^ No creo que sea para tanto XD Me gusta utilizar todos los adjetivos que puedo, pero muchas veces me pregunto si no quedan demasiado forzados o si no estoy consiguiendo transmitir lo que de verdad quiero. Ser escritora es muuuuy difícil y no es mi sueño. Que vosotros leáis mis capítulos y comentéis es lo mejor que más me gusta en estos momentos :)
EliminarAhí está la miga de la historia jaja Diego es bastante misterioso en eso tienes toda la razón. Tal vez cambie un poco la historia para que podáis conocerle mejor ... hummm me lo pensaré ;)
Gracias por las felicitaciones ^^
Besos MT