- Creo que se está despertando.
En efecto, mis ojos se abrían con gran pesadez, dejando
pasar apenas unos pocos haces de luz. ¿Dónde estaba? Sentía mi cuerpo moverse
sin que yo no se lo ordenara. Confusa y dolorida, miré a mi alrededor. Reconocí
la cara de Alan muy cerca de la mía.
- Alan, ¿qué…?
Mi estómago dio una extraña sacudida y me olvidé de lo que
iba a decir. El sonido del mundo subía y bajaba como las olas en la orilla,
desorientándome por completo. Todos mis sentidos estaban embotados y sólo era
medio consciente de lo que estaba pasando tras la barrera que me separaba del
resto del mundo. Cerré los ojos y dejé que la marea me llevara mar adentro,
donde las olas jugaban conmigo a ahogarme. Incluso notaba la ropa pegada a mi
piel por culpa del agua helada. Una corriente fría como el hielo me recorrió el
cuerpo y noté cómo mis músculos empezaban a temblar. Poco después, sentí algo
blando debajo de mí, una cama, supuse. ¿Era una habitación pues? Intenté
incorporarme, pero una nueva ola tiró de mí hacia atrás y mi cabeza volvió a
descasar sobre la almohada.
- Yo me quedaré con ella – oí decir a una voz ligeramente
familiar.
- Da igual, prefiero quedarme. – Ese era Alan. ¿A quién le
replicaba? Tosí y mis pulmones ardieron dolorosamente.
- No me hagas repetírtelo otra vez. Sal, vamos, fuera.
La puerta se abrió y cerró y alguien se sentó a un lado de
la cama, hundiendo el colchón con su peso. Me giré despacio, con temor de que
todo empezara a dar vueltas y ya no terminara nunca. Enfoqué la vista y vi el rostro
de una persona desconocida. Tenía unos grandes ojos chocolates, enmarcados por
una larga melena morena que caía lacia a ambos lados de un rostro de facciones
redondeados y dulces, aunque de gran fuerza. De nuevo me asaltó una emoción
desconocida, un eco distorsionado de una voz lejana. Fue entonces cuando empecé
a dudar de que fuera de verdad alguien sin nombre para mí.
- ¿Te duele la cabeza? – preguntó con lo que parecía
sincera preocupación. Fruncí el ceño y me di cuente de que, ciertamente, sentía
tener una abeja zumbando con parsimonia dentro del cráneo.
- No, estoy bien – mentí.
- Te he traído un poco de ropa para que puedas cambiarte. –
Me tendió algunas prendas cuidadosamente dobladas, las cuales recibí con mis
temblorosos dedos. Mi brazo cayó muerto ante la excesiva carga. Me lo quedé
mirando, incapaz de moverme. – Te ayudaré.
Tal vez me hubiera negado en otras circunstancias, pero,
por muy estúpida y avergonzada que me sintiera, debía reconocer que no iba a
poder hacerlo sola. Un duro golpe para mi orgullo en fase de reconstrucción. La
chica anónima, aproximadamente de mi edad, me quitó la ropa mojada y la
sustituyó por otras igual de simples: blusa azul de algodón y pantalón de
pitillo oscuro. Me sentí mucho más cómoda al estar de nuevo vestida, más seca y
menos mareada. Allí tendida, con la vista fija en el techo, empecé a recuperar
la fuerza y la confianza. Cada lenta bocanada de aire conseguía remitir el
mareo y aclarar mi mente de forma casi milagrosa, devolviéndome, además, la
conciencia de lo que había en derredor. Me senté en la cama y miré a la chica
que seguía extendiendo la ropa en el poyete de la ventana.
- ¿Quién eres?
- Creía que a lo mejor todavía te acordabas de mí – me
respondió, aún sin darse la vuelta. Lo hizo a continuación, despertando en mí
una nueva oleada de un sentimiento que conocía de antes pero que no lograba
ubicar del todo. Por más que rebuscara y removiera, la luz no se iluminaba en
mi cabeza. Mientras, la joven seguía esperando.
- Lo siento, pero creo que no nos hemos visto antes – dije
sin mucha convicción.
- No importa – respondió a su vez y se volvió hacia la
ventana. – Será mejor que avise a Diego y a Alan de que ya pueden pasar.
Y se fue. Automáticamente comprendí que le habían afectado
mis palabras, aunque seguía sin conseguir discernir la razón. Seguía
meditando sobre ello cuando los tres entraron en la habitación y tuve que dejar
mis pesquisas para más adelante. Diego se quedó apoyado en la pared, mientras
que Alan se acercó a mí y se sentó al otro lado de la cama. La chica de antes
se quedó en un lugar intermedio, haciendo de barrera entre los dos.
- ¿Cómo estás? –me interrogó Alan.
- Mejor – respondí simplemente, sin apenas mantener su
mirada escrutadora. – Siento haberme ido, sólo quería…
- Vale, vale, vale. No empieces con el “yo sólo quería”,
Johns. No vas a arreglar nada con eso – dijo Diego con tono molesto. – Lo que
nos gustaría saber es qué te ha pasado ahí fuera para volver histérica. Espero
que no sea…
- He visto a Karen – le corté rápidamente.
- … una estupidez.
Un silencio amargo se extendió por la habitación.
Estupefactos por mis palabras, contuvieron el aliento al mismo tiempo, tan
sincronizados como un reloj de pulsera. Sólo Diego pareció recuperarse pronto de
la sorpresa inicial.
- No estamos para bromas, Johns. – Su irritación ya era
considerable y eso me molestó sobre manera, sobre todo teniendo en cuenta que sólo llevábamos unos pocos minutos cara a cara.
- ¿Te parece que esté bromeando? – pregunté irónicamente.
Le hubiera gritado de haber estado en condiciones, pero no valía malgastar mis
energías en la cabezonería de Diego. – Nos encontramos por casualidad en el
bosque o, bueno, quizás “por casualidad” no sea la mejor forma de decirlo
porque, al fin y al cabo…
- Al grano, Johns.
- Déjala en paz un poco, Diego – le reprendió la chica de
ojos chocolates, a lo que Diego respondió con un chasquido despectivo de su
lengua. Sonreí a mi aliada y continué.
- Karen empezó a decir estupideces como algo de un… traidor
o una tontería parecida.
- Eso no tiene mucho sentido…
- ¿Y qué mas da? En lugar de quedarnos aquí, lo que
deberíamos hacer es largarnos cuanto antes. No tengo muchas ganas de tener a
Karen merodeando cerca – declaró Alan, quien se masajeaba las sienes en un
gesto que me hubiera gustado no volver a ver.
- Yo tampoco, – estuvo de acuerdo la joven morena. – pero
tampoco podemos precipitarnos. ¿Recuerdas algo más, Sheila?
- Nada importante. – Repasé mentalmente nuestro corto
diálogo, pero no encontré nada digno de mención. Excepto quizás… - Bueno, puede
que sí haya algo, pero no sé hasta qué punto es importante – agregué. Le miré a
los ojos, aquellos ojos que ya había visto antes sin que yo recordara
dónde. – Karen dijo que tenía que
confiar en ella y que no tuvo nada que ver en el accidente que tuvimos, aunque
no sé por qué lo dijo la verdad.
- ¿A qué te refieres? – Fruncí el ceño. ¿Es que no era
obvio?
- La propia palabra lo dice: “accidente”.
- No existen los accidentes – afirmó con rotundidad Diego,
fijando en él de nuevo todas las miradas. Cruzó lentamente los brazos a la
altura del pecho, otorgándose un tiempo innecesario para continuar. – No he
podido investigar mucho acerca de lo que pasó, pero una cosa está clara, no fue
ningún accidente.
- ¿Qué? ¿Cómo que no…? ¡¿Qué?! – Debía ser una broma y, sin
embargo, nadie tenía ganas de reír, por lo que callé antes de dejar salir una
risa histérica, loca, fuera de lugar y... totalmente acorde con mi estado de ánimo en aquel preciso instante.
No, no era posible. ¿Y todas las veces que me había culpado
por lo que pasó? ¿Y los minutos de sufrimiento envuelta en llamas? ¿Qué pasaba
con Isabel? ¿Qué pasaba con Karen? Todo había dejado de tener sentido, como si
se hubiera desmoronado un firme muro de ladrillos.
- ¿Cómo es posible? – pregunté en un susurro apenas
audible. – Nadie estampa su coche contra otro por diversión – continué con más
firmeza. Me alegré de que la razón hubiera cogido las riendas de mis pensamientos, reconstruyendo sin mucha firmeza el destrozado muro que se desperdigaba en mi cabeza.
- Ya te he dicho que no conozco todos los detalles, pero
hay algo que no encaja. El servicio médico llegó demasiado pronto, como si
alguien hubiera llamado incluso antes de que se chocaran los dos coches. Y
Karen desapareció, no debemos olvidarlo. Alguien debió ayudarla a salir de ese
lío.
- ¿Y eso qué significa?
- Por tercera vez, Johns, no lo sé – repitió exasperado
Diego. Bien, pues que se desesperase. Estaba harta de no saber nada.
- No tiene sentido ninguno. Y aunque tuvieras razón, eso
sólo confirma lo que ya sabíamos: que Karen es una mentirosa. Seguro que ello
lo planeó todo.
- ¿Y arriesgarse a morir? – replicó el de pelo castaño. –
Dios, Sheila, Karen es más lista que eso. Ya deberías saberlo.
- ¡¿La defiendes?! – exclamé indignada.
- No – Su cara se tornó más seria aún, fría y dura como el
hielo. – Jamás defendería a un asqueroso Sword, pero sé distinguir cuándo algo
no es lo que parece.
- Lo que tú digas, pero no pienso confiar en la palabra de
Karen. Sólo sabe mentir una y otra vez.
- Yo no he dicho que…
- ¡Ya vale! – nos cortó autoritariamente la chica sin
nombre. – No estamos aquí para discutir y perder el tiempo. Lo importante es
decidir qué hacemos ahora. Yo voto por ir a la casa-destino. Y cuanto antes,
mejor.
- Yo ya he dicho lo que pienso. – confirmó Alan.
- ¿Y qué es eso de casa-destino? – pregunté a su vez.
- Hemos encontrado un lugar en el que te puedes quedar
hasta que consigamos despistar lo suficiente a los Sword y las cosas por aquí,
se calmen.
- Creía que el objetivo era salir de Delois.
- Es demasiado peligroso ahora mismo. Te quedarás allí
hasta que te lo digamos.
- ¿Perdona? Tú no me das órdenes, Diego. – repliqué
enfadada. ¿Quién se pensaba que era? ¿Mi padre?
- ¿Prefieres morir? ¡Pues muy bien, adelante, mátate!
- Yo no he dicho eso…
- Cierto, te lo digo yo, Johns. Deja hablar a los que saben
más que tú.
- ¡Es mi vida, Diego! Tengo todo el derecho del mundo a
decir lo que me venga en gana.
- ¡¿Queréis parar de una vez?! – Intentó reinstaurar la paz
nuestra compañera. Su paciencia parecía estar agotándose a marchas forzadas.
- No me mandes callar, Lucía. - ¿Qué había dicho? – No
creas que me voy a olvidar tan fácilmente de que casi me rompes la muñeca.
- Ya te pedí perdón por eso. – respondió ella girándose
hacia el rincón en el que se encontraba Diego. – Además, no fue para tanto. – Diego cogió aire como si estuviera intentando controlar su enfado; no parecía
irle muy bien en cambio.
- Un momento, - interrumpí, aún confusa. - ¿Lucía? ¿Eres
tú?
Ella se dio la vuelta muy despacio y asintió una sola vez
con la cabeza. Sentí mi corazón palpitar un poco más fuerte. ¿Cómo no me había
podido dar cuenta antes? Claro que la reconocía, había escuchado su voz por
teléfono. Es más, estaba allí gracias a ella. No sé por qué, pero la noticia
fue tan sorprendente como aliviadora. Al fin había encontrado una pieza, ahora
sólo tenía que ver dónde encajaba dentro de aquel puzle gigantesco.
- ¿Qué haces aquí?
- Convencí a Diego de que me dijera dónde os ibais a
encontrar – me explicó.
- ¿Convencer? ¿A eso le llamas tú “convencer”? – Su voz se
elevó y desinfló con la misma rapidez. – Mira, déjalo, no pienso entrar en ese
juego. Alan, déjame tu móvil, haré una llamada y nos iremos.
- No sé dónde está. – respondió Alan con un encogimiento de
hombros.
- En la mochila, bolsillo derecho de fuera. – contesté de forma automática, pues mi mente
ya estaba llena de preguntas sin respuesta que esperaban por las palabras de
Lucía.
Maldita Karen, siempre fastidiando...
ResponderEliminarNo me acordaba yo ya de Lucía, de hecho tuve que pensar un cacho en quien era para luego ver que lo ponía más abajo,que inteligente soy.
Ya sabía yo que los días "tranquilitos" de Alan y Shelia en plan novios romántico super monos jaja
A ver si encuentran a Karen y sufre un pequeño accidente... luego resultará que es buena y me tendré que tragar mis palabras^^
Ayyyyy que capítulo más estupendo :)
Besos ;)
Karen siempre de por medio jaja Pobre Lucía XD Lo comprendo de todas formas :) A partir de ahora sin embargo va a salir más así que pronto te acostumbrarás a verla supongo ;) Sí, la tranquilidad parece que se ha roto, pero ahora es momento de moverse para volver a encontrarla ^^
EliminarMuchas gracias Ana ^^
Besos
ME ENCANTA. Que capítulo tan interesante!!! De verdad ESCRIBES GENIAL! ADORO ESA MANERA QUE TIENES DE HACERLO VER TODO TAN BIEN!
ResponderEliminarDios, necesito saber ya dónde está Karen...
El capítulo perfecto! UN besito :))
Muchas gracias Jane :D Me estás poniendo colorada :P Sé que me queda muuuuucho por aprender y mejorar pero todo tiene su principio supongo. Con el tiempo se sabrá dónde está Karen ;) Paciencia que es la madre de la ciencia jajaj
EliminarBesos
PD: Estoy deseando leer tu nuevo capi ^^
*-* I N C R E I B L E ! siento no haber comentado en tu anterior perfecto capítulo. Lo as escrito tan bien, eres capaz de describir las emociones de los personajes de una manera tan exacta y precisa, que haces que uno mismo se ponga en el lugar de ellos.Pero me as dejado con la intriga, ¿y Karen? necesito el siguiente capítulo ya D: futura escritora1 ( ¿ no te importara que te llame asi, verdad ?)
ResponderEliminarSigue asi!
Besos M.T
PSD: La entrada que hiciste sobre el atentado de Boston, fue preciosa.
Muchas gracias ^^ Karen es el gran misterio de este capítulo parece ser. Karen no ha terminado en esta historia, todavía le queda guerra por dar ;) Lo descubriréis más pronto de lo que creéis.
EliminarEl siguiente capítulo está casi listo, así que estará seguramente colgado el viernes o el sábado.
¿futura escritora? :O Vaya pues... sería un placer :) Muchas gracias por el halago MT ^^
Muchos besos para ti también
PD: Lo que ocurrió en Boston me impactó mucho así que creo que era lo mínimo que podía hacer :( Esperemos que no vuelva a escribir otra entrada de ese estilo :)
ME ENCANTA! Creo que escribes muy bien! Quiero saber YA donde esta Karen... Porfavor cuelgaa rapido el proximo capitulo!!
ResponderEliminarBesos! :)
Muchas gracias Samantha ^^ Creo que es tu primer comentario aquí, no? Bienvenida en ese caso :) El capítulo 62 va a tardar un poco. Sorry :S Estoy haciendo lo que puedo por avanzar pero me he vuelto a estancar... ¡A desatascarse toca! jaja
EliminarBesos y gracias por comentar