Mis sentidos quisieron engañarme nada más despertarme.
Cuando noté unas sábanas alrededor de mi cuerpo, un colchón donde descansaba mi
espalda, una almohada bajo mi cuello y unos rayos cálidos sobre mi piel, mi
cerebro pensó: “Estoy en mi habitación”. Pero como he dicho, sólo estaban
jugando conmigo y no parecían querer hacerlo limpiamente.
No estaba en la mansión. Aquél no era mi dormitorio.
Aquella cama dura y sobria no era mi mullido colchón nuevo. Los tímidos rayos
que atravesaban unas simplonas cortinas de encaje, no provenían de mi terraza;
ni me esperaba diván alguno tras la ventana de madera. Aquel no era un lugar
con el que quisiera familiarizarme, sino el cutre “leñador del norte”, perdido
en medio de la nada, habitado por el extraño señor Paco y olvidado por el
resto. Su bienvenida sólo constaba de un olor a pan quemado desde la cocina de
la planta inferior.
Pero no era esa la única diferencia. Puede que hubiera
estado sola todo el tiempo que pasé en la mansión; sin embargo, ya no era así.
A mi lado, descansaba plácidamente la única persona a la que le había dicho “te
quiero”. Le acaricié los mechones que caían sobre su frente, sabedora de que no
lo notaría de tan profundo solía dormir. Además, nos habíamos pasado buena
parte de la noche hablando del encuentro con Diego y sabía lo importante que
era para él recuperar esas horas de sueño.
Diego… No tenía muchas ganas de verle de nuevo. Bueno,
vale, ninguna. Pero sabía que necesitábamos más respuestas, sobre todo yo.
Quería preguntarle por Yolanda, Lucía, la mansión, Karen, los Sword…
En ese instante, habría dado lo que fuera por seguir deambulando por el bosque durante años y perderme en él, olvidar, vivir. No necesitaría hablar con él, pues en mi memoria no existiría su nombre. Nadie me buscaría porque no sería nadie. O tal vez por eso mismo me buscaban ahora, por no ser nadie, es decir, por existir solo a consecuencia de otra persona. Todo era tan complicado… Mi deseo cobró fuerza; no obstante, aún guardaba parte de mi cordura y una lógica que me decía que la paz que yo anhelaba no era posible.
En ese instante, habría dado lo que fuera por seguir deambulando por el bosque durante años y perderme en él, olvidar, vivir. No necesitaría hablar con él, pues en mi memoria no existiría su nombre. Nadie me buscaría porque no sería nadie. O tal vez por eso mismo me buscaban ahora, por no ser nadie, es decir, por existir solo a consecuencia de otra persona. Todo era tan complicado… Mi deseo cobró fuerza; no obstante, aún guardaba parte de mi cordura y una lógica que me decía que la paz que yo anhelaba no era posible.
Así pues, me levanté y salí de la habitación en dirección
al baño. Este era tan sobrio y sencillo como el resto de la casa. Carecía de
espejo, siendo una bañera de mármol lo más sofisticado del cuartucho. Aún
recordaba las palabras de Paco: “El agua caliente no va muy bien”. ¡Ja! Eso era
endulzarlo sin necesidad porque el día anterior, mientras Alan custodiaba la
puerta desde fuera, yo me había dado un baño y comprobado, con horror, que ni
una sola gota de agua templada salía del grifo. Sin embargo, esa mañana el agua
helada de sus cañerías me despejó de inmediato.
Bajé las escaleras,
resignada a probar las tostadas quemadas que ya eran patentes en el aire del
bar. Me apoyé en la barra y dije sin mucho entusiasmo:
- Buenos días, Paco.
Unos segundos después el cocinero salió de la puerta
lateral con una bandeja repleta con las dichosas tostadas.
- ¡Buenos días, Isabel! Bonito día, ¿verdad? Sí, Señor, un
buen día – se contestó a sí mismo. Tomé asiento en torno a la mesa en la que
había dejado el desayuno. - ¿A qué viene esa cara de entierro? ¡Alégrate un
poco, mujer, que seguro que hoy podéis encontrar al resto de vuestro grupo!
- Claro, Paco. Seguro que sí. – Me olvidé de sonreír y di
un largo sorbo a la taza de leche caliente, deseando que se me contagiara parte
de su alegría natural.
- ¿Dónde has dejado a tu chico? – siguió preguntando Paco.
- Arriba. Está durmiendo todavía.
- Bueno, pues peor para él. Ya sabes lo que dicen: “A quien
madruga, Dios le ayuda”. Y es una verdad como una catedral, ¿no te parece?
- Supongo. – Mordí la primera tostada e intenté con todas
mis fuerzas no escupirla en el acto. Conseguí tragármela con un poco de leche.
– El cordero estaba buenísimo, por cierto.
- Ya te dije que lo sería. – Su risa llenó la sala vacía. –
Nunca falla.
Esta vez mis labios sí se curvaron en una media sonrisa.
Esa receta levantaba el ánimo de cualquiera. Paco continuó con su verborrea,
mientras recibía poco más que monosílabos de mi boca llena con la asquerosa
masa de pan. Cuando acabé, me quedé mirando el plato, sorprendida de haber sido
capaz de terminarme toda la ración de tostadas. Juraría que fue el desayuno
menos saludable que alguna vez probé.
- Bueno, Isabel, me gustaría
poder disfrutar más tiempo de tu compañía, pero tengo que volver a la cocina.
Si necesitáis algo ya sabéis dónde estoy. – Me dedicó un guiño, marca de la
casa, y se fue.
Genial. Tiempo para hacer nada. Me
quedé allí quieta durante los primeros minutos, pues no tenía a dónde ir. Dar
vueltas por el bar habría sido una opción si este tuviera un mínimo de interés,
pero no era ni de lejos el caso. Y entonces, una idea se fue formando en mi
cabeza. “No debería…” Pero era tan tentador... Me mordí el labio. No me iba a
pasar nada. Noté la navaja multiusos sobresalir en el bolsillo de mi pantalón. No
iba a pasarme nada. “Pero y si…” Se acabó la duda, era hora de tomar
decisiones. Me acerqué a la puerta de la cocina y asomé la cabeza. Paco estaba
en esos momentos ocupado cortando con esmero unas verduras.
- Paco voy a salir a dar una
vuelta por aquí cerca. Si Erik se despertara antes de que vuelva, ¿le podrías
decir dónde estoy?
- Claro, Isabel. Dalo por hecho.
Pero no tardes mucho, ¿eh?
- Descuida.
Anduve hacia la puerta y salí al
encuentro de un día que se me antojaba mucho mejor que momentos antes. Los
últimos retazos de sueño se esfumaron con la primera bocanada de aire. Sonreí y
di los primeros pasos que me alejarían del bar. Después, seguí paso a paso
yendo más y más lejos. Volví la vista atrás en un par de ocasiones, pero el
bosque tiraba de mí con fuerza y me iba tragando con cada metro recorrido.
Aunque al principio me resistí y fui anotando mentalmente detalles que me
ayudaran a volver, pronto me dejé llevar. No había camino bajo mis pies, sino
todo un mundo a mi disposición. Reí sin que nadie me escuchara. Salté sin que
nadie me viera. Fui libre. Fui yo. Como había querido esa misma mañana, olvidé
y me limité a sentir. Me sentí feliz, pero… me faltaba algo.
Paré de golpe. Faltaba algo. Me faltaba alguien. Alan. Le
había dejado solo. ¿Por qué lo había hecho? ¿Estaría bien? ¿Y si Diego ya había
llegado y no nos había podido encontrar? De repente, volví a tener miedo. Me
giré en redondo y empecé a desandar el camino con un nudo en el estómago. Qué
ilusa e irresponsable había sido. Egoísta, era la mayor egoísta de todo el
maldito planeta Tierra. ¿Cómo podía haber pensado en salir así, sin más?
“¿Y qué ibas a hacer?”, me dijo una vocecita, “¿seguir
encerrada?, ¿volver a ser una prisionera dentro de cuatro paredes?”.
No pude contestarme porque delante de mí se presentaba un
problema mayor.
Delante de mí, estaba Karen.
No se movió. Estaba apoyada en el tronco de un árbol y casi
parecía que hubiera estado allí por siempre. Aguanté la respiración lo que me
pareció una eternidad entera, creyendo que así no se percataría de mi
presencia. No conseguí engañarme. Ella sabía, tan bien como yo, que estaba allí
mismo, a tan solo unos pasos de una Sword especialmente cabezota. ¿Cuánto
llevaba sin ver ese rostro de hielo? ¿Un mes? Me habían parecido años. No puedo
describir cómo me sentí en ese momento. Creo que, simplemente, dejé de sentir.
- Te estaba buscando. – Seguía sin mirarme, más interesada
en el paisaje salvaje que nos rodeaba. – Eres más difícil de encontrar de lo
que pensaba.
Tampoco contesté en esta ocasión. Mis labios, como el resto
de mi cuerpo, se habían quedado paralizados. Y entonces, me miró. Sus ojos
azules se clavaron en los míos y fue como si de verdad una aguja me taladrara
con ellos. Notaba con demasiada claridad la sangre fluir por mis venas y el
rápido golpeteo de mi corazón en mi pecho. Algo estaba creciendo en mí, mas era
incapaz de descifrar su significado.
- Veo que no te ha ido demasiado mal. Tienes un aspecto
horroroso pero estás viva. Es más de lo que esperaba. – continuó. Dio un paso
hacia mí y mis dedos se movieron solos hacia mi bolsillo. - ¿Qué crees que
haces? – Saqué todo lo rápido que pude la navaja y apunté con ella a Karen.
Esta se rio y avanzó otro paso hacia mí. - ¿En serio? ¿Una navaja? – Qué poco
de menos había echado esa irritable risa. – Muy bien. – Levantó las manos por
encima de la cabeza. – Haz lo que quieras, Sheila. Yo estoy desarmada.
Compruébalo si quieres. – Dio un nuevo paso hacia mí.
- ¡No te acerques más! – le grité. Mis nudillos se
volvieron blancos alrededor del arma.
- Por favor, Sheila, baja eso. No quiero que te hagas daño.
- ¿En serio? Eso es un gran detalle por tu parte, Karen, –
Su nombré quemó en mis labios como veneno. – pero no tengo ninguna intención de
hacerlo.
- Escúchame, Sheila, nada de esto es lo que crees. – Su voz
cambió, tornándose más dulce, más… ¿preocupada? – Tienes que tener mucho
cuidado, ¿me oyes? – Yo empecé a mover mis pies con cautela, rodeándola pero sin
darle la espalda en ningún momento. – Hay alguien que te está traicionando…
- ¡Tú me traicionaste! – le grité con fuerza mientras daba
un nuevo paso hacia la izquierda.
- Yo no fui la responsable del accidente si es a lo que te
refieres. – Estaba tan calmada… Sus nervios de acero no habían cambiado ni un
ápice. La odiaba tanto… – Sheila, por favor, hablemos con tranquilidad.
- ¡Ni un cuerno! Estoy harta de tus jueguecitos. ¡Dejadme
en paz de una vez! ¿Qué os he hecho yo? – Estaba tratando de controlar la
explosión de furia que amenaza con estallar en mí de un momento a otro, aunque era tan difícil como parar un torrente de furiosas aguas. Una
lágrima cayó procedente de mi ojo derecho, primera señal del desbordamiento del río.
- Por favor, Sheila, yo sólo quiero ayudarte. Confiaste una
vez en mí y debes seguir haciéndolo.
- Tú lo has dicho, confié en ti, pero no cometeré ese error
por segunda vez.
- Sheila, créeme, por favor. Hay alguien jugando contigo,
pero no soy yo. – Se alejó por primera vez de mí, pero no confié en sus
intenciones. Karen podía ser muy escurridiza si se lo proponía. – Aún no he
conseguido averiguar quién es, pero pronto lo sabré.
- ¡Cállate! Aquí la única puta traidora mentirosa eres tú.
Karen guardó silencio unos segundos, no sé si a causa de la
sorpresa o porque me considerara una auténtica amenaza. Fuera como fuere, el
silencio se me antojó mejor que sus mentiras.
- Como quieras. – dijo con un tono de voz que sonaba a
rendición. – Sólo quería avisarte y ya estás avisada. ¿Dejarás que me vaya?
Noté la frialdad de una nueva lágrima caer por mi rostro.
No podía dejar que se marchara. Avisaría a los Sword y tendríamos que salir
huyendo de nuevo. ¡Maldita Karen! Lo había estropeado todo. No podía irse así
sin más. Y, sin embargo, ya nos separaban muchos más metros que antes. Karen se
dio la espalda con lentitud y se fue andando con toda la tranquilidad del mundo.
No lo pensé más, eché a correr.
A mi paso, iba dejando sombras multicolores difuminadas por
la velocidad de mi carrera, borrones difíciles de esquivar si no se encontraban
a un palmo de distancia. Mis piernas sorteaban miles de obstáculos y se
tropezaba con otros cientos. El bosque se había vuelto en mi contra, formado un
intrincado laberinto del que no conseguía salir; aunque bien mirado, no era una
salida lo que lo que yo buscaba, sino una entrada a la seguridad. Así que
continué corriendo. En mi camino, caí a un río. La corriente me desequilibró,
haciéndome caer en un par de ocasiones más, pero ni siquiera eso me frenó, pues yo misma me sentía como un río descontrolado. Corrí
y corrí hasta que me encontré frente a la puerta de “El leñador del norte”. La
aporreé con los puños hasta que esta se abrió y caí en los brazos de alguien.
- Karen… – logré decir entre jadeos antes de caer inconsciente.
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Dios mío, pobre Sheila... El final me ha dejado :O Lo has escrito perfectamente bien... La forma de describirlo es genial, me encanta.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho con este capítulo, como con todos :)
Respondiendo a tu pregunta, sí. Me ha pasado, y lo mejor es dejarse llevar por lo que se te pase en ese momento por la cabeza, hasta lograr que sea lo que querías escribir, no sé si me explico bien...jejeje
Un besito y fantástico :)
Gracias ^^ Estoy totalmente de acuerdo contigo Jane. Así es cómo más se disfruta además escribiendo.
EliminarBesos
¿¿¿¿¿¿QUE HACE LA ASQUEROSA DE KAREN FASTIDIANDO LA HISTORIA?????
ResponderEliminarQue asco me da esa tia por dios uff yo si que le hubiera dado con la navaja a ver si aprendía a no tocar la narices y se moría un rato ¬¬
Yo que veía a Sheila y a Alan tan felices y contentos y aparece esa que hace que Sheila se desmaye... Uffffff
La verdad es que el capítulo está como siempre... GENIAL!!!
Y sobre lo que preguntas, una vez, en el capítulo 11 para ser exactos tuve que hacer más de 10 borradores hasta que me deje llevar y me acabo saliendo más o menos como me gustaba :)
Besos ;)
P.D: En el capítulo eché de menos a Alan (si, me gusta mucho jaja)
Qué amor mas bonito le tienes a Karen XD Sheila ya mató a una persona, no sería bueno que además se manchara las manos de la sangre de Karen. Aunque todo es posible jaja
EliminarMuchas gracias Ana ^^ Me alegro de que compartáis estas experiencias de escritoras :P A mí también me ha pasado mucho lo de los borradores y sé lo frustrante que puede llegar a ser :(
¿Sabes que no me había dado cuenta de que en este capi no aparece Alan? XD
Besos
Crispi!! (genialisima escritora)
ResponderEliminarAhh si, comento tarde!!! pero créeme que no he tenido tiempo, una disculpa ;)
El Capitulo esta G E N I A L !!!!!
Tu manera de escribirlo es muy........ simplemente es una historia perfecta!!! :D
Y la manera en que acabo.!!!
¿Sabes? me ha pasado igual que tu! ^^ solo ahorita estoy lidiando con el capi 15 y si, ya lo tenía planeado como unos 5 capítulos antes y fue una idea genial, pero ahora ya no recuerdo muy bien lo que había pasado por mi cabeza en ese entonces y ahh!!!! Bueno, es horrible estar borrador tras borrador , jajajaja :) !!!!
Excelente capítulo, sigue escribiendo de maravilla ^^
Miles de besos para ti!!! Y un cordial saludo :D
Muchas gracias Meena ^^ No pasa nada porque comentes un poco más tarde ;)
EliminarMe ha gustado mucho tu comentario porque por vuestro apoyo merecen la pena todos los borradores del mundo :D Gracias ^^
Saludos Meena