domingo, 15 de marzo de 2015

Capítulo 70 (parte 2)

Hola, hola :) Hoy debo confesaros que estoy algo nerviosa por lo que os traigo al blog :S No voy a repetirme contándoos la odisea que ha sido para mí este capítulo, pero espero que comprendáis que precisamente por eso hoy, más que nunca, me gustaría que me dejarais un comentario diciéndome qué os ha parecido :) Sé que probablemente ha sido una espera excesivamente larga para un capítulo así, pero por suerte os puedo asegurar que el próximo estará sí o sí la semana que viene ;) Os espero :P Y espero que disfrutéis de la continuación de la historia de Sheila ^^
Besos!!





Sin más florituras ni discursos que pudieran distraerla de su objetivo, Karen echó a andar de nuevo por el pasillo sin detenerse a comprobar si la seguía o no, aunque, como buen cachorro de sabueso, no dudaba en que lo haría. Odiaba los cambios de planes, pero no por ello podía olvidar la misión que la había traído hasta la mansión. Debía llegar cuanto antes al despacho.
               - ¿Y adónde se supone que vamos?
               Karen no contestó.
               - Al menos, deberías decirme adónde vamos, ¿no crees?
               La joven se detuvo y se asomó al pasillo contiguo. Despejado. Revisó su reloj y esperó.
               - ¿Qué ocurre? – preguntó en un susurro.
               - Silencio – Sonaba molesta y al mismo tiempo indiferente.
               Al cabo de un minuto, Karen salió al pasillo y cogió el camino de la derecha con el agente pisándole los talones. Tuvo que esforzarse por olvidarse de su presencia. No podía distraerse. Todo dependía de ella.
               Se acercaban a una nueva intersección y el cuerpo de Sword se tensó. Estaban cerca, muy cerca. Sacó un espejo de… bueno, dejémoslo en que Javi tuvo que desviar la vista y rezar un poquito para pedir perdón ante un par de pensamientos impuros… Fuera como fuese, Karen inclinó el espejo y escudriñó su imagen hasta que pareció dar con aquello que buscaba. Sus hombros se destensaron ligeramente, aunque, como bien pensó Javi, no era suficiente para alejar la impresión de encontrarse ante una fiera en plena caza.
               - No hables y quédate detrás de mí – ordenó sin dignarse a mirarle.
               Y sin esperar una respuesta, se descubrió a los guardias que custodiaban la boca del lobo.
Javier no tuvo tiempo de reaccionar, atascado a medio camino entre la frustración, la irritación y un miedo y adoración difíciles de explicar, se quedó mirando el lugar que había ocupado Karen sin poder mover otra cosa que no fueran sus párpados. Pasados los primeros instantes, sin embargo, apretó las mandíbulas con fuerza y se obligó a seguir a Sword como un buen policía. Al menos, con el deseo de serlo.
               Ante él, se encontró a una Karen anclada con cemento a la alfombra, tan firme que dudaba que existiera fuerza capaz de negarle el derecho a ese trozo de suelo. A ella se acercaba un auténtico gorila de cara adusta y, en cualquier caso, poco amigable, que provocó una respuesta inmediata en Javi: llevarse la mano a la parte trasera de su pantalón donde descansaba convenientemente escondida su pistola. El agente frunció el ceño al ver cómo el matón lucía sin ningún reparo un arma de calibre considerable, de esas que te perforan el pecho antes si quiera de que escuches el peligro. Javier se posicionó junto a Karen sin desviar la mirada de la mano de aquel hombre. Incluso aunque sus cuerpos apenas se rozaban, nunca jamás se había sentido tan al límite. Por el contrario, el hombre no se había detenido y seguía acercándose a ellos sin variar un ápice el gesto de su rostro pétreo.
               - Quieto. – La voz de Karen fue apenas un suspiro y, aun así, se escuchó sólido y pesado. El hombre se detuvo al instante. - ¿Sabes quién soy?
               - Eres Karen – respondió él con total tranquilidad y sencillez. Karen entrecerró los ojos para, a continuación, dar una cabezada con su inexplicable aprobación. – No sabía que fuera a venir acompañada – no era una crítica sino un hecho.
               - Ha sido una decisión de última hora – Javier retuvo un bufido.
               - No está en el plan.
               - Lo sé.
               El guardia volvió a asentir y le dedicó una mirada evaluadora al agente, quien contuvo la respiración y aguantó el examen con sus mandíbulas a punto de romperse. El resultado final no pareció contentarlo en absoluto, lo cual no hizo sino poner una vez más a prueba el autocontrol del agente.
- ¿Está todo preparado? – prosiguió Karen, ajena a la tensión de su acompañante.
               - Sí.
               - Bien, seguiremos el plan según lo previsto. No quiero complicaciones.
Recibió otra respuesta afirmativa que puso los pelos de punta a Javi. ¿Dónde se estaba metiendo? ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Cómo podía Karen dar órdenes así a un guardia de la mansión de los Johns? ¿De qué puto plan estaban hablando? Y para colmo, todo se volvió aún más confuso cuando Karen se adelantó y dejó que ambos hombres la flanquearan e inmovilizaran sus brazos.
               La poca paciencia que aún le quedaba llegó a su fin. Sacó su arma y cuadró los hombros.
               - Soltadla – No le obedecieron. Su pulso tampoco temblaba. – Se acabó, ahora mismo me vais a decir qué coño está pasando aquí.
               Para mayor desconcierto, Karen se limitó a girar la cabeza ligeramente hacia él para después alzar la barbilla hacia la puerta. “Patético”, le pareció oír susurrar. En su lugar le dijo:
               - Quédate aquí y espérame. O mejor, vete por donde has venido. Pero no me molestes más. No tienes ni idea de dónde te estás metiendo.
               Javier fue a responder pero Sword se adelantó y, con un tirón de su brazo, hizo la última señal que necesitaban los guardias para fortalecer su presión en torno a la joven antes de perderse tras una puerta que, de otra forma, habría pasado completamente inadvertida.
               Javier se quedó solo, frustrado por haberse quedado con las palabras quemándole la lengua, tremendamente avergonzado, confuso por no entender nada y, lo que era aún peor, cabreado por sentir todas esas cosas al mismo tiempo. “No deberías haber hecho eso, idiota. Sword no estaría tan tranquila si esto fuera una trampa”, se reprendió. Miró a un lado y a otro del pasillo, pero tuvo que reconocer que no tenía ni la más remota idea de cómo volver al salón principal. Y aun así, era consciente de que su instinto le empujaba a correr en dirección contraria, a dejarlo de todo y salir de aquel lugar tan rápido como pudiese para esconderse en ese bar que empezaba a gustarle tanto o cualquier otra cosa como, por qué no, intentar hablar con esa vecina que tan adorablemente se mordía el labio cuando coincidían en el ascensor.
              Pero no. Claro que no podía marcharse sin más. Sus dedos dejaron la poca seguridad que por primera vez le ofrecía su pistola y se acomodó junto al quicio de la puerta por donde momentos antes habían desaparecido Sword y sus guardaespaldas. En su mano ya se había encendido la pantalla de su móvil, cuya extrema delgadez contrastaba con el enorme peso del deber que obligaba a sus dedos a doblarse sobre él. "Espósito" fue la primera palabra que escribió.
               Al otro lado del muro, mientras tanto, se escucharon chirridos de unas sillas al moverse y algún que otro objeto al volcarse. La precipitación envolvió a dos hombres ataviados con trajes a medida, paralizados y con más miedo en sus miradas del que nunca confesarían.
               - ¡Karen Sword!
               - ¡¿Qué clase de broma es esta?!
               - ¡¿Qué hace aquí?! ¡¿Cómo es posible que…?
               Karen adoptó su mejor expresión de desafío y uno a uno los fue mirando, tentándoles a darle cualquier motivo para llevar la amenaza un paso más allá. No importaba que estuviera firmemente sujeta y controlada por los dos guardaespaldas; Karen Sword nunca parecía indefensa.
                Y, sin embargo, aún existía una mente lo suficientemente clara y libre de temor como para poner orden. Un tercer hombre.
- Amigos míos, somos personas civilizadas así que tratemos a esta invitada tan especial como caballeros que somos. – Todos se giraron al unísono para mirar al único presente que no parecía sorprendido ni alterado por la presencia y actitud de la líder de la familia enemiga. Sus gestos iban desde la incredulidad a la irritación. – Sentaos, amigos, la señorita Sword viene en… son de paz.
- ¿Pero qué estás diciendo, Suárez?
               - Confiad en mí, camaradas, y tomad asiento. Os lo explicaré.
- ¿Esto es cosa tuya? – inquirieron de nuevo.
               Asintió una única vez y su mano les invitó a recuperar su lugar en la mesa alargada del centro de la habitación, cuyo espacio más bien reducido  convertía a aquel único mueble en el único decente. No había espacio para ninguna emboscada, ni salidas alternativas. Y aun así… Karen repasó la escena tan civilizada que se desarrollaba ante sus ojos, en la cual los tres hombres, incluyendo a Suárez, esperaban a que se reuniera con ellos. Se dispuso entonces a presidir la silla más cercana a la puerta. Los dos gorilas se quedaron guardando su posición, cada uno a un lado.
               - Ahora que estamos todos, - sus ojos se inclinaron hacia la joven. – puedo por fin deciros que os he llamado para comunicaros algo muy importante. Tan importante que incluso confío en que sea… interesante para nuestra invitada. – Sus semejantes se miraron entre ellos, pero no dijeron nada. – Espero que mis chicos no la hayan ocasionado ningún percance, señorita Sword. – Se estrecharon las primeras miradas.
               - No tiene nada de lo que preocuparse a ese respecto, Suárez. – respondió ella sin alterarse lo más mínimo.
               - Me alegro de oír eso porque…
               - Lo único que me interesa escuchar de usted es eso “tan importante” por lo que me ha “invitado” – ironizó. – Y más en el centro de la mansión de los Johns. ¿Acaso tenía la esperanza de que no acudiera?
               Suárez pareció morderse la lengua. Desde fuera, Javier seguía moviendo sus ojos por el teclado de su móvil.
               - Espero que comprenda que no es usted una persona a la que haya que… tratar de cualquier manera – aseguró el hombre escogiendo con sumo cuidado sus palabras.
               - Me halaga que se preocupe usted tanto por mí, Suárez, pero no era necesario que montara este circo. Y mucho menos por mí. – recalcó. – Si tiene algo que decir, dígalo y punto – Su mirada se afiló como el diamante, haciendo fruncir el ceño al aludido.
               Inmersos en aquel pulso de poder, el resto del mundo quedó mitigado. Ambos querían tantear al otro, saber hasta dónde podían llegar, cuánto sabían o de qué eran capaces. Ninguno quería perder.
               - Nada más lejos de la realidad, jamás querría hacerles perder su precioso tiempo. – La sonrisa pretendía ser gentil, pero no estaba muy lograda. – He de confesarles que, aunque recibí la invitación para esta maravillosa fiesta hace dos días, me extrañó que siguiera en pie después de que… cierta información llegara a mí.
               Karen no varió su expresión. El resto parecían más dispuestos a prestar atención a palabras de Suárez si con ello se podían olvidar de que se encontraban en la misma habitación que Sword. Al fin y al cabo, las fieras siguen siéndolo aunque las vistas de fiesta y las sientes a una preciosa mesa de caoba.

               - Me temo, amigos míos, que Sheila Johns está muerta. 


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