miércoles, 18 de diciembre de 2013

Todos podemos


Hoy es una entrada especial porque... ¡¡¡Es la número 200!!! 



Oleee!!! :D Ya escucho los cohetes de fondo y empieza a caer e confeti por doquier!!!! *.* Vale no ¬¬, pero podría :P jajaja 
Lo importante es que estoy muy contenta de haber llegado hasta esta doble centena y me gustaría agradecéroslo a todos los que os pasáis por mi blog y me dedicáis un trocito de vuestro tiempo :) Gracias!!!! ^^

Y para esta entrada tan especial os traigo un dibujo muy especial ;) 
Hace un tiempo, participé en un concurso de mi instituto con él ^^ El concurso consistía básicamente en reflejar, bien mediante un trabajo artístico bien por un texto literario, los valores humanos que se dan en el deporte :P Yo, como habéis podido comprobar, me centré en el afán de superación de todos los deportistas, sobre todo de aquellos que lo tienen un poco más difícil pero que no por ello se rinden. Y de ahí nació el "todos podemos" que podéis ver ahora ;)
Técnica: Acrílico sobre papel


Sin embargo, y por una serie de problemillas, al final tuve que presentar, además, un texto en el que reflexionara sobre esta idea :S Ha sido uno de los textos más difíciles que he escrito, pero también es la prueba de que, a veces, hay que dejar la mente en blanco y escribir lo que realmente pensamos sin preocuparnos por nada más :) Y con esto me despido ;) Continuad leyendo esta entrada para descubrir si mi inspiración realmente fue tal ;) Espero que os guste ^^ 
Hasta mañanaaaaaa :P



Como tantos otros antes que él, cruzó la meta de un sueño. Por su cabeza no pasó la idea de ser un nombre y un tiempo cronometrado que perdurarían por siempre. ¿Cómo iba a pensar en datos estadísticos si algo mucho mayor que simples anécdotas llenaba su cuerpo? Dulce gloria. Dulce a pesar del cansancio, del dolor, del extremo agotamiento… Pura satisfacción corría por sus venas, escapándose al aire en un grito de euforia. Ante la falta de palabras, de sus ojos brotaron lágrimas de una emoción que estaba muy lejos de controlar. Era su momento, exclusivamente suyo, a pesar de los miles de flashes de aquellos que, sin éxito, intentaban robárselo; ya que nadie podía quitarle el sabor de su victoria.
Ella también había ganado su propia batalla. Durante los últimos metros apenas podía comprender cómo era posible que siguiera moviéndose. Debía de ser la inercia o quizás la fuerza de la determinación lo que la empujaba hacia adelante. ¿Cómo, si no, se entendía que sus piernas continuaran devorando el camino de aquella eterna maratón? Y, de pronto, todo eso desapareció por completo. Dejó de existir el ardor de su pecho y la tirantez de sus músculos. El cansancio se convirtió en algo ínfimo y fácilmente despreciable. Abrazó a quien más le debía su gran logro, gran amigo y fiel compañero. Lloró sin saber cuándo parar, pero dándose cuenta de que poco importaban las lágrimas si de felicidad se derramaban.
Agua rodeaba al tercer campeón. La piscina amortiguaba muchos de los ensordecedores sonidos de las gradas, pero no el de su propio corazón. Jamás lo había escuchado latir tan fuerte, como si de glorioso tambor se tratase. Se sintió más vivo que nunca, poderoso, invencible. Y, entonces, aún sumergido en una alegría embriagadora, un pensamiento acudió a su mente procedente de algún rincón de las profundidades en las cuales flotaba: “Lo he conseguido”.
               Todos ellos eran vencedores de los obstáculos que la vida había puesto en sus caminos. A aquel corredor no le había acobardado el hecho de haber olvidado lo que era sentir el suelo bajo sus pies, ahora desparecidos en un injusto accidente. A esa maratonista no le había echado atrás el desconocimiento de la luz en su visión, pues ciega había sido siempre su memoria. Como tampoco le asustó a aquel nadador lanzarse al agua, sabiendo que sus brazos no le impulsarían, reducidos como estaban a un pobre recordatorio de lo que un día fueron.
               En realidad, nada de eso importa cuando intentamos cumplir un sueño. Ya sea en nuestro día a día o en las mediáticas Paraolimpiadas, el esfuerzo y nuestras ganas de conseguir aquello que anhelamos con más fuerza es lo que nos hace realmente grandes.

Y ése el verdadero espíritu del deporte: olvidar las diferencias, aquello a lo que llamamos discapacidad, y empezar a ver la vida como un reto al cual podemos enfrentarnos con una sonrisa, olvidando el significado de la palabra “no”. Porque, en realidad, todos podemos.


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