- ¿De verdad es eso lo que quieres? –
me preguntó Alan tras un momento de silencio demasiado largo. Me giré para
tenerle frente a frente y el corazón juro que se me paró durante unos momentos.
Alan sufría. No supe si era por su ceño fruncido, su mirada o qué, pero, de
alguna forma, a Alan le estaba torturando algún pensamiento que pasaba por su
preciosa cabecita.
- ¿Qué pasa, Alan?
- ¿Estás segura de que quieres volver?
– repitió con dificultad para articular las palabras. Empezaba a preocuparme de
verdad.
- Eso c-creo…
Alan dio un puñetazo al mármol del
lavabo y no pude evitar soltar un gritito de sorpresa.
- ¡Maldita sea! ¡Tienes que estar
segura, Sheila! – Furia y dolor. Jamás pensé que le vería de aquella forma y
ahora que lo tenía delante, no podía creerlo. Era escalofriante. - ¡Te he hecho
una pregunta!
- Yo… yo…
supongo que… sí.
Alan me
dio la espalda y dio un sonoro puñetazo a la superficie de mármol. Siguió a
porreando el lavabo con ira. Cada vez con más fuerza, cada vez con más rabia.
Un golpe, un segundo y otro y otro más. Cada uno se clavaba en mi cerebro como
agujas afiladas que penetraban dolorosamente. Gritó maldiciones, insultos por
doquier, tal vez contra el mundo o contra mí, no lo sabía. Los bordes de la
imagen se difuminaron, diluidos tras la bruma de mi llanto.
Pero él no paraba.
Más furia. Le había visto nervioso,
preocupado, incluso desesperado, pero jamás tan descontrolado como la persona
que se desprendía de su sufrimiento a base de golpes a unos pasos de mí. No lo
comprendía.
¿Por qué no paraba?
¿Sería por lo que había dicho? ¿Por
querer volver? Mi mundo comenzó a pesar demasiado para mis débiles hombros. Mi
voz susurraba palabras que ni siquiera yo distinguía, pues morían ahogadas por
mis propios sollozos. Un nudo en mi garganta me impedía respirar. ¿Por qué
había sido tan estúpida? ¿Por qué tenía Alan que sufrir siempre por mi culpa? Miles
de recuerdos cruzaron de golpe por mi mente sin darme tiempo a procesar las
imágenes y sensaciones. Decenas de fantasmas que alargaban sus esqueléticas
manos hacia mí.
- Para, para, para. ¡PARA! – grité al
borde de la histeria. Cerré los ojos en un acto instintivo de huir de la
realidad, mas me di cuenta de lo que conllevaba y me enfrenté a mis fantasmas. Alcé
mi voz todo lo que mi garganta dolorida y reseca me lo permitía. - ¡Ya basta,
Alan! Déjalo ya. Por favor, para.
Mis últimas palabras quedaron ahogadas
por un sollozo que subió por mi garganta desde lo profundo de mi pecho. De
repente, su mano se quedó suspendida en el aire. De ella goteaban algunas
gotitas escarlatas que manchaban el grisáceo mármol. Respiraba agitadamente, al
igual que yo, y sus ojos reflejaban un punto salvaje. Muy lentamente, su mano
cayó poco a poco hasta quedar lacia junto a su cuerpo, como si hubieran cortado
el hilo que la mantenía en alto. Mi tímida llantina se convirtió en un
auténtico llanto que no intenté reprimir. Aún con extrema lentitud, se dio la
vuelta y alzó la cabeza hasta que logró enfocar mi rostro. Sus ojos eran el
reflejo de una confusión impropia de ellos. Mis pies comenzaron a moverse sin
recibir ninguna orden por parte de mi cerebro. Corrí a abrazarle. Le rodeé con
sumo tiento, aunque con seguridad.
- Lo si…
- Le callé con un beso y, después, apoyé mi frente sobre la suya.
- No lo digas. No… - me escondí en su
torso y desahogué mi lamento sobre su camisa. Le acaricié el pelo como él mismo
solía hacer para calmarme; surtió efecto. Al poco tiempo Alan se relajó y me
devolvió el abrazo como siempre. Sonreí bajo el rastro de mis últimas lágrimas
y me separé de su pecho para comprobar que las nubes se habían difuminado. Así
era. Alan seguía confuso, pero bajo control. Pasé mis dedos por sus facciones
como había hecho instantes antes de que nos interrumpieran. Alan cerró los ojos
y me dejó hacer. Recorrí su nariz, sus pómulos, sus cejas. Le di un rápido beso
en los labios y volví a apoyar mi frente sobre la suya. – Cuéntamelo.
- No puedo.
- Alan, por favor, cuéntamelo.
Alan cogió aire y entreabrió su boca,
pero no habló. En lugar de eso, me besó con impaciencia. Al principio me
sorprendí, pero se lo devolví gustosa. Nos separamos para recuperar el aliento,
aunque pronto Alan cogió la iniciativa de nuevo. Sin embargo, yo me separé.
- Alan no creas que me he olvidado de
todo. Tienes que contármelo. – Gruñó por lo bajo, pero no me iba a echar atrás
ahora. – Sé que hay algo que no me has dicho. ¿Por qué no quieres que vuelva a
la mansión?
- No es… - Alan frunció el ceño y su
voz tembló. – seguro.
- Tampoco lo es estar aquí. – Sus ojos
me taladraron. El silencio se tensó mientras esperaba a oír su respuesta.
- Sheila si vuelves, tú y yo…
- ¿Tú y yo qué?
Alan tragó saliva y dijo:
- No podremos estar juntos.
- ¿Qué tontería es esa? – pregunté
sorprendida.
- Piénsalo. Ya les caías mal por hablar
con los trabajadores, así que imagínate lo que pensarían si se descubre que soy
tu novio.
- Me da igual lo que piensen. – repuse
con firmeza.
- ¿También tu padre?
Me quedé con la boca abierta.
- Claro que sí; digo… no, es decir,
que…
- Sabes que tengo razón.
Me quedé pensativa, aún impactada por
sus palabras. No podía ser posible. ¿Quería eso decir que nuestra relación no
tenía futuro? ¿Qué mi futuro no estaba en la mansión? No pensaba renunciar a
Alan por nada en el mundo. Y ese pensamiento me impresionó también. Me
demostraba hasta qué punto me gustaba estar a su lado, porque ya no podía
engañarme a mí misma, al fin y al cabo, gracias a él, había llegado hasta allí.
Y con él seguiría.
- De acuerdo, Alan, seguiré adelante
con esta locura, pero, por favor, prométeme que estarás a mi lado.
- Te lo prometo. – Y selló su pacto con
un suave beso.
Las copas de los árboles cubrían el
cielo como un frondoso manto de hojas verdes, impidiendo a los rayos de sol
llegar hasta nosotros. Sus troncos eran distintos a los de mi bosque.
Acostumbrada a la figura de los pinos, me impresionó encontrarme rodeada por
robles y hayas que se erguían orgullosos ante mí. Aun así, volvía a sentirme
viva. Empezaba a pensar que, tal vez, hubiera dado con mi casa. Podía rozar con
los dedos rugosa corteza, delicados helechos, porosa roca. Podía correr, andar
tranquilamente o pararme a disfrutar del agradable ambiente que me ofrecía el
bosque. Podía respirar aire fresco, oír a los pájaros cantar sus agudas
cancioncillas y fundirme con la activa vida de lo que me rodeaba. Volvía a ser
yo, sólo que con la compañía de Alan. Él, a su vez, no se preocupaba por
meterme prisa, sino que me dejaba libre de hacer lo que quisiera. Sabía que me
vigilaba de lejos, siempre con eterna paciencia y ternura. Intercambiamos
risas, compartimos sonrisas cómplices. Pocas fueron las palabras necesarias
entre nosotros.
No habíamos tardado mucho en alcanzar
la linde del bosque, pues así lo habíamos querido. Alan me había conducido por
corredores prácticamente desiertos y escaleras de emergencia para salir del
edificio del revoltijo de letras y números sin sentido. Durante todo el
trayecto había sentido y oído cada uno de los latidos de mi corazón, marcando
el ritmo de nuestras pisadas, acelerándose con cada mirada indiscreta de los
pocos estudiantes que se cruzaban en nuestro camino. Traté de disimular, al
mismo tiempo que intentaba ocultar las machas de sangre de mis ropas; y todo,
para no levantar sospechas innecesarias. Sin embargo, no pude quitarme la idea,
absurda o no, de destacar irremediablemente. Esperaba tensa que en cualquier
momento alguien alzara el dedo y nos acusara por nuestros crímenes. Aunque, tal
vez, que dos personas se colaran en sus aulas no era tan extraño como yo pensé
que era. Nunca te fíes de la mente de un loco por las matemáticas…
Fuera como fuese, no me permití
relajarme hasta habernos internado suficiente en el seno de aquel bosque
desconocido. Nos guiábamos por una brújula con pinta de haber sido utilizada
más bien poco y que Alan había guardado en la mochila de viaje previsoramente.
Íbamos hacia el Norte. Siempre hacia al norte. Así lo había dejado por escrito
Diego y así lo acatábamos nosotros, lo cual no dejaba de recordarme que todavía
ni era libre, ni estaba segura, ni aquél bosque era mi preciado refugio.
Simplemente, seguíamos el plan de huida de unos fugitivos buscados por una de
las familias con más poder de los alrededores. “Simplemente”. Una nube gris en
mi firmamento que sólo logró empañar un poco la felicidad del momento.
Al principio, había sido mi novio quien
lideraba la marcha. Sin embargo, pronto me di cuenta de que Alan era de ciudad.
Podría moverse muy bien por aceras y rascacielos, pero cuando debajo de sus
pies el asfalto se convertía en cientos de ramitas traicioneras… Legué a contar
veinte tropiezos y resbalones en cinco minutos antes de pedirle que me pasara
la brújula. Se lo pensó. No sé por qué, pero lo hizo. Hombres… Al final, tuvo
que ceder cuando vio que no iba a aceptar un “no” por respuesta. Le di un
rápido beso de agradecimiento y me respondió con una de sus deliciosas risas.
A partir de entonces, me enfrenté a un
nuevo reto, sólo que esta vez lo hacía con una sonrisa en los labios y la
conciencia clara de quien sabe lo que está haciendo. Sopesé en mi mano la
brújula y miré la dirección que indicaba la titilante aguja. Respiré hondo y
comencé a desentrañar un camino imaginario extendiéndose ante mí. Mis pies no
vacilaron. Era extraño, oír las pisadas de alguien más a mi espalda; sin
embargo, me reconfortaba pensar en la persona a la que pertenecían. Me abrí
paso por el bosque con una facilidad aprendida tras días de exploración en mi
refugio. Trataba de indicarle con sumo cuidado dónde pisar en caso de peligro y
le ayudaba a superar los obstáculos más difíciles. Apenas presté atención al
pequeño objeto que guardaba mi mano, pero de vez en cuando le echaba alguna
mirada para que Alan no se pusiera nervioso. Pronto, Alan se dejó llevar por
mis consejos y aceptó de buen grado las pequeñas órdenes que le daba. Aunque
nunca lo reconocería, por supuesto. Demasiado para él…
Al cabo de unas horas, me detuve.
- Descansemos un poco. – propuse.
Alan no me contradijo y tomó asiento
sobre un tronco caído. El pobre estaba muy cansado, respiraba entrecortadamente
y le temblaban las piernas. Me senté junto a él y rebusqué en la mochila en
busca de una botella de agua. Di con ella lo más rápido que pude y se la pasé.
Alan me lo agradeció con una sonrisa y bebió con avidez. Cuando apenas quedaba
una quinta parte del contenido, comprendió lo que había hecho y me ofreció la
botella.
- No, termínatela tú. No tengo sed.
En lugar de eso, Alan volvió a guardarla
en la mochila. Sonreí ante el gesto.
- ¿Te gusta esto? – me preguntó Alan
abarcando con su mano todo el bosque.
- No está mal.
- Venga, Sheila, reconócelo. No sabes
cuánto me gusta verte sonreír y aquí parece que lo haces más a menudo.
- Puede ser. – intenté que mi voz
sonara interesante, pero creo que no me salió muy bien porque Alan se rio de
mí. – Oh, vamos, no te rías. Vale, lo confieso. Me gusta estar al aire libre.
¿Y qué? Eso tampoco es para tanto, ¿no?
- Me gusta saber cosas sobre ti. – Su voz
era tan encantadora que no pude evitar acercarme para darle un rápido beso en
la mejilla. Entonces, se me ocurrió una idea. ¿Por qué no? Podía contárselo.
- Tienes que guardarme el secreto, ¿de
acuerdo?
- Tienes mi palabra. – dijo con la mano
sobre el corazón. Reí por lo bajo.
- Vale. Pues… Yo solía escaparme de vez
en cuando de mi cuarto. Bueno, más bien siempre que podía y ¿a qué no sabes a
dónde iba?
- Al bosque. – respondió. Sus ojos se
iluminaron como lo habrían hecho los de un niño ante una adivinanza resuelta.
Asentí con vergüenza.
- Sí. Solía salir por el jardín y
perderme por allí. Hasta que un día encontré un lugar especial. Samanta lo
llamó una vez “jardín abandonado”, pero para mí significaba mucho más. Era
mi... refugio.
- ¿Refugio?
- Sí, - dije con pudor. Debía reconocer
que sonaba un poco infantil, pero no por ello podía cambiar mis sentimientos
hacia aquél jardincito que se había ganado mi devoción y cariño. – un lugar
donde poder esconderme del resto del mundo.
- Me
hubiera gustado verlo.
- Tal vez algún día. – Intercambiamos una mirada plagada de sueños, aunque ambos supiéramos, imposibles.
CAPÍTULO ABCUIDBVCOEBCOISDB!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarFELICDADES, CRISPI!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Te lo mereces, espero que hoy sea el mejor día de tu vida :)
Por cierto, he subido capítulo 15, diamantedelaveta.blogspot.es
Un beos y feliz cumple!!
Qué rapidez XD Muchas gracias Catnip ^^
EliminarYa leí el capi :) De hecho, te dejé un comentario y me respondiste jaja Ahora me tienes pendiente del 16 ;)
Un beso para ti también
Perdón, es que últimamente... estoy... mentalmente desorientada xD
EliminarNo pasa nada Catnip nos pasa a muchos ;)
EliminarAh!!
EliminarY dado el comentario que pusiste en Carbón en las Venas... he subido capítulo!!
Ese es mi regalito!!
Pásate...
Felicidadeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees cielo:) El capítulo es genial, me encanta la última frase, es preciosa :)
ResponderEliminarUn beso enorme :)
Gracias Jane ^^ Hoy me estáis sorprendindo un montón con vuestra rapidez. Nunca me había pasado jaja Me alegro de que te gustase, supongo que eso significa que te leíste el resto ;) Confío en que te hayan dejado un bien sabor de boca.
EliminarBesos
Si me lo he leído, lo que pasa que lo leí en el móvil en el viaje en bus y no te comente, no podía :( ... Pero que sepas que me encanta, escibes divinamente, y la historia genial y preciosa :)
EliminarNo te preocupes Jane ^^ Me alegra saberlo :) Espero que te siga gustando
EliminarBesos
FELICIDADESSSSS FUTURA ESCRITORA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!ESPERO QUE TE HAYAN REGALADO MUCHO Y SOBRE TODO QUE SEAS MUY FELIZ EN ESTE DIA,PERO NO SOLO HOY SI NO SIEMPRE!
ResponderEliminarEn cuanto a tu regalo es precioso, tu si que te mereces un buen regalo, porque tus caps son preciosos.GRACIAS POR ESCRIBIR ASI DE BIEN!
Te quiero :)
Besos M.T
Muchísimas gracias MT ^^ No creo que llegue a ser nunca una escritora que publique pero gracias de todas formas por el cumplido ;) Me alegro de que te haya gustado el capi :D No estaba muy segura mientras lo escribía...
EliminarGracias a ti por comentar ^^
Besos
¡¡Felicidades atrasadas, Crispi!!! Me gusta mucho el capitulo, esta muy bien. ¡Muchas felicidades otra vez! ¡Feliz cumpleaños!
ResponderEliminarBesos :)
Muchas gracias!! ^^ y gracias otras vez XD
EliminarBesos Laura
AL FIN PUEDO COMENTAR!!! FELICIDADES ATRASADAS!! :P
ResponderEliminarpor alguna razón que supera mi compresión, cada vez que quería comentar no podía, vaya a saber que era lo que pasaba... pero bueno, ahora si que puedo comentar ;)
El ataque de ira de Alan me dejo como :O aah ya me parecía a mi que en algún momento iba a explotar...
me encanto el capitulo fue como muy tierno, bueno al menos la parte en la que están en el bosque y ella la cuenta su secreto, son muy tiernos juntos *-*, a Alan aveces da gana de comérselo a besos
ya quiero leer el proximo capitulo!
Un besote grande, Lucia.
P.D: espero que la hallas pasado muy lindo en tu cumpleaños ;)
Gracias Lu!! :) Yo la verdad es que hay veces que las nuevas tecnologías me superan... ¬¬ pero bueno me alegro de que se solucionara ^^ Me alegro de verte de nuevo coment
EliminarY explotó de lo lindo jaja Me costó escribirlo porque Alan es de un carácter bastante tranquilo y no sé si me ha quedado lo suficientemente realista :S Pero a mí también me parece que es muy tierno, sobre todo ahora que están en el bosque como tú dices.
Trabajaré duro para que el capi esté lo antes posible.
Un besote para ti también
PD: Yo espero que todo te vaya bien en la nueva ciuadad :)
Lo primero... MUCHAS FELICIDADES! Aunque un poco atrasadas.
ResponderEliminarWow, cuanto tiempo sin entrar a tu blog, no se ni si te acordarás de mí... XD Espero que si ^^ Bueno que sepas que no he estado ausente por voluntad propia, exámenes y ocupaciones y demás... pero ya estoy aquí y me voy a poner al día en la historia cuanto antes!!
Besitos ^^
Gracias Esther ^^ Cómo me voy a olvidar de ti? XD Me alegro volver a leer tus comentarios :) Espero que disfrutes de la lectura de los capítulos que te falten ^^ Muy pronto, además, estará el siguiente así que llegas en el momento perfecto ;)
EliminarMuchos besos