Sólo me queda decir una cosa:
¡¡¡GRACIAAAAAAAAAS!!!
Gracias a todos los que me habéis apoyado, a los que leéis mis capítulos, a los que escucháis mis canciones y comentáis mis entradas. De verdad, GRACIAS *-*
PD.: Este capítulo es un poco... bueno, mejor os dejo que lo descubráis vosotros cuando lo leáis. No me odiéis :(
Habíamos llegado a una zona de la
ciudad que empezaba a reconocer. Habría jurado que no era la primera vez que
veía esos edificios sobre mi cabeza. De vez en cuando algún recuerdo asaltaba
mi mente, llenándola con sensaciones y momentos felices. En muchos de ellos, si
no en todos, mis amigas salían sonrientes, divirtiéndose. Yo también reía con
ellas y la sonrisa raramente abandonaba mis labios. Eran otros tiempos,
supongo.
Ahora, sin embargo, lo que tenía frente
a mí era de color gris, literalmente. Las nubes se volvían cada vez más negras
con el paso de los segundos. Iba a llover. Con más razón, seguíamos adelante,
incansables por el momento, aunque lentos. Demasiado lentos. No me atrevía a
pedirle a Alan acelerar el ritmo por miedo a que no pudiera seguirlo. Mejor
lentos que no avanzar en absoluto. El problema es que cada vez me sentía más y
más nerviosa. De nada servía el ambiente familiar o la presencia normalmente
tranquilizadora de Alan. Miraba a mi alrededor constantemente. Vigilaba las
esquinas, las azoteas, las personas que nos rodeaban. Cada paraguas, cada
ventana, cada coche. Observaba todo lo que podía, atenta a cualquier amenaza.
- Tranquila, Sheila. No se atreverán a
hacer nada con tanta gente. – intentó tranquilizarme Alan por enésima vez.
- Piensa lo que quieras Alan, pero yo
no voy a arriesgarme. – repliqué. Escruté con impaciencia si alguien estaba
escuchándonos. ¿No estaba aquella mujer mirándonos? ¿No había visto antes a ese
hombre?
- Sheila. – Ignoré su llamada y seguí
andando hasta que me di cuenta de que Alan se había parado. “No, por favor”,
rogué, “No te pares ahora”. Sacudí la cabeza e intenté tirar de él. – Sheila,
para un poco. – Volví a intentar arrastrarle conmigo, obligarle a moverse. No
podíamos pararnos. Ahora no. Desesperada, me giré para encararme a él
- ¡¿Qué?!
En un abrir y cerrar de ojos, me rodeó
por completo, impidiéndome moverme. Traté zafarme de él, pero Alan no me dejó
ir. Gemí con impotencia. Quería irme, salir de allí. ¿Por qué no entendía que
era lo mejor? Dejé de moverme y cerré los ojos, dejando caer un par de
lágrimas. Inspiré profundamente y su perfume me invadió. “Por Dios, Sheila,
tienes que aprender a controlarte”, me dije. Mi respiración se relajó y empecé
a sentirme mejor, como si hubiera alcanzado un pedacito de paz entre tanta
desolación. No me había dado cuenta de cuánto había echado de menos estar tan
cerca de él, sentir su fuerza, su corazón latiendo junto al mío, compartiendo
el mismo aire, siendo el apoyo de mi mundo. Me limpié las mejillas húmedas y
miré por encima de su hombro. Fue entonces cuando lo vi. Fruncí el ceño,
tratando de enfocar una mejor imagen de él. Automáticamente desvié la vista.
Era él. No era mi imaginación. Le había visto antes. Aquel sentimiento de
tranquilidad me abandonó de repente y me lamenté por ello. Escondí el rostro en
el pecho de Alan y le susurré:
- Nos siguen. Hay un hombre detrás de
nosotros que nos sigue.
- ¿Estás segura? – preguntó Alan en el
mismo tono. Me limité a asentir. Alan soltó un taco que prefiero no dejar por
escrito. – Vale, no te preocupes. Le despistaremos. Vamos.
Alan comenzó a caminar, pero no deprisa
como pedía mi cerebro desesperadamente, sino con el mismo paso que habíamos
mantenido hasta el momento. Debíamos disimular, comprendí. Me obligué a mí
misma a no mirar hacia atrás para vigilar a aquel hombre. Para mí no existía, o
no debía existir para ser más exactos. Mi corazón bombeaba con fuerza como si
realmente estuviera corriendo. Miré con nerviosismo a Alan, pero él estaba
demasiado concentrado en qué dirección tomar como para fijarse en mí. Me llevó
hasta un paso de cebra cercano, pero mi mala suerte hizo que el semáforo se
pusiera rojo justo en ese momento. Empecé a soltar infinidad de maldiciones y palabrotas
interiormente y me aferré con más fuerza al brazo de Alan. “Ponte en verde,
ponte en verde”. La tentación pudo conmigo al fin y giré la cabeza un poco
hacia atrás. Llegué a verle, pero no estaba solo. Otros tres hombres altos y
corpulentos discutían con él, mientras nos señalaba con la mano y gritaba. Uno
de ellos me miró. El miedo que sentí en ese momento no lo puedo describir. Todo
dio un giro completo y lo único que hice fue gritarle a Alan:
- ¡Corre!
Tardó unos segundos en comprender lo
que estaba pasando, aunque no tuve tiempo de ver su cara de confusión porque
mis piernas ya habían empezado a moverse con impaciencia y lo arrastraron
conmigo. Nos lanzamos a la calle abarrotada de gente, abriéndonos camino como
podíamos, luchando contra la corriente de gente. Las apartaba a empujones y
codazos, tratando desesperadamente de poner toda la distancia posible entre
esos hombres y nosotros. Todo se convirtió en un confuso borrón de caras y
paraguas, voces que se quejaban, ruido y más ruido. Mi respiración se volvía
errática por momentos, pero la adrenalina me empujaba a seguir adelante. Como
en un sueño, tenía la sensación de que todo se movía demasiado lento y de que
yo no era lo suficientemente rápida. Miré asustada hacia atrás; sin embargo, me
era imposible enfocar una imagen clara de lo que me rodeaba. Sólo sabía que
Alan corría tras de mí, intentando seguir mi paso. Doblé a la izquierda en la
siguiente calle y a lo lejos vi el parque de Delois. Inconscientemente, mis
pies se dirigieron hacia allí. Traspasamos la entrada con rapidez y continuamos
adentrándonos más y más en la tranquilidad de la zona. Fue entonces cuando
oímos el primer disparo. Agaché la cabeza y me obligué a seguir. “Más rápido,
más rápido”. No me había dado cuenta de que al meternos en un lugar sin
público, tenían vía libre para sacar sus pistolas. “Eres estúpida Sheila
Johns”, me dije. El aire apenas entraba en mis pulmones y mis piernas pagaban
el esfuerzo. “Todavía puedo. Sólo un poco más”. Un disparo perforó la corteza
de un árbol cercano. El siguiente sería en mi cabeza. Volví a girar hacia la
izquierda en el siguiente cruce y subí atropelladamente unas escaleras para
refugiarnos detrás de un muro. No sabía a dónde ir. ¿Qué debía hacer? No me
quedaba tiempo. Se nos echarían encima en un par de minutos. “Piensa, piensa…”
- Sheila, - dijo en ese momento Alan.
No podía creer el mal aspecto que ofrecía. Mis entrañas me quemaban por dentro.
Yo era la culpable de eso. – vete. Yo los retendré. Escóndete en el templete.
- No. No te dejaré.
- Por favor.
Negué enérgicamente con la cabeza. Él
cerró los ojos con fuerza. Sin más energías para discutir, sacó algo de la
mochila que aún llevaba colgada a mi espalda y me lo tendió. La pistola.
- No. – susurré. Alan insistió.
El asombro, el miedo y la inseguridad
dieron paso a una ligera determinación. Asentí con la cabeza. Era hora de
plantar cara y luchar. Temblé ligeramente al sopesar la pistola entre mis manos
y me mordí el labio para evitar ponerme a gritar. Mis dedos en torno al gatillo
del arma se movían descontroladamente. ¿Cómo habíamos llegado a esto? No lo
sabía muy bien, pero no era momento de ponerse a pensar en eso.
Los pasos de nuestros perseguidores se
acercaban rápidamente. Mis latidos marcaban cada una de sus pisadas. Mis ojos
no podían ver más allá del rostro de Alan, concentrado en su objetivo: salir de
allí con vida. Mordí con fuerza para ahogar cualquier ruido y contuve la
respiración.
Un segundo después, estábamos en medio
de una pelea. Alan forcejeaba con un tío el doble de grande que él. Uno de sus
compañeros yacía en el suelo con la nariz goteando sangre. Aparté la mirada de
su cuerpo y me concentré en el hombre que se abalanzaba sobre mí. Planté los
pies en suelo y levanté la pistola, a pesar de que mis brazos temblaban cual
hoja de papel. El tipo no se amedrentó y me empotró contra la pared. Caí al
suelo. Me sujeté la cabeza con las manos y toqué algo pegajoso y caliente.
Sangre. Intenté levantarme, pero el hombre me golpeó en la cara con furia. Aferré
con fuerza el arma y le golpeé con la culata en la sien derecha. Conseguí
aturdirle un poco, ganando algo de terreno. Fue cuando aproveché para darle
donde más le dolía. Se tiró al suelo y empezó a retorcerse como el insecto que
era. Miré a mi alrededor buscando a Alan. Lo encontré a unos pasos de
distancia, luchando con el penúltimo de ellos. De pronto, alguien me sujetó por
la espalda y me obligó a retroceder. Grité. El arma cayó lejos de mí. Alan se
dio cuenta de lo que pasaba e intentó cogerla, pero al apartar la mirada de su
oponente, este le dio un derechazo en el pómulo. Alan retrocedió y se vio
acorralado contra el muro de ladrillos. Volví a gritar y me revolví con todas
mis fuerzas para soltarme. Sin embargo me tenía bien sujeta.
- Cállate o le vuelo la cabeza a tu
amiguito. – Dejé de intentar escapar al instante. El hombre se erguía delante
de mí, apuntándole con su pistola. Alan estaba de rodillas, como si fuera un
acusado frente a su verdugo. Me mordí la lengua y un par de lágrimas de
impotencia rodaron por mi cara. La rabia emanaba de mi piel a raudales, pero
era peor saber que no me serviría de nada. Infinitamente peor. – Eso es.
Calladita estás mucho más guapa, preciosa.
El hombre que me sujetaba rio a mi
espalda. Sucios cobardes. Les odiaba. ¡LES ODIABA! Antes de darme cuenta, mi
cerebro empezó a trazar un plan y no dudé en llevarlo a cabo. ¡Se iban a
enterar de quién era Sheila Johns!
Le propiné un pisotón a mi captor y me
abalancé sobre el otro con tal rapidez que no les dio tiempo a pensar. Caímos y
rodamos por el suelo. Consiguió ponerse encima de mí e inmovilizarme. O eso
pensaba. Le escupí en la cara y me zafé de él. Me tiré a por la pistola y
accioné el gatillo sin apenas apuntar a mi objetivo. El eco del disparo se
perdió en el aire y oí con total claridad el aleteo de unas alas de pájaro que
huían de allí presas del miedo. Abrí los ojos y mi mirada se clavó en la suya. Sus
ojos desorbitados aún reflejaban sorpresa. Durante una milésima de segundo el
miedo dilató sus pupilas inyectadas en sangres, sólo una milésima, mucho menos
que un suspiro; y después, se desplomó con una gran mancha de sangre en el
pecho.
Estaba muerto. Yo le había matado. Yo.
Con una pistola. Cogí aire muy lentamente y olí el aroma metálico de la sangre.
Una arcada subió por mi garganta y vomité. La sensación era horrible. Nunca me
había sentido tan… sucia. Miré hacia abajo y contemplé la causante de todo
aquello. Mis dedos empezaron a temblar y cayó al suelo con un golpe sordo. Mi
respiración se alteró por completo, haciendo que el desagradable olor a sangre
y vómito entrara a raudales por mi nariz. No lo soportaba. Cerré los ojos con
fuerza, pero la imagen de su última mirada de terror aún estaba grabada con un
clavo ardiendo en mi memoria. Creo que lloré. Ni siquiera sé cómo salí de allí.
Mi cerebro sólo retenía una de cada cien imágenes que llevaban a él. El resto
era el espacio reservado para sus ojos. Eran marrones, muy oscuros además.
Eran. Yo había hecho que nunca más pudieran ver. Yo y sólo yo.
Se que no comento mucho pero que sepas que miro cada entrada! Me encanta el nuevo diseño yo también había pensado algo así navideño a ver que me sale jajajajaja
ResponderEliminarBesos,
Rea
Aunque no comentes mucho, me alegro de que lo hayas hecho esta vez ^^ A mí es que me encanta la navidad :) Además, ya era hora de hacer un cambio de look. ¡¡A quitarse la melena!! XD Gracias por comentar Rea. Me has alegrado el día :D
Eliminarooooh!!!!! bien al parecer Sheila si sabe defenderse... pobre ahora se va sentir culpable por el resto de su vida, pero ella tiene que pensar que era él o ella lo mato por auto defensa...
ResponderEliminarMe gusto mucho este capitulo, pero yo sigo con un montón de dudas y quiero respuesta!!! ya la curiosidad me esta matando, por favor!! unas cuantas respuestas no hacen daño a nadie... sii? como regalo de navidad? jaja
exijo pronto el proximo capitulo!! y más besos entre Sheila y Alan! los pobres se merecen su parte romantica ;)
Un besote grande, Lucia. Y felices fiestas!!
Felices fiestas Lu!! :) Me alegro mucho de verte por aquí. Ya echaba de menos tus comentarios ;)
EliminarSheila es más dura de lo que se cree jaja La verdad es que de por sí ya se sentía culpable, pero esto va a ser la gota que colmará el vaso :(
A mí también me gustó escribirlo XD Voy a empezar a hacer los capítulos más largos para que las respuestas lleguen antes. De hecho, ya estoy empezando a atar cabos en mi cabeza y muy muy pronto las piezas empezarán a coger forma y encajar. Ya verás ;)
Espero poder poner el próximo mañana y así podrás disfrutar del romantiqueo sin esperar tanto XD
Muchos besos Lucía