Hola, hola :)
No sé muy bien cómo empezar esta entrada, pero creo que lo primero es daros las gracias por estar leyendo esto. Algunos de vosotros llevaréis unos meses, unos días o, quién sabe, unos pocos segundos desde que comenzasteis a conocer a Sheila y su historia.
Para mí, han sido cuatro años.
Cuatro años de trabajo, de satisfacción, de frustración, de aprendizaje, de ilusión... De un reto que hoy ha llegado a su fin.
Así que muchas gracias a todas las personas que me han apoyado, a todos y cada uno de los comentarios y de las personas que tras vuestras pantallas habéis conseguido hacer un poquito más feliz a esta escritora que, en realidad, sólo escribe para dar forma a sus locuras mediante palabras.
Hoy acabamos esta aventura, pero no por ello acaban los retos.
No voy a dejar de escribir. Ahora sé de lo que soy capaz y de lo mucho que aún me queda por mejorar, descubrir y crear. Así que si os lo estáis preguntando, sí, Si el tiempo llega tarde va a seguir adelante con historias nuevas, con otras que están a medias y otras muchas que seguro irán surgiendo a lo largo del tiempo.
Pero, mientras todo eso ocurre, os dejo que leáis este último capítulo.
Hoy, más que nunca, me encantaría que me dejarais un comentario abajo con vuestra opinión e impresiones, compartiendo vuestros mejores momentos de la historia, los mejores capítulos... lo que queráis jajaja Los estaré esperando con impaciencia :)
¡Ah y una última cosa! Para leer la carta, poneros esta canción ;) La escribí con ella de fondo así que he pensado que era lo adecuado.
Un besazo enorme ^^
Querido Alan,
No sé cuándo estarás leyendo esto. Ni siquiera sé si
alguna vez tendrás esta carta en tus manos, pero no podía soportar la idea de
marcharme sin antes despedirme de ti.
Muchos te pedirían que no estuvieras triste porque yo ya
no pueda estar allí, pero, siendo sincera, ni siquiera sé cómo te sientes ahora
mismo. No sé si has llorado o si me echas de menos, no sé si me has olvidado o
si alguna vez sabrás que me he ido, pero, aun así, quería que supieras que lo
siento, Alan.
Siento haberte odiado. Siento haber perdido mi tiempo en
odiarte, Alan, porque no puedo hacerlo. Ahora lo veo más claro que nunca. Te
quise entonces y te quiero ahora. Me enamoré de ti, Alan. No pude evitarlo.
Cuando me saludaste aquella tarde, cuando me recogiste en tus brazos, cuando me
ayudaste en medio de la lluvia, te ganaste mi corazón por siempre. Aun cuando
comprendí que todo había sido una gran mentira, cuando supe que me mentiste
desde el primer momento y la primera mirada, desde el primer beso y el primer
te quiero, yo no podía evitar pensar que había merecido la pena. Puede que sea
estúpida por amarte a pesar de tu traición o puede que eso sea precisamente el
amor. No lo sé, pero creo que no me importa.
Y, sin embargo, no puedo negar que me doliera. Sé lo que
es que te traicionen, lo había sentido incluso antes de conocerte cuando creí
que Karen jugaba conmigo o, más tarde, cuando mis amigas me abandonaron a mi
suerte cuando más las necesitaba. Y, aun así, me dolió como la que más.
Confiaba en ti. Eras lo único que quedaba que me importase lo suficiente como
para arriesgarme, como para seguir adelante cuando todo parecía perdido. Quise
rendirme muchas veces, pero saber que estabas a mi lado me ayudaba a no tirar
la toalla. Nunca imaginé que serías tú el que había alzado la bandera blanca.
Jamás lo habría adivinado. Pero ocurrió. Y no sólo eso, sino que no podía
comprender por qué.
Al principio, pensé que todo era cosa de dinero, como
había dicho Thomas Sword, pero me resistía a pensar que fuera verdad. No te
tengo por una persona vanidosa. Al fin y al cabo, durante todo nuestro tiempo
juntos apenas teníamos dinero para nada.
No, yo sabía que había algo más, pero, aunque intenté
encontrarte por todos los medios para averiguarlo, no lo conseguí.
Probablemente pensarás que era el rencor lo que me impulsó y es posible que
tengas razón, pero lo único que de verdad ansiaba, lo único que me quitó el
sueño de muchas noches, era saber por qué me arrancaste el corazón de esa
manera.
Es una pena que no pudiera verte de nuevo, pero al menos
me alivia pensar que sé lo suficiente como para hacerme una idea bastante clara
de la verdad.
Sé lo de tu hermano. Lo averigüé casi por casualidad y,
reconozco, que no pude creerlo. Encontré su apellido mientras revisaba una de
las listas de prisioneros que me había dado Karen. Al principio, me asusté
porque pensé que se trataba de ti, pero luego me di cuenta de que no era tu
nombre el que estaba escrito, sino el de Erik. Desconozco cómo llegaron Yolanda
y él a mezclarse con los Sword, pero de lo que estoy segura es de que
acumularon tal deuda con ellos que decidieron secuestrar a Erik y utilizarlo
como objeto de extorsión hacia ti y su novia. No me cuesta imaginar lo que vino
después: los chantajes con la vida de Erik, la obligación de infiltraros en la
mansión, la misión de acercaros a mí para conocer un posible punto débil de mi
padre, y, más tarde, cuando desaparecí el día de mi fiesta, la orden de
encontrarme para entregarme a los Sword y, así, poder coaccionar a mi padre.
He de decir que tanto Yolanda como tú bordasteis el
papel. Nunca hubiera sospechado de vosotros. Quizá tengáis madera de espías o
quizás Hollywood ha perdido un par de estrellas. Quiero que sepas, en cambio,
que no os juzgo por lo que hicisteis. Queríais salvar a tu hermano, cualquiera
hubiera hecho lo mismo en vuestro lugar, yo incluida. No puedo imaginar lo mal
que debisteis de pasarlo, obligados a actuar en contra de vuestra voluntad,
todo por Erik, por volver a verlo algún día. En el fondo, os admiro por ello.
Sin embargo, aunque el secuestro de Erik explicaba
muchas cosas, no lo explicaba todo. Todavía no entendía por qué no me habías
entregado mucho antes a los Sword. Tuviste muchas oportunidades. Muchísimas.
Pero esperaste a estar en casa de Samanta para desvelar mi posición. E incluso
entonces, nadie vino a por mí. ¿Por qué? Todo habría sido mucho más fácil y
mejor para todos vosotros si lo hubieras hecho. Se habría acabado para siempre
el sufrimiento, la incertidumbre, la presión constante… Pero no lo hiciste,
¿verdad?
Y entonces se me ocurrió que quizás nunca habías
trabajado para Sword, sino para mi padre. La misma persona que odio por haberme
sometido a un pasado lleno de pesadillas, podría haber querido tener a alguien
dispuesto a proteger a su hija para evitar cualquier desventaja. Estrategia
pura y dura. No creo que fuera porque me tuviera cariño ni nada parecido, pues
yo le recordaba demasiado a mi madre, Victoria, la mujer que amó y vio morir. Además,
tú necesitabas el dinero de mi padre para saldar las deudas de tu hermano y así
poder pagar su rescate. Tal y como yo lo veo, no suena tan descabellado,
aunque, si te digo la verdad, no es la opción en la que guardo toda mi
esperanza.
A veces, me pregunto hasta qué punto actuaste durante todas esas semanas. ¿Era siempre un personaje? ¿O por el contrario existe la posibilidad de que te llegara a importar? No te hablo de amor, eso es algo que descarté hace tiempo, pero quizás algo de cariño o, ni siquiera eso pero algo de aprecio. Esa es mi esperanza, mi verdadera esperanza: que entre tus palabras de afecto hubiera algo de realidad escondida. Tal vez, me equivoque; de hecho, es bastante posible, pero esa pequeña esperanza me ha mantenido viva y, por ello, te doy las gracias.
Gracias a ti he comprendido que mi corazón existe más
allá del odio. Existe para recordar cuánto te quise y para saber que, aunque no
pueda perdonarme a mí misma por todas las cosas que he hecho durante estos años
y de las que siempre seré responsable, al menos pude perdonarte a ti.
Ojalá hubiera podido decirte todo esto hace tiempo, pero
supongo que no ha sido posible. Llevas cinco años desaparecido y no ha habido
ni un solo día que no te haya echado de menos, pero no he sido la única. No
creo que seas alguien que huya de la realidad, Alan. Creo que eres un luchador,
una persona muy valiente. Espero que lo demuestres volviendo junto a los que,
como yo, siempre te han querido. Hace un par de años que Erik es libre, una de
las pocas cosas que he hecho bien al mando de los Johns, y apenas hace seis
meses que la pequeña Micaela abrió sus ojos al mundo, pero espero que puedas
reunirte pronto con ellos y, así, recuperar el tiempo perdido. Y no te
preocupes por Diego y Lucía. Sé que aprenderán a perdonarte y dejarán de
culparte, igual que he hecho yo. Sólo necesitan tiempo.
Me temo, en cambio, que mi tiempo se ha agotado, Alan.
Ojalá pudiera quedarme eternamente frente a esta página, escribiéndote, pues es
lo más cerca que me he sentido de ti en mucho tiempo, pero he de irme.
Recuerda que aún tienes personas por las que merece la
pena luchar. Espero que seas feliz, Alan. Yo intentaré serlo.
Te quiso, te quiere y te querrá,
Sheila Johns
Sus últimas palabras acabaron por transformar algunas de
las líneas en borrones de tinta.
- Dios – exclamó al cielo. - ¿por qué lo hiciste, Sheila?
¿Por qué lo hiciste? – Más lágrimas siguieron a las primeras. Abatido, Alan se
dejó caer sobre el asiento de piedra y descargó su frustración contra el
silencio del bosque.
>> Yo también te quería, Sheila. Te juro que te
quería. Desde la primera vez que te vi estaba malditamente enamorado de ti.
Pero mi hermano… Necesitaba ayudarle. Necesitaba desesperadamente el dinero. Y
Sword… él nos utilizó. Maldita sea, todo era como tú dices. Hasta lo de tu
padre… ¿Cómo? No…
>> No sé por qué me lo pidió tu padre, pero no pude
negarme. Y entonces… - Su voz se ahogó y volvió a salir con dificultad a flote.
– Creía que iban a matar a Erik. No podía consentirlo.
>>No podía…
De repente, escuchó un ruido. Sobresaltado miró a uno lado
y a otro. Volvió a escucharlo, esta vez más cerca. Era como una rama al
partirse, como las hojas al moverse.
- ¡¿Quién anda ahí?! – gritó al mismo tiempo que eliminaba
precipitadamente el rastro de sus lágrimas.
Nadie contestó al principio, pero le pareció ver cómo se
movía un arbusto. Saltó del banco y se puso en tensión, intentando vislumbrar
al espía entre las hojas o los troncos o…
- ¡Sal! ¿Quién eres?
- Eh, eh, deja de dar voces, Wilson – contestaron desde la
dirección contraria.
Alan se giró en redondo.
- ¡¿Karen?!
- Sí, soy yo. Deja ya de gritar a los fantasmas – dijo con
disgusto. – Bonito discurso, por cierto.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó aún sin creerse que la
mismísima Karen Sword estuviera justo en frente de él.
- Yo podría hacerte la misma pregunta – contratacó Sword. Alan
calló y cerró una de sus manos en un puño. La rabia y la vergüenza se adueñaron
de sus pensamientos. - ¿Qué llevas ahí?
- Una carta – dijo mientras escondía el papel tras su
espalda. – De Sheila – añadió sin mirarla.
- Ya veo… Debía haber imaginado que haría algo así.
- ¿Quién eres tú para hablar de ella? – le increpó con
repentina rabia.
La sonrisa de Sword le pilló totalmente desprevenido. ¿Dónde había quedado su autosuficiencia? ¿Dónde su afán de superioridad? ¿Cómo era posible la tristeza y la desgana en la inigualable Karen Sword?
- Hay muchas cosas que no sabes, Alan. Estoy segura que
muchas más de las que Sheila te haya dicho en esa carta. – Se acercó a él, sus
brazos cruzados sobre el pecho, aún intimidante. – Pero lo mejor será que te ponga
al día en otro sitio… Esto me recuerda demasiado a ella…
Alan boqueó, de pronto mudo de voz y de pensamiento. Tal era su parálisis que hizo bufar levemente
a la joven.
- Alan, no te lo estoy preguntando. Sal de aquí y espérame al
final del camino. Quiero despedirme de Sheila. – Esto último lo dijo tan bajo
que éste no lo escuchó.
- Sí, pero…
- Wilson, es lo que Sheila querría así que deja de
tartamudear y haz lo que te digo.
Su orden seguía siendo firme, aunque su tono fue un poco
más suave. No debía de ser fácil para Alan toparse de pronto con tantas cosas
que asimilar de golpe. Casi le dio pena. Casi. Sólo tuvo que recordar lo que
hizo para mantener su empatía a raya. En cualquier caso, Alan la obedeció sin
poner más resistencia, aunque nunca sabremos si le costó o no darle la espalda
a quien había aprendido temer y odiar.
Karen le escuchó irse, arrastrando sus pies por la tierra,
y se mantuvo inmóvil hasta que dejó de hacerlo. Cuando estuvo convencida de que
ya era seguro hablar, dirigió sus pasos hacia el lugar que Alan había estado a
punto de descubrir.
- No sé si esta es la mayor estupidez que has hecho nunca,
pero desde luego es una de las grandes.
De detrás de un tronco apareció entonces un fantasma.
- No he podido evitarlo. Tenía que verle una última vez.
Sheila Johns escondió uno de sus rizos detrás de su oreja y
sonrió sin fuerzas a su amiga. Para estar muerta, tenía buen color, casi
sonrojado.
Karen suspiró.
- Supongo que puedo… aunque no quiero, llegar a entenderlo
– admitió la de ojos azules.
- No seas demasiado dura con él, ¿vale? Tenía sus motivos.
- Ya sabes que no es de mí de quien debes preocuparte.
- Lu – Karen se limitó a asentir, de nuevo, seria.
- Sabes que para ella será más complicado que para nadie.
- Lo sé.
- Y que tanto ella como yo y… todos, en realidad, haríamos
lo que nos pidieras para que te quedaras.
- Lo sé, Karen, pero ya es demasiado tarde para eso. Tú lo sabes. No
puedo volver atrás – una sombra cruzó sus pupilas, oscureciendo por un segundo
su semblante. – Además, ya no puedo hacer nada más aquí. Nunca quise ocupar mi puesto en la familia, sólo lo hice porque tú me lo pediste. Para acabar con ella. –Esta vez, asomó una chispa de esperanza. – Necesito encontrar mi
lugar. Uno que haya elegido yo.
Sheila miró a su alrededor. Incluso allí, en su refugio,
sentía el peso del recuerdo de su madre, primera y verdadera dueña y reina de
aquel escondite. Cada uno de sus pasos era copia de los de Victoria Johns. Y ya
no podía soportarlo más. Necesitaba buscar un nuevo mundo, tierra virgen, sin
prejuicios ni rencores del pasado. Eso es, ante todo necesitaba dejar el pasado
atrás.
- Entonces sabrás, que pase lo que pase, nunca podrás
volver. Nada de llamadas, ni… cartas, ni mucho menos intentar vernos. Es
demasiado peligroso. Si los Johns o... Espósito y los suyos descubrieran que
fingiste tu muerte, no pararían hasta dar contigo. Y no sé que sería peor si la muerte o entregar toda tu libertad a ese asqueroso programa de testigos.
- Lo sé, Karen. Sabía las consecuencias de lo que estaba
haciendo.
Karen asintió con sequedad.
- Entonces sólo me queda decir una cosa.
>> Te echaré de menos.
Los ojos normalmente helados de la muchacha se habían
convertido en dos lagos idénticamente derretidos. Y Sheila Johns era la única
culpable de aquello. Karen quería odiarla por ello, pero bien sabía que el
mismo motivo de su irritación era, al mismo tiempo, la causa de haber llegado a
ser quien era.
- Yo también.
Sin poder retenerlo por más tiempo, las dos amigas se
fundieron en un abrazo al cual se aferraron con garras y dientes. Ninguna
quería decir adiós. Ninguna quería vivir con el remordimiento de haber sido la
culpable de pronunciar tan amarga despedida, así que Karen, aún con el peso de
los brazos de Sheila junto a los suyos, se aclaró la garganta y dijo:
- Ahora tienes la oportunidad que ninguna hemos tenido, así
que, por favor, vívela al máximo. Por nosotros. Sin arrepentirte nunca de nada, ¿me oyes? De nada.
>> Si vas a empezar de cero, debes hacerlo sin mirar atrás. Nosotros te cubriremos las espaldas, tenlo por seguro. Dentro de unos años los Johns y los Sword serán historia, eso te lo prometo. Y entonces sólo tendré que preocuparme de que Diego y Lucía no se maten el uno al otro.
La risa de Sheila
inundó una pequeña parte del bosque, pero, sobre todo, iluminó los ojos de
esta, llenándolos con una luz que, aunque ella misma había dado por perdida años atrás, ahora brillaba vacilante y decidida.
- Gracias.
Muchos sentimientos se quedaron encerrados en esas pobres letras. Y no, no les hizo justicia, pero, al menos, perdurarían por siempre en el corazón de quien, con el sueño de la vida que nunca le permitieron vivir y
que ahora se presentaba ante ella como un mundo lleno de posibilidades, partió de la mansión que la había visto nacer, el Delois que la había
visto madurar y las personas que la habían visto volar.
Dijo adiós a su familia y salió en busca de sí misma.
FIN
No lo he leído porque no he leído la historia desde el principio, pero mi más sincera enhorabuena por acabarla. Amo "The Call" y me voy a quedar por aquí cotilleando.
ResponderEliminar¡Un beso ENORME y suerte con todos tus proyectos!
Yo estoy acabando mi primera novela y *.*
Hola Elle :) Cotillea todo lo que quieras jajaja Siento no haberte contestado antes a pesar de que leí tu comentario hace muchísimo :S Sólo quería darte las gracias ^^ Espero que al final te animes a leer Traición y familia desde los primeros capítulos y así me cuentes qué te han parecido ;)
EliminarMucha suerte con esa novela!!! :D