lunes, 28 de octubre de 2013

Capítulo 66

Pooooor fin he podido terminar el capítulo 66 después de mucho tiempo sin continuar la historia :)!!! La verdad es que estoy contenta con el resultado del capi (y eso que es algo más... macabro creo jajaja)  Da gusto poder sentir que has hecho un buen trabajo y que, al mismo tiempo, has disfrutado con ello ^^ 

No sé si a vosotros os pasa cuando escribís, pero yo cuando me pongo frente a la pantalla e intento comenzar un capítulo nunca consigo hacerlo bien a la primera T_T Por eso a veces es muy frustrante escribir porque querer describir un sentimiento, un lugar, un personaje o lo que sea y no encontrar las palabras que hagan justicia a la imagen que hay en tu mente desilusiona a cualquiera... 
Y sin embargo, cuando ya llevaba la primera página del capi todo ha empezado a ir super deprisa, haciendo que la historia simplemente fluyera de mi cabeza a la página en blanco. ¡Es fantástico! ^^

Por otra parte, ha sido por escribir este capi que he sacrificado las entradas del finde :S Os pido perdón por eso :( Ojalá que con esto pueda compensaros de alguna forma, aunque con lo que pasa en este capi no sé si vais a estar muy contentos... Bueno, a lo mejor sí jajaj No sé, para eso os pido por favor que me lo contéis en los comentarios ;) 
¿Os esperabais que pasara esto? ¿Os he sorprendido? ¿Creéis que debería haber pasado algo distinto? Esto y todo lo que queráis comentarme será bien recibido ^^

Muchos besos y hasta prontooooo





Cerré los ojos y respiré profundamente, provocando que mis pulmones estallaran en llamas. Tosí y contemplé con estúpida admiración el brillo escarlata de mi propia sangre. Intenté moverme, reaccionar, volver a ser para entender. Sabía que había algo se me escapaba pero por mucho que intentara encontrar respuestas, no conseguía encadenar dos ideas coherentes seguidas.
¿Qué me estaba pasando?
Mis sentidos estaban embotados, al igual que mi mente, sumergida contra su voluntad en una sustancia asquerosamente viscosa que anulaba todo mi ser. Incluso mis movimientos se volvieron de repente lentos y torpes, convirtiendo el mínimo gesto en un acto titánico.
¿Qué estaba pasando?
Levanté la mirada en busca de una salida, algo que me permitiera huir de aquel mar de confusión, aquella trampa tan cruel. Y entonces le vi.
Mi padre estaba allí.
He de decir que no le reconocí de inmediato. Puede que fuera por mi incapacidad en aquel momento o, quizás, porque no se trataba de la de la persona que yo recordaba, sino una versión extenuada y maltratada de lo que una vez fue. Su palidez era alarmante, así como las profundas ojeras que enmarcaban sus oscuros ojos, aún reflejo de una fortaleza inverosímil. El sudor perlaba una frente cuyas arrugas ahondaban más que nunca en su piel cenicienta. Su pelo, por primera vez despeinado. Su cuerpo, en general, demacrado y cansado; pero firme.
Nuestras miradas se cruzaron durante una fracción de segundo, apenas eso; sin embargo, nada quedaba del miedo que siempre me habían infundido aquellos pozos negros. No, yo sentí algo completamente diferente. En su interior, su propio reflejo, no había rastro alguno de ardiente furia, sino de una ira sorda que había renunciado a gritar por su liberación. No me ahogaron en sus agitadas aguas, pues ellas mismas se hundían sin remedio. ¿Cómo era posible que tanta desolación y firmeza convivieran en aquella mirada?
Me estremecí involuntariamente al darme cuenta de que tampoco en mí había rastro alguno del eco de mi propia rabia, ya que esta había sido arrasada por la compasión. Sí, me compadecí de aquel hombre. Lo sé, ni yo aún lo comprendo, pues aquella espesa niebla de temor infinito que nublaba mi razón sigue haciéndolo con mis recuerdos de entonces. A pesar de esto, no me avergüenzo de afirmar que quise ayudarlo. Ayudar a mi única familia.
Mientras tanto, aquella voz había seguido escupiendo un cúmulo inasumible de tonterías cada vez más absurdas. Sonaba como si estuviera reprochándome algo y, al mismo tiempo, disfrutara de ello con una felicidad casi infantil. La chispa estaba a punto de prender; lo sabía. Pero esperaba y esperaba, atrapada como estaba por la imagen de lo que de mi padre  quedaba, mas este rompió mi concentración al desviar su mirada hacia otro lado. Me dejaba sola. No podía contar con su ayuda.
Una llama que nada tenía que ver con el sufrimiento al que se veía sometido mi cuerpo empezó a arder con fuerza en algún oscuro rincón de mi mente. Todo se emborronó un momento; después, se clarificó por completo y pude ver la verdad de aquel mundo con un detalle escalofriante. Me erguí cuan alta era, intentando esconder los signos de mi reciente paliza ante una máscara de hierro con demasiadas grietas para mi gusto. No fue fácil dejar de lado todo los gritos que escuchaba en mi mente, pero con la ayuda de aquella llama que poco a poco se avivaba, enderecé la espalda, orgullosa de mi postura altiva y desafiante, solo puesta en duda, quizás, por el constante temblor que recorría mi cuerpo cuan miedo hecho escalofrío. No, cuan odio profundo. ¿Hacia quién?, diréis. Ya no me importaba.
               - ¡Cállese, Sword! – mi orden no alteró en absoluto la fría superficie de sus iris cuya fortaleza no conocía la debilidad, pero, sorprendentemente, funcionó. - ¿Qué hace aquí?
               - Solo conversaba con su querido padre, Sheila. Negocios, ya sabe… - Siempre tan distante, siempre tan irritantemente cortés, Thomas Sword irradiaba poder y seguridad en sí mismo.
               - Mi familia no hace negocios con asquerosos Sword. – No era como ellos. Yo era una Johns, así que no escondí mi odio, el cual salió de mí como una ráfaga de viento libre y poderosa, destructivo.
               Por ello mismo, su risa me hizo encoger el puño con fuerza y tensar hasta la mínima fibra de mi cuerpo. Ahora sabía de quién la había heredado Karen…
               - Ya veo que había sobrevalorado a su padre en cuanto a su educación se refiere. Una verdadera pena, la verdad. Esto podría haber sido mucho más… interesante. – Incluso su sonrisa era idéntica a la de la traidora por excelencia. – En cualquier caso, permítame ser yo quien la ponga al corriente, Sheila.
               >> Su familia y la nuestra estaba a punto de vivir una auténtica revolución. Un cambio que podría arrasar con todo lo que hasta ahora habíamos sido. Un gran cambio, Sheila… - Mi llama titiló un segundo a causa de la duda. - ¿Se te ocurre cuál?
               >> La unión – continuó al comprobar mi silencio sepulcral. - ¡Nuestra fusión! ¡¿Se lo imagina?! Sword y Johns trabajando juntos por un mundo mejor, más productivo y feliz. Un gran cambio que, sin duda, habría hecho temblar los cimientos de nuestras organizaciones.
               >> ¿Y qué ocurrió? ¿Lo sabe, señorita Johns? – Alzó una ceja y yo solo pude recordar la necesidad de seguir respirando. - ¿Acaso tiene la menor idea de lo que pasó? ¿De cómo el proyecto de los últimos tres años se destruyó en una estúpida fiesta de cumpleaños? – Se levantó del escritorio de mi padre, el cual hasta ese momento había presidido con odiosa familiaridad. Yo no retrocedí, aunque no pude evitar echarme a temblar al ver cómo sus pasos se acercaban hacia mí. - ¿De cómo quedó reducido a cenizas? ¡Inútil polvo! ¡¿LO SABE?! – Busqué inconscientemente la ayuda de mi padre, pero mi propia familia obvió deliberadamente mi desesperación. Por el contrario, al ignorar la alta figura de Thomas Sword que ya se alzaba ante mí, no vi llegar el golpe. Grité al sentir la bofetada. - ¡CONTESTE!
               Antes de que su mano aterrizara sobre mi mejilla por segunda vez, me moví con rapidez y estrellé mi puño en su pómulo. Grité y, dejando de lado la poca cordura que me quedaba, me abalancé sobre aquel hombre que osaba humillarme. Arañé y golpeé, buscando causar tanto dolor como yo sufría, más, si eso era posible.
               No tardaron en inmovilizarme y separarme de Sword, pero estaba tan ciega que ni siquiera eso me importó, por lo que seguí retorciéndome para alcanzar a mi enemigo. Quería destruirle. Sí, esa idea me gustaba. Destruir, hacer añicos su mundo como él lo había hecho con el mío.
               - Puta zorra. – El golpe esta vez aterrizó en mi boca con brusquedad y rencor, mas me limité a escupir la sangre de mi labio partido y seguir luchando. No había acabado. - ¡Basta! ¡Wilson, encárgate de ella!
               Noté cómo la presa en torno a mis manos se aflojaba; no obstante, mi libertad apenas duró unos segundos, pues otra persona se encargó de sujetarme antes de poder siquiera tocar la cara chaqueta de Thomas Sword. Forcejeé con la misma insistencia y tenacidad que antes, pero ni siquiera eso duró, ya que, de pronto, entendí quién estaba a mi espalda.
               - Estate quieta, Sheila. ¿Me oyes?
               - ¿Alan? – Toda la energía que había en mi cuerpo se escapó en un solo suspiro, dejándome, en un instante, terriblemente vacía. Sabía que la sustancia viscosa amenazaba con regresar a mi cerebro, así que me apresuré a librarme de la confusión aun a riesgo de perder mi orgullo. – ¡Alan, suéltame! ¡SUÉLTAME!
               - Cállate, Sheila – me ordenó con sequedad.
Sus palabras me dolieron más que la sonrisa autosuficiente de Thomas Sword, mucho más. Luché contra una verdad irrefutable, intentando así salvarme a mí misma. Negué y negué hasta que la pregunta se escapó de mi garganta:
- ¿Eres el traidor?
Ninguna contestación, solo su constante abrazo inmovilizador, solo su aliento entrecortado en mi nuca, solo su corazón errante más cercano al mío de lo que lo había estado en mucho tiempo. Y entonces dijo:
- No tenía elección.
La carcajada del asqueroso padre de Karen no se hizo esperar, poniendo banda sonora al apuñalamiento de mi corazón. Sentí el frío tacto de una lágrima que caía por mi rostro hinchado y enrojecido. Quise apartarla, olvidando por un momento que mis muñecas habían perdido toda voluntad de movimiento. Así que aquella gota humedeció a su paso mi mejilla hasta morir en el hueco de mi cuello; luego, justo cuando esta dejó de existir, la llama moribunda se avivó cargada de rabia.
- ¡¿Por qué?! ¿Por qué me haces esto, Alan? Después de todo lo que hemos pasado… ¿POR QUÉ? – grité exhausta.
- Porque yo se lo pedí, por supuesto – respondió el hombre de ojos azules. - ¿Por qué sino iba a ser? Todo hombre tiene un precio, señorita Johns. Wilson no es ninguna excepción. – Momento sonrisa sarcástica. – Le pedí que la encontrara y la trajera hasta aquí y, aunque con algo de retraso, el señor Wilson ha cumplido su misión de forma impecable.
Me retorcí con furia, tratando de asestarle otro puñetazo que le cerrara la boca para siempre a Sword, pero por desgracia Alan me tenía bien sujeta. Solo pensar en que era él…
- ¿Qué se siente al saber que todo en lo que creía es mentira, Sheila?
De repente, todos los recuerdos se abalanzaron sobre mí. Una incansable cascada de nuestros momentos juntos: el primer saludo, aquella sonrisa, sus ojos protegiéndome en la oscuridad, sus manos en mi cadera, nuestras risas mezcladas como una sola, un “te quiero”, un adiós… El puñal se clavó, al fin, de lleno en mi corazón, acabando incluso con los fragmentos más insignificantes. Escondí mi rostro tras mi pelo y susurré con una voz sin vida:
- Yo te quería.
- ¡Qué conmovedor! – exclamó Sword. - ¿Lo ha oído, Johns? Su hija está tan enamorada de ese chico… ¿Cómo no lo he visto antes? ¡Está loca por él! Incluso ahora que sabe que le ha traicionado, no puede evitar amarle. ¡Dichosa juventud, amigo mío! Cuán dichosa es…
>>Pero no nos pongamos melodramáticos. Lo importante no es el amor, sino el dinero. Esta será la última vez que se lo repito, Johns: acepte mi generosa oferta y cédame todo el poder de su familia o… su hija morirá.
Abrí mis ojos con sorpresa y horror a partes iguales. ¿Había dicho lo que había dicho? Me revolví instintivamente; sin embargo, la visión del cañón de una pistola apuntando directamente a mi corazón me dejó paralizada. Estaba perdiendo el control de mi respiración, acercándome segundo a segundo a la histeria más absoluta. Miré desesperada a mi padre tratando de discernir su reacción, pero lo que vi no me tranquilizó para nada; ya que, en su cara, no se había producido cambio alguno. Yo le daba igual. Siempre había sido así.
Recuperé mi llanto en silencio, aceptando la realidad tal y como era. Había cometido el peor error de mi vida e iba a pagar por ello. “Al menos”, me dije, “moriré en honor a mi familia”.
- ¡Vamos, Johns, decídase! Es su última oportunidad de salvarla. – Nunca antes el silencio fue tan hueco. - No trate de jugar conmigo, Johns. Sabe perfectamente que soy capaz de hacerlo.
- Jamás firmaré el acuerdo, Sword. Da igual lo que haga o las personas que mate. Nunca lo haré – La voz de mi padre sonó incluso más muerta que la mía.
- ¿Esta seguro, Johns? – preguntó extrañamente divertido por sus palabras. – Entonces, supongo que no me sirve.
Y disparó.
Todo ocurrió muy deprisa. No fue como en las películas, donde todo empieza a pasar a cámara lenta. No fue una escena luminosa, ni heroica; sino, simplemente caótica. No recordaba haber gritado, pero mi garganta me decía lo contrario. Tampoco recordaba cómo había logrado desembarazarme de Alan, pero el hecho es que me encontraba sobre el cuerpo tendido de mi padre. Mis manos se habían teñido de pronto con la sangre surgida de su pecho perforado por una bala que debía haber sido mía. Lloraba sin saber si alguna vez había existido mi vida sin lágrimas. Miraba sus ojos agonizantes como si su sola visión pudiera compensar de alguna forma miles de momentos perdidos. Su sonrisa era nueva para mí, reflejo de una felicidad digna de verse.
- Me recuerdas t-tanto a ella, Ssssheila… - Nadie habría podido evitar que dijera aquello. Nadie se habría atrevido a interrumpir semejante despedida. – Lo siento… L-lo lo siento, Victoria.
Sus pupilas se iluminaron por última vez y, entonces, su brillo se extinguió, convirtiendo sus ojos en pozos infinitos de oscuridad y paz. Lloré por mi padre. Lloré por mi madre. Lloré por mí, por el tremendo vacío que había en mi pecho, por el dolor que ya se había hecho un hueco en mi alma.
De repente, un arma llegó rodando hasta mí. La cogí con manos temblorosas mientras escuchaba cómo el caos inundaba el despacho. La contemplé con curiosidad, confundiéndola con un entonces trozo de cristal. Alcé la vista al techo aún con profundos sollozos retumbando en mi pecho  y llevé la pistola a mi sien derecha.
Pum
Creí que sería más doloroso, que sentiría algo, lo que fuera, antes de llegar a la nada absoluta. No me asustaba la muerte, pero sí el dolor antes de que llegara a por mí; sin embargo, al parecer, este no se había producido. Pestañeé decepcionada. ¿Así era morir?
Entonces, comprendí que el disparo no había llegado de la pistola que mi mano sujetaba, sino de un rincón muy diferente de la habitación. Miré a mi alrededor y vi el cuerpo sin vida de Thomas Sword tirado en el suelo del despacho mientras su sangre se esparcía por la alfombra. Cerré los ojos, intentando convencerme a mí misma de que no era cierto, de que había muerto y ahora veía la realidad de forma distorsionada; no obstante, en el fondo, sabía que mentía. Estaba viva y él no. La idea me entristeció profundamente, provocando que mi llanto regresara, si es que alguna vez se había ido.
- Sheila, por favor, suelta el arma. Se ha acabado.
Le miré. Se parecía tanto al Alan que había perdido. En su mano había un revólver, el cual, en lugar de apuntarme, colgaba de la mano de su portador sin pinta de ser muy amenazador. Yo también tenía un arma y la mía sí señalaba en su dirección. Alan arrugó el entrecejo, pero no me devolvió la amenaza. En cambio, empezó a retroceder hacia la puerta, alejándose de mí.
- Te odio – afirmé, pero ya era demasiado tarde. Alan se había ido. - ¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO!
Cerré los ojos. Estaba cansada, horriblemente cansada. Mis brazos perdieron toda su fuerza y el arma se escurrió de entre mis dedos, cayendo al suelo con un ruido amortiguado. Me tumbé sobre la alfombra del despacho junto a mi padre y dejé que el dolor me llevara a su reino de pesadilla. Lo noté todo a la vez: la calidez de mi piel mutilada, los latidos de mi corazón desbocado, el retumbar de mi pecho con cada errática soplo de aire. Cada célula de mi cuerpo estaba dañada de alguna forma y me gritaba su sufrimiento, empeorando con sus quejidos mi propio lamento. Llorar dolía. Respirar también. Boqueé, sin embargo, para seguir recibiendo oxígeno en un último intento de mi cerebro por sobrevivir. Solo había un problema: yo no quería sobrevivir.


Y con el mayor de los vacíos, inmersa en el más grande de los silencios y rodeada de muerte, la inconsciencia llegó y, con ella, una nueva versión del infierno.


8 comentarios:

  1. NOOOOO ;_; NO PUEDE SER REAL. ¿ALAN? PORQUE!!!!!!!!!!!!!!!?????? Sheila y él hacían una pareja perfecta, incluso yo me había enamorado de él.... ¿Un traidor? maldito Thomas Sword ! Ojala se pudra en el infierno. Espero que este no sea el final de esta bella historia, NECESITO mas que nunca leer la continuación. Sheila no puede acabar asi de mal, todo en lo que creía *llora*
    Besos M.T

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    1. El amor roto duele :S Alguien tenía que serlo y la verdad es que cuando pensé en quién podría ser la primera opción fue Karen. Sería lo lógico, no? ;) Pero entonces me di cuenta de que no podía ser ella... Y ahí estaba Alan, dándolo todo por Sheila, por esa pareja perfecta que tú decías MT ;) No sé, simplemente creí que era lo que la historia me pedía :P
      La historia aún no se ha terminado ^^ (Y hasta aquí puedo leer... :P)
      Besos y gracias por tu comentario MT :D

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  2. ESPERA... ¡¿WHAT?! Dios mío no sé que decir, excepto ASDFGHJKL Quiero leer el siguiente porque esto no tiene sentido para mi... ¿Alan? Jo :( Estoy triste.
    Pobre Sheila... Se merece que todo cambie.
    Excelente capítulo, como siempre Crispi, es un placer esperarte :)
    Un besito enorme, linda

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    1. Aún pueden cambiar muchas cosas a pesar de que me quedan como unos dos capítulos para acabar la historia :)
      Muchas gracias por los ánimos Jane ^^
      Besos

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  3. ¿¡PEEERO QUEEEEEE?! No, no puede ser enserio. Todavía sigo con la boca abierta, ¿Alan el traidor? Eso no me lo esperaba, estaba demasiado distraída pensando en que eran perfectos juntos, y en lo atento que parecía ser Alan y resulta que era todo mentira....
    Por lo menos es asqueroso de Sword está muerto que después de todo es lo que se merecía.
    Lo que espero ahora es que Sheila salga adelante y consiga olvidar un poco el pasado.
    A pesar del sock un capítulo pefecto, espero el siguiente ^^
    Besos;)

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    1. En parte Ana me alegro de que te sorprendiera :) aunque haya sido por la mala noticia de la traición de Alan :( Ya sabes lo que dices: las apariencias engañan ;) jajaja
      Veremos qué le depara el futuro a Sheila ;)
      Muchas gracias por todo Ana y perdón por dejarte en shock :P
      Besos

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  4. Dios mío!!!!!!!!!!!! ALAN!!!!! A ver, eso de que no le hablara antes ne mosqueó, pero, ERA SU AMOR!!! Eso ha sido un sueño!!! Felicidades por tu capacidad de expresión :-) De verdad escribes esrupendamente y te admiro mucho ;-)) Ahora mas que nunca necesito leer el siguiente capitulo!! Besos MK<3<3

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    1. Era su amor... Ay el amor que caprichoso, ¿verdad? ;) ¿Un sueño? Hummm... si te soy sincera no se me había ocurrido esa posibilidad jajajaja Siento decir que este capi era real como la vida misma ;) aunque todo parezca un tanto surrealista en el fondo :S
      Muchas gracias por el apoyo Mónica ^^ Por cierto, espero poder leerme todos tus capis durante las vacaciones porque es una pena que haya perdido la pista de tus historias :(
      Estoy ya trabajando en el siguiente, pero no te quiero engañar, aún le falta. Ahora que nos acercamos al final quiero que sean perfectos. Lo malo es que la perfección requiere su tiempo... Paciencia, please :S
      Besos

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