lunes, 25 de febrero de 2013

Capítulo 55

Hola, hola, holiiita!! ^^ Como había prometido, aquí traigo el capítulo 55 ¡Vivan los capicúas!! jaja Realmente no sé si me ha quedado lo suficientemente entretenido o interesante pero os dejo ese aspecto a vuestra opinión. Recordad que para eso están los comentarios ;) Y ya me despido porque tengo que volver a los libros de texto... :( 
Muchos besos ^^






En mitad de la noche, me desperté. Sentí cómo el recuerdo del sueño que había tenido se difuminaba, como se diluye un azucarillo en el agua. Mi corazón rebotaba bruscamente en mi pecho y yo no sabía por qué. Miré a mi alrededor en busca de lo que me había despertado, pero nada de lo que me rodeaba me llamó especialmente la atención. Todo parecía en calma. Alan estaba tumbado muy cerca de mí, de espaldas a mi posición.
- ¿Alan? – le llamé en un susurro. No me respondió, por lo que supuse que dormía.
De repente, oí un ruido. Casi di un bote en el sitio. Traté de localizar la causa de mi estado de alerta sin resultado alguno, lo que me puso aún más nerviosa si cabe. Sólo podía escuchar el soplo del viento, el cual me hacía estremecer en el frío de la noche. La oscuridad era absoluta, a excepción de la tétrica luz de luna que, si bien iluminaba poco, daba al bosque un aire siniestro.
Lo volví a oír. Parecían ramitas que se rompían con un quedo crujido. “Seguro que sólo es un animal inofensivo, duérmete y mañana será otro día”. Lo malo era que convencerme a mí misma no era uno de mis puntos fuertes y no creí mis propias palabras. Al contrario, mi imaginación se vio avivada por miles de aterradoras criaturas nocturnas con sed de sangre. Hasta el suave balacear de las hojas sobre mi cabeza empezó a resultarme extraño, más parecido a chirridos escalofriantes que al relajante susurro que me encantaba escuchar durante el día. La noche lo había cambiado todo. Mi oído se agudizó en busca de peligros y comencé a captar los ululatos de los búhos nocturnos, el agua correr del río próximo, la respiración de Alan y la mía propia. Mi corazón. Un escalofrío empezó a formarse en el principio de mi columna y fue subiendo hasta hacerme temblar por completo, aunque no supe si de frío o de terror. Eché horriblemente de menos el fuego, aquella pequeña fogata que había logrado hacerme entrar en calor, que me había acompañado y dado un hogar durante la cena. Ahora, sólo quedaban sus cenizas mientras la fría corriente de aire me arrebataba incluso su recuerdo.

Había visto amanecer en otras ocasiones, pero esta fue especial. Cerré los ojos para sentir la tímida luz que conseguía llegar a mí filtrada por las copas de los robles. Fue como desconectar del mundo por unos segundos y ser, al mismo tiempo, consciente de formar parte de él. Respiré con gran alivio y miré al bosque de forma diferente. Volvía a ser el que tanto me gustaba. Sonreí. Me sentí tremendamente estúpida, pero contenta. ¡Había sobrevivido! Ningún bicho se había abalanzado sobre mí para devorarme, ni ningún sicario de los Sword nos había capturado. Estábamos a salvo.
Zarandeé suavemente a Alan para intentar despertarle, pero su expresión no cambió ni un ápice. Empecé a moverle con más insistencia a la vez que mi miedo iba en aumento.
- Alan, despierta. ¡Despierta! ¡Vamos, arriba!
- No quiero mamá… - ¿Qué? Estaba tan sorprendida que ni podía reír.
Alan rodó sobre sí mismo, con tan mala suerte que apoyó demasiado peso en su hombro y abrió los ojos por el dolor. No reproduciré sus palabras, pero dejémoslo en que no fueron bonitas…
- ¿Estás bien, Alan?
- Sí, tranquila. ¿Qué hora es?
- Ni idea, pero acaba de amanecer, así que pronto.
- Y tanto. – Se incorporó un poco y, aunque intenté ayudarle, se apartó de repente. – Supongo que deberíamos ponernos en marcha cuanto antes, ¿no?
Asentí, demasiado molesta para hablar. Ni siquiera sabía cómo interpretar su distanciamiento. ¿Qué había hecho yo? Podía pensar en merecerlo, pero no en desconocer el motivo. Aun así, no me planteé preguntárselo, demasiado para mi orgullo. Sin decir nada más, me levanté y caminé con cierta dificultad debido al entumecimiento hasta el río. Sabía dónde estaba más o menos porque lo llevaba escuchando durante demasiadas horas. Y no me equivoqué.
Era más bien un riachuelo con pretensiones, más pequeño que el río de mi refugio, aunque tampoco demasiado. Me arrodillé al borde y me limpié la cara con su agua helada, la cual me despejó al instante, borrando parte del cansancio. Lástima que no borrara también mi mal humor. Me quedé allí un rato más, mirando el reflejo que me devolvía el riachuelo. Tantas veces había hecho ese mismo gesto en mi refugio…
Me levanté como movida por un resorte y me alejé; quería poner distancia con mis recuerdos, verlos desde tan lejos que parecieran hormiguitas sin importancia. Y por eso me reuní con Alan, buscando en él mi presente; sin embargo, no me saludó cuando volví a su lado. Tal vez, ni siquiera se hubiera dado cuenta de mi ausencia. Él mismo parecía estar muy lejos de aquel lugar. Aún no había regresado y no sabía cuándo lo haría. Rabia. Sentí rabia. Por poderle coger de la mano, pero no sentir su fuerza. Por mirarle a los ojos y no ser vista. Por hablar y no recibir una respuesta. Intenté controlarme y no gritar; no se lo merecía. Debía ser paciente y esperar a que él estuviera preparado para volver a la realidad y tomarse un descanso.
Con esta idea algo más optimista, comencé a caminar hacia la dirección que me indicaba la brújula, fuera cual fuese mi destino. No pretendí emprender una conversación con el vacío Alan, pues no quería hacer crecer mi frustración. No obstante, era inevitable que tuviéramos que hablar, ya que de mis instrucciones dependía su equilibrio. Y era en esas ocasiones, en las que yo me daba la vuelta, trataba de sonreír y él respondía con monosílabos; en las cuales yo creía que iba a perder el control y abofetearle para que despertara de una vez por todas. Yolanda estaba muy lejos de nosotros, su hermano aún más y nada había que pudiéramos hacer, sólo seguir adelante. Y sí, me daba cuenta de la ironía del destino, pero no por ello me sentía mejor.
Ya era por la tarde y empezaba a subir la temperatura, dando un adelanto del cercano verano. Estaba muy cansada, exhausta y hambrienta. Mis pisadas cada vez eran más pesadas, cada vez me costaba un poquito más levantar los pies del suelo y avanzar. Tampoco el bosque me lo puso fácil. Estábamos subiendo un monte y la inclinación se agudizaba con cada metro. Habría dado un rodeo de haber conocido la zona y tener más tiempo, pero no disponía ni de una cosa ni de la otra, así que me guardé mis malos pensamientos y subí. Alan no puso objeción ninguna, aunque tampoco lo habría hecho de saber por dónde iba.
Ya no podía obviar que el cansancio hacía mella en mí. Mi vista se borraba por momentos y apenas podía respirar sin sentir una quemazón en mis pulmones. Pero seguí. Prefería moverme, pues odiaba quedarme quieta. Seguí, caminé, me tropecé más de lo normal, me desorienté, volví al camino correcto y lo abandoné demasiado pronto. Y entonces, todo empezó a dar vueltas. Tuve que apoyarme en el tronco más cercano para no caerme, pero el mundo no se quedó quieto. Era como sumergirse en una enorme bola de colores saltarines que no me permitía pensar ni respirar. Me desplomé en el suelo en busca de más estabilidad y poco a poco, todo volvió a la normalidad y mi cabeza dejó de vibrar. Me quedé unos segundos más allí, tumbada en el duro suelo de tierra, tratando de comprender qué me había pasado y, al mismo tiempo, olvidarlo. Me levanté con extrema lentitud, pero las piernas ya no me respondían y volví a caer. Mis ojos escocían y mi garganta quemaba por la sed. No podía llorar ni gritar, ni tenía fuerzas para nada. Cerré los ojos.
- Sheila, tranquila, estoy contigo… Estoy contigo. – Juro que traté de sonreír, pero no me salió. Estaba cansada de fingir que estaba bien. Tan cansada… - Mierda. Espera, Sheila, no te muevas. – ¿En serio pensaba que me iba a mover? Qué idiota. No abrí los ojos cuando sentí mis labios húmedos. – Vamos, bebe. – Esta vez, le hice caso, aunque casi me ahogo. Me incorporé y vomité lo poco que había en mi estómago. Después le arrebaté la botella de las manos para intentar sacar ese asqueroso gusto ácido de mi boca. - ¿Mejor?
- A buenas horas te das cuenta de que existo. – Alan me sonrió y yo elevé las comisuras de mis labios como un acto reflejo.
- Lo sé, perdona.
Cerré los ojos y reí. Dolía un poco, pero reí porque no quería estar enfadada con él. No podía culparle por tener muchos recuerdos del pasado, aunque me lo hubieran arrebatado durante tanto tiempo. Si algo me había enseñado él era a dejar de lado todo lo que te hunde en el barro y continuar adelante por mucho que te cueste avanzar entre la lluvia; sin embargo, a veces era tan difícil salir... Nadie mejor que yo lo comprendía, así que reía, contenta de tenerle de vuelta conmigo. Por una vez, quería vivir mi presente y en él lo único que cabía era felicidad por saber que estaba a mi lado.
Dejé que Alan me ayudara a incorporarme y me quedé sentada con la espalda apoyada en uno de los tantos robles, no sin antes desprenderme de la pesada mochila. Alan la abrió y me tendió una pequeña ración de sopa y unas galletitas que comí sin quejas. Yo empecé a dar cabezadas sin poder disimularlo por más tiempo.
- ¿Has dormido algo esta noche?
- No mucho – reconocí con vergüenza. 
Se acercó a mí y yo apoyé la cabeza en su regazo, tal y como hice la noche anterior. Después, me quedé dormida gracias a la seguridad que me transmitía. Había vuelto conmigo y no quería dejarle marchar. Lo último que recuerdo es que le dije: “Te perdono”. 

9 comentarios:

  1. ¡Muy bonito!
    Me encanta el final... te perdono. Me gusta. *-*
    ¿Podrías participar en mi concurso de Carbón en las Venas? carbonenlasvenas.blogspot.es

    ¡un besazo!

    Y a ver si subes más dibujos... que me chiflan!!

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    1. Gracias Catnip ^^
      Ahora mismo estoy aprendiendo a utilizar un programa de retoque de fotos y auqnue se me da un poco mal creo que participaré :) En cuanto a los dibujos, lo malo es que requieren un tiempo que ahora mismo no me puedo permitir :( Intentaré subir alguno de vez en cuando, pero el problema es ese, el tiempo.
      Besos

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    2. Por cierto, estás nominada a unos premios en Diamante de la Veta :)

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  2. Me encanta Alan!!!!!!!!!!!!*-* estaba un poco despistado, y pobrecilla Sheila, pero ahora todo esta bien...y hacen una pareja perfecta! la ultima parte ha sido preciosa! espero que sigan asii siempre!
    Besos de tu mayor fan :D M.T

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    1. Aquí está empezando a nacer un amor por Alan que no me esperaba XD Lo que está claro es que aunque les pase de todo están ahí siempre ^^
      Mi mayor fan?? Cómo mola!! :D Besazos

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  3. Hola!!!!!!!!!!! Ya estoy completamente al día en tu historia, que como sabes me encanta jaja así que ahora ya puedo cumplir mis amenazas si es necesario...
    Hay es que son tan monos, aunque Alan en este capítulo parecía medio retrasao la verdad jaja por cierto cuantos años tiene más o menos??
    Besos, Ana Grey ;)

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    1. Hola Ana ^^ Me alegra un montón leer eso :) Espero que no se te hiciera muy pesada la lectura, aunque ahora empiezo a tener un poquito de miedo :S jaja
      Alan tiene unos veinte años más o menos al igual que Yolanda y Diego
      Besos

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  4. Hola. Sí, soy la desaparecida de Jane JAJAJAJA
    Me encanta, siento no poder pasarme tanto como quisiera. Está genial, creo que ya te lo he dicho.
    PD: Enamorada de Alan.
    Un besito, cielo :) Y Capítulo 12.

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    1. Ahora eres la encontrada jaja Me alegro de que te encante ^^
      Y creo que no eres la única que está enamorada de él ... XD
      Otro beso para ti
      PD: Lo leí ayer pero era muy tarde y no te dejé un comentario. Enseguida me paso ;)

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