domingo, 10 de febrero de 2013

Capítulo 53

Ya llegó!!! Hola a todos :) He conseguido terminar el capítulo 53 y os lo dejo aquí con todo el cariño y con la esperanza de que os guste ^^  Me disculpo por adelantado por dejar así el final... :P 
Espero no tardar tanto con el próximo y me disculpo por haceros esperar tantos días :(
Nos vemos pronto






La oscuridad nos había ido persiguiendo a pesar de que las nubes hacía mucho que habían dejado de tapar al sol. Se fue acercando poco a poco y, con ella, la luz se marchaba. Intenté no prestar atención a las alargadas sombras durante el ocaso, me imaginé que la escasa visibilidad era debida al cansancio y nada más, creí que la bajada de la temperatura no era sino una alucinación sin importancia, y supuse que los repetidos tropiezos de mi novio se debían a su clara torpeza. De mi anterior euforia por estar rodeada de mi elemento ya sólo quedaban algunos rescoldos, dejando paso a la irritabilidad y frustración de quien quiere continuar y se ve incapaz. Finalmente, la noche nos atrapó entre sus garras y nos obligó a detenernos. De hecho, fue Alan quien me cogió de la mano para pararme. Yo me limité a evitar su mirada y sentarme en una zona de hierba fresca, derrotada.
 Nos encontrábamos inmersos en las entrañas verdes del bosque, pero a unos cincuenta metros de nosotros, se vislumbraba un pequeño claro.
- Pasaremos aquí la noche – anuncié, en cambio. Prefería evitar ese foco de vulnerabilidad y rodearlo a la mañana siguiente. No obstante, eché de menos poder contemplar el cielo estrellado. Mi único consuelo: la contaminación lumínica de un Delois no tan lejano.
Alan se sentó a mi lado, aceptando mi recomendación sin preguntas. Al fin, había asimilado mi “liderazgo”. Tuve que aguantarme la risa por ese pensamiento para no ofender su orgullo masculino. En ese momento, mi estómago gruñó, reclamando su parte de atención. Fruncí el ceño.
- Deberíamos cenar algo.
Arrastré por mis hombros la mochila y la coloqué entre nosotros. Fue un gran alivio quitarme ese peso de encima. Alan me sonrió, pero yo no había recuperado el humor. La coloqué en medio de los dos.
- Creo que hay una linterna en el bolsillo lateral. – me indicó. Alargué la mano y, efectivamente, allí estaba. La encendí y apunté con ella a la mochila. Alan la abrió con su mano buena, permitiendo ver qué se había aguardado en ella. Me quedé un poco decepcionada. La mayoría era comida enlatada: macarrones, guisos varios y conservas como atún o melocotón. Ningún saco de dormir a la vista, ni mucho menos una manta. Lo que sí encontré fue una navaja multiusos que guardé automáticamente en el bolsillo. – Tendremos que comer en frío, lo siento. – Sacó dos de las latas que yo había visto y me tendió una de ellas.
Hice un mohín recordando los raviolis enlatados de la última vez. Si ya eran malos en caliente, en frío… Un indicio de arcada me subió por la garganta, aunque no fue a más. Mi estómago volvió a rugir; tenía menos reparos que yo.
- Podría encender una pequeña hoguera – ofrecí sin entusiasmo alguno. Encender un fuego en un lugar tan sagrado para mí como era el bosque, me parecía inapropiado cuanto menos, pero, por otro lado, hacía mucho frío.
- ¿Estás segura? – Asentí, aunque la palabra “segura” no me describiera para nada en esos momentos. – Vale, recogeré leña.
Alan se levantó y me dejó sola con mis pensamientos y mi miedo. Dejé escapar un suspiro y cerré los ojos. “No pasa nada, Sheila. Puedes hacerlo. Tienes que hacerlo”, me repetía. Empecé a enumerar los pasos que debía seguir para encender un fuego, los cuales aprendí gracias a los consejos de Isabel. Al principio, todo era confuso y, de pronto, cada una de sus palabras se hicieron claras. Su voz… Por un momento, creí que no podría volver a moverme. Había recordado su voz. Sentí una punzada en el corazón.
- Ojalá estuvieras aquí, conmigo. – susurré.
               Una lágrima consiguió sobrepasar la línea de mi ojo, pero me la quité rápidamente y comencé a cavar un hoyo en la tierra. Cuando creí haber conseguido un hueco no muy profundo pero suficientemente ancho, fui en busca de algunas piedras para delinearlo. Una vez terminado, contemplé mi obra. Crucé los dedos para que sirviera. Alan volvió al cabo de unos minutos y descargó lo que había encontrado en el agujero. Yo di con un par de cajas de cerillas en la mochila, pero cuando me acerqué con ellas en la mano, vacilé. No me atrevía a hacerlo. Cerré los ojos. El viento era muy suave. Oía agua, seguramente de un riachuelo cercano. Olía el aroma silvestre del bosque, mezcla de humedad y salvaje naturaleza. Cuando abrí los ojos de nuevo, supe que Alan me contemplaba. Le miré después de bastante tiempo sin hacerlo y en él vi lo que más me hacía falta en aquellos momentos: confianza. Me agaché y encendí una de las cerillas, metiéndola entre las ramas estratégicamente colocadas. Y allí estaba, primero de forma tímida, después más notablemente. Fuego.
               Pensé que me horrorizaría verlo, que algo dentro de mí me diría que estaba mal; sin embargo, no fue así. Era cálido, reconfortante, esperanzador. Me quedé admirándolo un buen rato mientras mi novio intentaba calentar nuestra cena. Me deleité con la danza de las llamas y vigilé cada chispa. Mi vista se secaba e irritaba, pero no importaba porque sentía que la tensión que había ido acumulando desaparecía poco a poco y eso era de un valor incalculable para mí.
               - La cena está lista, señorita. – anunció Alan con solemnidad. Le dediqué una mirada de reproche por lo de “señorita”, aunque si lo notó, yo no lo supe.
               - Gracias.
               Hundí el tenedor (sí, Alan había metido un tenedor) en el interior de la lata y traté de degustar su contenido cuando entró en mi boca. Digamos que era… aceptable. Al menos aguantaría en mi estómago.
               - Vas mejorando en esto de la cocina, Alan.
               - Gracias. Me estoy esforzando.
Ambos reímos y empezamos a bromear de esto y aquello sin pararnos a pensar muy bien qué era lo que decíamos. Pronto, mi tenedor chocó contra el fondo de la lata metálica y dimos paso al postre: un par de rodajas de melocotón en almíbar, del cual aprovechamos hasta el dulce líquido. Al terminar, me relamí los labios satisfecha y ayudé a recoger los restos de la cena. Cuando todo estuvo de vuelta en la mochila, me tumbé sobre la hierba, aunque mojada, cómoda. De nuevo me recorrió la añoranza al darme cuenta de que no iba a poder ver las estrellas por mucho que mi vista vagara por entre las copas de lo árboles. Solo distinguía una porción de cielo eléctrico sobre mi cabeza, simple, pero infinita. Tan grande, que daba miedo. Yo jamás había visto el mar, pero sin duda debía ser como el cielo, sin límites ni fronteras establecidas, sólo agua y más agua que jamás nadie podría domar.
Volví a la realidad, pues mi mente había vuelto a viajar demasiado lejos, y pensé en alguien más cercano que el cielo. Me volteé para quedarme tumbada sobre mi costado. Alan miraba al fuego como yo había hecho antes. Le observé durante unos minutos. Y, de repente, Alan sonrió y dijo:
- Sheila, eres consciente de que sé que me estás mirando, ¿no?
- Yo… Perdona, no quería molestarte – me disculpé en enseguida. Sin embargo, mi novio no dejaba de sonreír y pronto me sentí una tonta. Nada nuevo, a decir verdad.
- Ven aquí, anda. – Alan abrió sus brazos y yo me refugié en ellos. Empezaba a acostumbrarme a que me rodeara de esa forma tan protectora, me hacía sentirme bien. Me apoyé sobre su hombro sano y cerré los ojos. Alan comenzó a acariciarme el pelo, aunque no supe cómo se las apañó para no quedarse atrapado entre mis desenmarañados rizos. Era tan relajante que la poca tensión que aún guardaba de la caminata del día fue desapareciendo y el sueño empezó a rondarme. Estaba muy cansada. No me había dado cuenta, pero quería y necesitaba dormir, así que dejé vagar mi mente por las sombras superficiales y me concentré en el rítmico latido de su corazón. Bum, bum. Bum, bum. En lugar de vulgares ovejitas, yo tenía un corazón, como corazón de la madre tienen los recién nacidos. - ¿Sheila estás dormida?
- ¿Humm? No, cariño, todavía no.  – Tardé un poco en hacer las conexiones necesarias para comprender qué palabra había utilizado, y unas pocas más para sonrojarme. - ¿Qué pasa? – pregunté para ganar tiempo y desviar mi atención.
- Quería contarte una cosa. 

8 comentarios:

  1. que cosa es !!!!!!!!!!!!??????????????????????????
    Me as dejado con la intriga como siempre!:D me ha encantado el cap. la descripcion del principio es preciosa!
    Sige asi!!!!!
    Besos M.T

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    1. To be continued ...
      jaja un poco de intriga no viene mal ;) pero intentaré no haceros sufrir mucho. Muchas gracias por comentar M.T ^^
      Besos

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  2. ¡O por dios! Crispi me has dejado con la boca abierta.
    Adoro el capitulo!
    Espero el sig. con ganas!

    PD: Me ha encantado la intriga. Siempre que leo espero que me dejen como me has dejado tu!
    Un beso enorme! :D

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    1. Me alegra leer eso :) a mí también me gusta que a veces los capítulos se queden con intriga pero sin pasarse XD Espero no haceros sufrir mucho.
      Otro beso para ti

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  3. Que intriga, por favor. Escribes las mil maraavillas, siento haberme tardado en ponerme al día, y sabes que he estado ausente jeje
    Bueno, continúa que lo haces genial.
    Un besito :)

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    1. Muchas gracias Jane ^^ No te disculpes mujer, no pasa nada :) Intentaré hacerlo lo mejor posible para cumplir esas expectativas ;)
      Besos

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    2. Por cierto: ¿Es normal que esté enamorada de Alan?

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