Sus ojos volvían a sonreír, incluso con más fuerza de la
que podían expresar sus labios. Sus ojos… Conocía esos ojos, y no precisamente
desde hacía un día. En mi mente empezaron aflorar recuerdos que ya creía
extinguidos.
- ¿Cómo es posible que…? No…
- Siento no habértelo dicho antes, Che…
- ¡No me llames así! – salté de la cama como un resorte y
me alejé de ella. Habían pasado demasiados años sin escuchar ese ridículo
diminutivo. Demasiados... Pero, aun así, solo una persona en todo el mundo me
habría llamado así…
- Por favor, Che…
- ¡BASTA! – grité, notándome de nuevo al borde del llanto.
Me mordí el labio para que dejara de temblar, pero todo mi ser se estremecía
sin importar qué hiciera. – ¡No quiero escuchar nada más! No puedes ser ella
porque se fue ¡Desapareció! ¡Fin de la historia!
- Escucha, Che… Sheila, - se corrigió. – no me fui porque
quisiera.
- ¿Ah, no? ¿De verdad crees que voy a confiar en ti si no
has hecho otra cosa que mentirme?
- No he mentido. – Su voz se endureció. Su paciencia también
se estaba agotando, pues las cosas no parecían ir como ella hubo sospechado.
- Pues si eres quien dices ser, ¿qué ocurrió? ¡¿Por qué no
volviste?! – le solté tan abruptamente como pudiera haberlo sido un puñetazo.
- Porque mis padres murieron. - Lo dijo de pasada, como si
así pudiera doler menos, como si así pudiera perder su verdadero y trágico
significado.
Fracasó estrepitosamente.
Un desagradable escalofrío recorrió toda mi columna. Mi
cuerpo dejó de temblar durante un segundo, dándome una paz que no quería. No de
esa forma. Ambas nos quedamos congeladas, como si alguien hubiera detenido la
escena y la hubiera cargado de un tenso silencio. Y de pronto, todo comenzó a
acelerarse en mi mente. Un torrente de imágenes borrosas pasaba por mi cabeza,
sin darme ninguna oportunidad de reconocerlas. Mi sistema estaba al borde del
colapso, pero no podía parar. Y entonces, todo se detuvo en nuestro último día
juntas.
Éramos dos niñas
pequeñas en un jardín muy grande. Nos encontrábamos en primavera y las flores
lucían orgullosas sus preciosos pétalos de colores. El jardín se había
convertido en un mundo plagado de fantasías donde tenían cabida todo tipo de
criaturas. Un lugar, donde la imaginación solo era un medio para ver la
realidad.
Corríamos entre los
parterres, transformados en islas paradisíacas y selvas inexploradas, tras
hadas y risueñas melodías. El cielo azul sobre nuestras cabezas se confundía
con un mar invertido. Éramos libres. Éramos felices. Nos sentíamos confiadas y
dispuestas a vivir por siempre en aquel mundo.
Cansadas de tanta
carrera, nos sentamos en un asiento de mármol blanco a modo de trono, a pesar
de que nuestros pies ni siquiera rozaban el suelo. Unas pulseras de hilo azul
se convirtieron en las coronas que nos señalaban como las reinas indiscutibles
del reino. “¿Amigas para siempre?”, le pregunté a mi compañera; “para siempre”,
me respondió. Y empezamos a entonar nuestro himno, poniendo hasta la última
gota de nuestra ilusión en aquella cancioncilla.
Abrí los ojos, percatándome de que los había cerrado
inconscientemente. Lucía trataba de disimular lo mejor que podía, pero sus
lágrimas seguían brotando de sus ojos enrojecidos por mucho que intentara
apartarlas. Pero yo ya no veía a una persona tratando de ocultar una verdad que
le partía el corazón. No, yo veía a Lu. A una amiga. Al menos, a una que lo
fue.
Mi cuerpo se movió por voluntad propia, aunque no me opuse
a sus deseos en ese caso. Di un paso más y la rodeé con mis brazos.
- Lo siento, Lu. – Pronunciar su apodo fue algo que me salió natural. Ella se limitó a abrazarme con más
fuerza.
Lucía se desahogó en mi hombro, llenándolo de
lágrimas más amargas de lo que lo habían sido las mías. No me paré a pensar en
lo extraño que era estar consolando a otra persona que no fuera yo misma, ni
quise dar importancia a nuestra pequeña discusión de antes o a mi desconfianza.
Lo único que me importaba era su dolor, porque no me gustaba escucharla llorar.
De las cenizas de una amistad que creía muerta, ahora surgía un fénix con una
pulsera de hilo atada.
- ¿Qué ocurrió? - le pregunté una vez estuvo algo más
tranquila.
- Ellos… - Se alejó un poco de mí para mirarme directamente
a los ojos, impidiendo que ninguna de las dos pudiéramos escaparnos. – La
policía dijo que… que unos ladrones asaltaron la casa y que ellos… ofrecieron
resistencia. No tuvieron ninguna oportunidad. – La volví a acercar hacia mí,
pero ella se resistió. – Sheila, no. Yo creo que… Bueno, la policía nunca llegó
a descubrir quiénes eran pero…
- Pero… - la animé.
- Creo que fueron los Johns, Che. – Aguanté el golpe como
bien pude y traté de reconstruir la lógica de su afirmación en mi mente, aunque
sin mucho éxito. Johns… Realmente, sonaba escalofriante, más aún si tenía en
cuenta que ese era mi propio apellido.
- ¿Qué? ¿Los Johns? ¿De qué hablas? – pregunté para ganar
tiempo.
- Hablo de que mis padres trabajaban para el tuyo, pero
cuando tu madre… – Ambas contuvimos el aliento al unísono, con la salvedad de
que Lucía parecía estar recuperando la entereza y yo la perdía cada vez más. -
… todo empezó a ir muy mal en casa. Mis padres discutían sin parar, hasta que
un día, alguien decidió hacerles callar.
- ¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto? – Me pareció el
tema más inofensivo, pero el más urgente. Todavía me sentía muy rara cuando oía
hablar de mi madre, como si me faltara algo muy importante.
- Ella y mi madre se conocían de la universidad. Así es
como consiguieron el trabajo.
- ¿Y qué? ¿Me estás diciendo que…? – Todo era tan confuso
que ni siquiera sabía cómo continuar con aquello. - ¿Qué tratas de decirme?
- Que no fue ningún robo. Mis padres fueron asesinados
porque perdieron todo valor para tu padre.
Entreabrí la boca, pero todas las palabras morían
inacabadas en mi cerebro. Me apoyé en la pared en busca de algo sólido a lo que
agarrarme para no caerme.
- Che, ¿estás bien?
- No. – respondí secamente. – Nada de esto tiene sentido…
- Al revés; tiene mucho sentido. Cuando Samanta me adoptó
después de… lo que ocurrió, me prohibió volver a la mansión. Creo que es porque
tenía miedo de lo que pudiera pasarme si los Johns se enteraban de quién era.
- Pero aun así volviste.
- Sí. Tenía que buscar respuestas porque Samanta apenas era
capaz de decirme nada.
- ¿Y no se te ocurrió hablar conmigo?
- ¿Habría cambiado algo? – me rebatió con tristeza Lucía. –
Sé lo mal que lo pasabas, Sheila. No creas que no me enteré. Incluso estuve a
punto de hablar contigo una vez, pero me echaron antes de que pudiera hacer
nada…
La historia de Alan coincidía con lo que Lucía acababa de contarme,
confirmando su versión. No me estaba mintiendo, por tanto, era posible que…
- Déjame a solas un rato, Lu.
- Che, perdona. Yo no quería…
- No pasa nada – le regalé una de mis sonrisas falsas con
la esperanza de que esta vez colara, pero creo que no fui lo suficientemente
convincente porque Lucía no se decidía a marcharse. – Gracias por contármelo.
Al final, Lu salió de la habitación; a pesar de no estar
segura de que fuera lo mejor. No había conseguido engañarla, lo sabía; pero al
menos había logrado un poco más de tiempo. Me senté en el alféizar de la
ventana, viendo el paisaje del bosque aunque sin mirarlo. En mi mente, iba
saltando de una pregunta a otra sin parar, lo cual era frustrante, ya que ninguna de ellas tenía respuesta. Un ligero dolor de cabeza se empezaba a
asentar en mis sienes. Intenté aliviarlo masajeándomelas con pequeños círculos;
no funcionó.
Exhausta, mental y físicamente, resolví meterme en la cama
y descansar un poco con la esperanza de que mi sueño me sacara de la realidad.
Cuando desperté, lo primero que sentí fue el delicioso olor
de la pasta. Me incorporé y, efectivamente, me encontré con una bandeja con una
buena ración de espagueti, un poco de pan y un vaso de agua. Mi estómago gruñó y, cual pistoletazo de salida, me lancé a por la comida. Me obligué a masticar despacio para que no me sentara mal; no obstante, tampoco tardé mucho en tocar
el fondo del plato con mi cubierto. Más satisfecha y optimista, fui a abrir la
puerta para encontrarme con el resto de ocupantes de la casa. A medio camino
entre la puerta y la ventana, en cambio, me detuve. “No puedes salir. Eres un
peligro para los demás. Debes quedarte aquí. No puedes salir…”. Me llevé las
manos al corazón, notándolo latir bajo mis dedos. Volví al poyete de la ventana
y me instalé allí, dispuesta a dejar que el tiempo pasara, aunque lo hiciera
mucho más lento de lo que me hubiera gustado. Lo mismo daba. Me quedé mirando
un punto fijo más allá de la ventana e intenté dejar mi mente en blanco, vaciarla
de todo pensamiento capaz de distraerme de aquel puntito del bosque. Se
convirtió en mi apoyo, hasta el hecho de que creía que no había nada más que
aquel punto en la lejanía. Un lugar al que ya no podía acercarme.
Tampoco desvié la vista de mi nueva referencia en el mundo
cuando oí la puerta abrirse con pereza. Estuve a punto de mirarle cuando habló,
pero resistí la tentación. Siguió hablando un poco más, pero se dio cuenta de que
se engañaba a sí mismo si pensaba que iba a participar en ese discurso. Me tocó
el hombro; no intenté deshacerme de su contacto. Me zarandeó un poco; no me
quejé. Se rindió; no le pedí que siguiera luchando por mí, ya lo había hecho
durante demasiado tiempo. Sin embargo, cuando oí las bisagras de la puerta
quejarse por segunda vez, entreabrí los labios y dije:
- Tenías razón, Alan.
Sus pasos dudaron un instante, pero solo duró eso, pues se
marchó de mi lado, dejándome con mi soledad y mis pensamientos en completa
libertad. Libertad que no lo era en absoluto, ya que, a partir de entonces, no
salí de la habitación excepto para dirigirme al baño del otro lado del pasillo.
Samanta me traía la comida al dormitorio y trataba de convencerme para que la
acompañara a cualquier otro lugar, algo a lo que yo me negaba rotundamente.
También Lu se pasaba a menudo por mi habitación para hacerme compañía.
Entablábamos conversación durante unos minutos, evitando cualquier tema espinoso
que rompiera el momento. No sonreía mucho durante el día, pero me esforzaba más
cuando estaba con Lu. A veces, incluso parecíamos adolescentes normales
charlando de temas normales.
- ¿Conoces bien a Diego? – le pregunté una vez.
- Lo suficiente, supongo. A veces nos cruzamos en el camino
y tratamos de echarnos una mano, pero poco más. ¿Y tú?
- Supongo que solo algo. Es uno de los mejores amigos de
Alan, pero… no sé, aparte de haber comido en su restaurante, no puedo decir
mucho de él.
- Es de confianza, eso te lo garantizo yo. Un poco borde a
veces, pero un buen tío.
- Parece que hablas muy bien de él, ¿eh? – añadí con
picardía. Cuando Lucía alzó la mirada hacia mí tenía las mejillas rojas.
- ¿Qué? No, no, no. No es lo que piensas. Diego es un tipo antipático
y... egoísta y…
- Pues tú misma acabas de decir que es un buen tío, eso no
me suena a “antipático”.
- Déjalo ya – me pidió entre risas, mientras se instalaba
en su rostro un tono de rojo un poco más intenso. Yo también reí, sorprendida
de poder hacerlo con tanta franqueza. – Además, creo que tiene algo con una tal
Ángela.
- Sí, eso me temo yo también… Pero siempre hay esperanza –
intenté animarla. Lu me lo agradeció, olvidándose de contradecirme.
Sin embargo, aunque no podía negar que llegaba a pasármelo
bien con Lucía, ella también me presionada para salir de aquel cuarto diminuto,
eliminando ipso facto cualquier intención por mi parte de seguir conversando. “¿Para
qué?”, respondía yo, como si fuera la última línea de un diálogo de teatro
antes de ver caer el telón. Lu callaba, aunque era obvio que tenía muchas cosas
que decir al respecto. Sus argumentos no funcionarían conmigo y ella lo sabía.
El que menos me visitaba era Alan. No todos los días, ni
tampoco cada dos, se pasaba por allí para quedarse sentado en la cama,
mirándome. Creo que esperaba a que dijera yo la primera palabra, pero no me molesté
en hacer el esfuerzo. Era el único, no obstante, que no me insistía para que
saliera. No sé si le odiaba o si, en el fondo, me dolía demasiado que tuviera razón; la única verdad era que no nos hablábamos, ni habíamos vuelto a tocarnos. Temía
no reconocerle si le miraba. Temía volver a ver al Alan que me gritaba, el Alan
que no tenía control de sí mismo, el que
no me entendía.
Qué pensaría él de mí, lo desconozco. Supongo que tenía pinta de loca.
Y, realmente, sabía que estaba a punto de cruzar la línea entre estar cuerda y
no estarlo. Muchas veces, creía notar que las paredes se encogían y me
atrapaban. En esos momentos, miraba aterrada mi punto en la ventana esperando a
que mi fantasía se disipara y mi respiración se normalizara. Nunca, en cambio,
lograba tranquilizarme del todo, pues había perdido el significado de esa palabra.
Exceptuando escasos momentos junto a
Lucía, siempre estaba en tensión, esperando que mis peores temores se abalanzaran
sobre mí. Ni siquiera en sueños estaba segura. Mis pesadillas aumentaban, mis
miedos también. Pero continué con mi encierro voluntario, creyendo estar
salvándonos a todos de lo inevitable.
... POBRE SHEILA ¿Cuando le vas a dar una alegría? Aunque bueno, la reconciliación con Lu ha sido super tierna. Algo es algo jejeje Espero que en el siguiente todo vaya A MEJOR ¿eh?.
ResponderEliminarBueno, está genial escrito, me ha encantado. Lo del Fenix... PRECIOSO. Y el recuerdo igual(ehhh... lagrimilla) :))
Un besito.
No quería idealizar la vida de Sheila y la verdad es que tampoco es que llegue a ser realista del todo... Aun así, la reconciliación con Lu veréis como es algo muy bueno para ella ;) No sé lo que pasará en el siguiente :P Aún tengo que pensarlo jaja Me alegro que te gustaran los detalles del capi ^^
EliminarMuchas gracias Jane :D y besos
:( estoy con Jane! Sheila tiene que sufrir muchisimo, admiro su fuerza, valentía y coraje, la forma en la que lucha y responde ante los problemas es admirable. Y la amistad con Lucia me ha encantado, es tan bonita... No me esperaba que Lu estuviese por Diego pero ahora mismo me encanta. Harían una buena pareja. Por cierto, me gustan las fotos que pones al principio de cada cap. podrías poner fotos de los personajes, por favor? :3
ResponderEliminarBesos M.T
Me alegro de leer eso MT :) No porque sufra Sheila porque, lo creáis o no, hacerle la vida imposible a mis personajes no es algo que disfrute, sino porque me sorprende que veas en Sheila un personaje fuerte y valiente. Eso significa que Sheila a ido cambiando a lo largo de la historia :) Bien por ella!! jaja
EliminarEn cuanto a lo de Diego... ¡sorpresa! jaja Yo también lo creo ;)
Se me da muy mal buscar imágenes de personas porque ninguna se adapta completamente a mi imagen de ellos. La única que sí tengo es a Ángela. A lo mejor algún día la subo ;)
Besos MT
HOLA CRISPI! se que decir lo siento no alcanza y que crees que deje la historia abandonada por un tiempo, pero no lo hice, jamas deje de leer tu blog, solo que no encontraba tiempo para comentar, pero YA VOLVÍ CHICA! y prometo, no, prometo no, juró solemnemente comentar cada capi hasta el final de esta historia!
ResponderEliminarPobre Sheila, realmente la esta pasando mal, pero la entiendo la pobre tiene mas preguntas que respuestas, dios este Alan en vez de ayudar la lastima, bueno al menos la tiene a Lu, mmm... Lu y Diego, no esta mal, puuff Angela? JA! vamos Lu, puedes correrla del medio, viste? a mi Angela nunca me cayo bien, no importa, no es competencia para ella, esto es raro porque Lucia soy yo, y sinceramente me lo estoy tomando muy personal, QUE NADIE TOQUE A MI DIEGO! JAJAJAJA
Sube pronto el próximo capi!
Un besote grande, Lucia.
P.D: Espero que en el siguiente capi Sheila este mejor, la pobre se lo merece, después de tanto lió un respiro!
P.D2: Querido Alan: HACE ALGO NENE! no ves que la estas perdiendo? si tanto la queres arregla las cosas y pedí disculpas! últimamente te estas comportando como un verdadero idota!
P.D3: M.T tiene razón Diego y Lu harían buena pareja! ESCUCHASTE ESO ANGELA! jajajajaja
Bienvenida de nuevo Lu ^^ Me alegro mucho de verte por aquí de nuevo :) Me encantará ver ese juramento cumplido ;)
EliminarYa decía yo que nadie me estaba diciendo nada de Alan jaja Mejor no adelanto acontecimientos ;) Ya veréis qué pasa con Alan y por qué se comporta así.
Espero que no te decepcione tu personaje en la historia :S Está claro quién ganaría entre Lucía y Ángela jaja Pero no sabemos lo que piensa Diego :P
Pues aquí es donde menos respiros va a haber porque estamos entrando en la recta final de la historia :( Veremos si Alan sabe reaccionar a tiempo...
Eso sí, creo que Ángela debería tener miedo jaja
Muchos besos Lu!! :)
Hola Crispi! Primero siento haber tardado tanto en pasarme lo que tienen los exámenes :S
ResponderEliminarBueno volviendo al comentario en si, tengo que decir que la historia de la amistad entre Lucía y Sheila me sorprendió mucho pero para bien, esta bien que tenga una buena amiga ahora que la relación con Alan está un poco... tensa por así decirlo.
Lo que no me gusta nada es que se quede todo el tiempo en su habitación sin salir, es como si se estuviera torturando así misma mmmmm no se que pasará...
El capítulo está genial, besos ;)
Hola Ana :) No te preocupes entiendo lo que es estar ocupada con los exámenes ;)
EliminarLas sorpresas para bien son las mejores, ¿verdad? jaja Yo también creo que esta amistad es muy positiva ^^ En cuanto a Alan... creo que se puede decir que están tensos sí.
Es exactamente eso Ana :(
Muchas gracias por tu comentario ^^ Besos