sábado, 27 de octubre de 2012

Capítulo 46

Hola. ¿Os acordáis de mí? ;) Siento mucho no haber escrito ninguna entrada en todo este tiempo. Espero que no os hayáis olvidado de mí. Yo, desde luego, no lo he hecho y me duele mucho no poder garantizaros que vaya a escribir capítulos con la frecuencia que a mí me gustaría. Lo último que quiero es engañaros, así que, como muchas otras personas, me temo que no voy a poder comprometerme a deciros una fecha concreta para mis capítulos o mis entradas en general. Lo siento :( Intentaré que no pasen muchos días entre unas y otras, pero... no sé si será suficiente T_T Qué dura es la vida del estudiante...

Bueno, después de las malas noticias, las buenas :D Aquí os dejo un capi para que lo disfrutéis. Como siempre digo, espero que os guste y dejadme un comentario porfiii!! ^^ Me ha costado un poco escribirlo porque las emociones de Sheila no eran fáciles de describir, así que espero vuestra opinión para saber si ha quedado bien o no.

P.D.: Lucía no me he olvidado de tu dibujo, no te preocupes. Lo tengo en la cabeza, pero tengo que encontrar tiempo para volver a empuñar mis pinceles.

Hasta mañana ^^ (espero XD)



- ¡Señora! – El manillar volvió a su posición original, alargando unos segundos más mi vida.

- ¿Qué quieres, estúpido?

- Hemos registrado toda la casa. Falta un coche en el garaje y la cocina ha sido saqueada con bastante prisa, diría yo. Se han largado.

- Ya veo. – Soltó una risilla y sus tacones resonaron en mis oídos con la fuerza de bombas. – Así que se han ido… Una pena. – Daba la sensación de que el dato no le importaba lo más mínimo, como si estar allí fuera un completo aburrimiento y una absoluta pérdida de tiempo. – Volved a la base y recomenzad la búsqueda. Estad atentos a nuevas órdenes.

- Sí, señora.

El hombre salió de la habitación pisando fuerte sobre el parqué, con los finos tacones siguiéndole los pasos.

Un minuto después, mi respiración se aceleró y se volvió errática, hasta el punto de apenas ser capaz de llenar mis pulmones con aire. Las lágrimas caían por mi cara, humedeciendo mi ya mojado rostro. Noté unos brazos rodeándome y enterré la cabeza entre ellos buscando un escondite. Los sollozos convulsionaban mi espalda sin control y mi mundo se limitó a la ansiedad que me recorría.

Otra vez. El destino me había dado una segunda oportunidad (o tercera  o cuarta, ya no estaba segura), seguramente para poner en marcha un juego que yo no comprendía, pero del cual ya estana harta. Así que temblé y lloré porque sabía que no tendría la mima suerte si volvíamos a encontrarnos. No podía tenerla.

Poco a poco, dejé de derramar más lágrimas, sin sentirme más tranquila por ello, es más, no llorar significaba que todo lo malo se quedaba dentro de mí. No lo soportaba. Era demasiado para mí.
No obstante, empecé a escuchar las palabras que hasta el momento había ignorado no sé bien por qué. Palabras de cariño, de ánimo, de apoyo. Palabras susurradas cerca de mi oído como el suave sonido de las hojas de los árboles. Y después, noté las manos que surcaban mis rizos de forma repetitiva y tranquilizadora. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, aunque esta vez no fue de miedo. Levanté poco a poco la cabeza y me encontré con sus ojos. Una mano me limpió los restos de las últimas lágrimas, atrapó un mechón aún mojado, jugueteaba con él. Unos labios me besaron y yo les correspondí. De repente, el beso se volvió más rápido, ansioso y abrí los ojos asustada. Él se dio cuenta y se separó de mí.

- Lo siento. – se disculpó.

Apoyé mi cabeza de nuevo en su pecho. Estaba a gusto allí. Suspiré hondamente y sentí un beso en la coronilla. Su voz volvió a coger forma y me daba fuerzas para continuar adelante porque, al fin y al cabo, debía seguir viviendo. Segundo a segundo, fui perdiendo la confusión que reinaba en mi cabeza hasta que creí saber dónde estaba, qué había pasado y qué debía hacer. Repetí un par de veces más las instrucciones hasta convencerme de que eran las correctas. Intenté incorporarme y él me ayudó al averiguar mis intenciones. Mis movimientos eran torpes y descoordinados, pero conseguí salir del cuarto de baño. Mis pasos me llevaron al armario más próximo y revolví entre la ropa hasta encontrar lo que buscaba. Un pañuelo con estampado de flores sencillas se arrugaba entre mis manos.

- Será mejor que te sujete el brazo con esto.

Interpreté su silencio como un sí y até el pañuelo a modo de cabestrillo. Sólo di por terminada mi labor cuando me aseguré de que el nudo aguantaba el peso y cumpliría su función medianamente bien. Después, volví al baño y salí con la gran mochila de viaje al hombro, cogí su mano con decisión y le guie a través de la casa hasta la cocina. Una vez allí, me dispuse a preparar algo de comida, así que saqué un par de latas de raviolis con tomate. Sin embargo, me quedé mirándolos sin saber muy bien qué hacer con ellos, como si mi cerebro se hubiera atascado y no encontrara la solución a un puzzle. Él se dio cuenta de mi confusión y me los arrebató para abrirlos con un abrelatas de la mochila. La idea de tener las manos vacías era insoportable, así que busqué los cubiertos entre los diversos cajones. Cuando los raviolis hubieron pasado por el microondas, nos sentamos a la mesa, uno al lado del otro, y empezamos a comer esa especie de masa de pasta a la que no me habría acercado si no fuera por el hambre atroz que tenía. El silencio continuó entre nosotros, pues nadie daba el primer paso de iniciar una conversación.

- Subiré a la habitación. – dije al terminar. No le esperé y le di la espalda para marcharme de allí, ya que quedarme quieta no entraba en mis planes.

- Sheila, espera.                                                                         

         Me sujetó por el hombro, impidiendo mi retirada. Pero yo quería salir de allí, ir adonde fuera. Me desasí de su mano y me crucé de brazos. Él calló y no dio muestras de querer seguir hablando, simplemente me contemplaba, me evaluaba y no lo aguanté más.

- ¿Qué quieres? – pregunté con grandes dificultades para no gritar. Una burbuja crecía dentro de mi pecho, mezcla de tantas emociones que me estaba costando mucho mantenerlas a raya. “Acaba de una vez con esto”, me dije.

- ¿Estás bien?

No podía creer que me preguntara algo así. La burbuja había explotado.

- ¡No, no estoy bien, Alan! ¡¿Cómo voy a estar bien?! – Hundí mis uñas en mis brazos hasta hacerme daño. - Karen ha estado a dos metros de mí… de nosotros. Y yo confiaba en ella, ¿entiendes? ¡Confié en ella! Y ahora Isabel está muerta y… y tengo miedo, ¿vale? Joder, estoy aterrorizada. Ahora mismo podría pasar por esa puta puerta y nosotros… ¿Es que no lo ves? Yo ya…  no… ¡¿Qué coño se supone que tengo que hacer?!

Cogí uno de los vasos y lo tiré al otro lado de la estancia, haciendo que se fragmentara en pedacitos afilados de cristal. Volví a la carga y agarré lo primero que encontré, pero su mano me detuvo antes de poder hacer nada con ello. Forcejeamos unos momentos y al final el cuchillo cayó al suelo. Histérica, salí corriendo. Hasta que tropecé con mis propios pies y caí cuan larga era sobre algo mullido. Me encogí sobre mí misma y golpeé y arañé. Quería destrozar, despezar algo entre mis manos, sentir dolor, sentir lo que fuera. Me odiaba a mí misma, odiaba a Karen por ser una traidora, odiaba a Isabel por haberme abandonado, odiaba a mi padre por no haberme querido nunca y odiaba a…

- Sheila, ya está bien. – Me paralizó con la poca fuerza que aún conservaba en su único brazo útil y yo, obediente como había sido durante toda mi vida, dejé de moverme al instante. Dando por perdida esta partida antes incluso de jugarla. “No le odio”, pensé, “a él no puedo odiarle”. – Vale, Sheila. Eso es. Tranquila. Estoy contigo, ¿no me ves? Sigo aquí y Karen no te puede hacer daño.

Aspiré lentamente el aire fresco que me llegaba. Olía a hierba mojada. Entre débiles temblores, levanté la cabeza del suelo y miré a mi alrededor. Nos encontrábamos en el jardín trasero de la casa. La parcela constaba de un césped bien cuidado y un caminito de losas que llevaba hasta una caseta con pinta de utilizarse como trastero. Acaricié la hierba entre mis dedos, disfrutando con su humedad y su suavidad. Me incorporé hasta quedar sentada sobre el manto verde y extravié mi mirada en el infinito, en un punto indefinido entre las nubes teñidas por el atardecer. Sólo tenía que imaginarme las copas de los árboles por encima de mi cabeza, un banco por aquí, miles de flores por allá y… estaría allí. Mi querido refugio. Cerré los ojos para recordarlo mejor. Aspiré una vez y otra. Faltaba el aire frío de las montañas, el dulce aroma de las flores, el rumor del riachuelo… Y sin embargo, de alguna forma podría decirse que me sentí como en casa. La rabia que había explotado dentro de mí fue remitiendo y mis músculos perdieron la tensión. Cuando volví a abrir los ojos, Alan me había soltado y estaba convencida de que me había recuperado por completo. Me giré hacia él y le cogí de la mano, que al instante, apretó la mía.

- Lo siento, Alan. No sé lo que me ha pasado. – Mi corazón tenía más miedo por él que por mí. - ¿Te he hecho daño?

- No, tranquila. – Sonrió e intenté devolverle el gesto con sinceridad, lo que me costó mucho menos de lo que esperaba. Con él a mi lado, sentirme feliz era más fácil. - ¿Y tú? ¿Te sientes mejor?

- Sí, creo que sí. – Dejé caer mi cabeza sobre su hombro e inhalé fuertemente. Definitivamente, me sentía muy cómoda allí.

- Me alegro, cariño.

- ¿Cariño? – pregunté sorprendida.

- Sí. “Cariño”.

- ¿Eso significa que…?

- ¿Que quiero que seas mi novia? Sí. – Reí con nerviosismo y me aventuré a darle un beso. Una sensación extraordinaria danzaba en mi estómago y en mi corazón salatarín.

- A mí también me gustaría.

Esta vez fue él quien me dio el beso. Sonreímos y nos quedamos mirando el atardecer con cara de tontos.

- Mañana deberíamos irnos de aquí.

- Lo sé. – asentí un poco aturullada. Con lo bien que estábamos. Me apreté un poco más a él. – Pero no quiero hablar ahora de eso, por favor.

- De acuerdo.

El tiempo pasó a nuestro lado mientras compartíamos nuestras pasadas vidas, como si intentáramos ponernos al día después de mucho tiempo sin hablarnos. En parte, era agradable recordar todas las personas con las que me había encariñado en la mansión, aunque con ello salieran a la luz viejas heridas. Alan me descubrió algunos de los secretos que se escondían tras el telón, lo cuales yo sólo había llegado a vislumbrar durante pocos días. Me preguntó muchas cosas... en especial por la fotografía, pero también por Laura, Luz y Claudia o mis gustos musicales y mis canciones favoritas. Sin saberlo, comenzamos un juego de preguntas y respuestas continuo que nos permitía adentrarnos más en el mundo del otro con la confianza de dejar nuestros recuerdos en buenas manos.
Al final, Alan me convenció para volver al interior de la casa, pues el sol ya se había escondido tras el horizonte y había empezado a hacer frío en el jardín. He de decir que le costó un poco sacarme de ese pequeño oasis de tranquilidad que había encontrado, pero lo consiguió. Esa noche, dormimos en la cama de nuestro dormitorio. Al principio, Alan se empeñó en que debía dormir en el suelo y dejarme a mí el colchón. Por supuesto, yo le dije que se dejara de comportarse como un estúpido caballero y, tras una breve discusión, conseguí que entrara en razón. Cuando mis párpados cayeron por culpa del sueño, mi cerebro retuvo un instante una última imagen: el rostro de Alan.




4 comentarios:

  1. ooh me encanto! siiiii, que lindo son novios :')
    uuf casi los agarran eh? tienen un suerte de que no los encontraran... Puta de Karen ¡ay que matarla!
    tranquila Crispi, no te apures cuando consigas tiempo harás el dibujo, por mi no hay problema ;)
    estoy de acuerdo contigo la vida del estudiante es complicada jaja
    Un besote grande, Lucia.

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    1. Hola Lu!! Gracias por comentar. Ya pensaba que nadie iba a hacerlo :)
      Se han besado y son novios. Yo creo que he cumplido mi palabra, no? XD
      Y tanto que tienen suerte jaja De hecho, esta solo es una de las cinco versiones que escribí de lo que pasaba...
      Gracias por tu paciencia ^^ de todas formas quería ponerte un mensaje para que supieras que no me he olvidado de tu premio (de ninguno de los dos en realidad). Espero tener tiempo ahora que se acerca un puente :)
      Muchos besos Lucia

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  2. Dios mío! Con esto de que he estado en Inglaterra me había perdido lo mejor!! Son adorables por favor!!!! El es taaaaan perfecto (corazoncorazon) le amo, y encima, ahora que estoy amorosamente sentimental por ciertas circunstancias me pones todo esto para que me den envidia! Eso si, Sheila es un poco ñoña no? Vamos, a mi al principio me lo parecía, con todas esas rabietas que tenía y todo eso pero desde que esta con Alan como que el le hace darse cuenta de que lo que hace no sirve para nada y desde entonces ella me cae mejor. Muchos besos y sigue así:)

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    1. Queen!!! :D Me alegro de verte por aquí y espero que te haya ido bien en Inglaterra. Por cierto, a ver si yo también me pongo al día con el tuyo ;)
      bueno a lo que iba XD Me alegro de que te guste ^^ Bueno espero que no sea muy ñoña la historia entre Alan y Sheila porque como tú dices ahora Sheila está sentando cabeza. De hecho creo que es uno de los cambios más importantes y me alegro de que se note :) al igual que me alegro de que te caiga bien jaja Ya decía yo que era imposible que le cayera bien a todo el mundo. A mí no me caía bien a veces jaja
      Bueno después de este testamento, te mando muchos besos y me alegro mucho de verte de nuevo por aquí ^^

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