sábado, 13 de octubre de 2012

Capítulo 44

Hola, holita!!!! Buenas tardes a todos! ^^ Hoy estoy muy contenta porque me ha pasado algo muy bueno: Moon Light ha nominado mi blog!! :D Gracias ML :) Mañana dedicaré una entrada a esa sorpresa que me has dado, pero hoy vamos a concentrarnos en este capítulo. Estoy segura de que más de una va a estar tan contenta como yo cuando acabe de leerlo jaja ;) Y sino, ¿a qué esperáis para empezar a leer? XD Mañana habrá capi, así no sufriréis mucho. Por favor, dejarme un comentario con lo que pensáis, siempre serán bien recibidos ^^
HASTA MAÑANA!! 






Los minutos pasaban y ninguno de los dos habló. Me habría gustado tirarle algo a la cabeza; por desgracia, no veía nada a mano para arrojárselo, así que me tuve que contentar con esperar. Sin embargo, la espera era peor si él estaba tan cerca. Con solo extender un poco mi brazo podría tocarle ya fuera para robarle una caricia o darle una buena bofetada. Cuando ya pensaba que me tocaría dormir sentada en esa taza del váter, Alan cogió aire y pronunció las únicas palabras que lograron hacerme alzar la cabeza para mirarlo después de tanto tiempo:

- Lo siento, Sheila. Es que… no quiero que te pase nada malo y… Me he comportado como un imbécil. Si vas a quedarte, lo que debería hacer es ponerte las cosas fáciles y no al revés. – Sus ojos demostraban la sinceridad de sus palabras y noté que ya no me retorcía por dentro, sino que empezaba a extenderse de nuevo la calidez. “Le importo”, pensé.  

- Sí que eres imbécil. – contesté dibujando una tímida sonrisa. Alan rio, pero yo me limité a guardar silencio, disfrutando de ver de nuevo su rostro iluminado de alegría.

- ¿Podrás perdonarme?

Alan se mordió el labio, de nuevo preocupado por lo que pudiera responderle. Me tomé mi tiempo, aunque no lo necesitara, sólo para hacerle sufrir un poquitín. Me acerqué poco a poco a él, sintiendo cada uno de mis latidos multiplicado por mil. Me alcé de puntillas y le di un suave beso en la mejilla.

- Te perdono.

Bajé la mirada. No quería saber su reacción. Simplemente, no me creía con fuerzas para soportar la decepción o tal vez, por qué no, el asco en sus ojos. En mis labios aún persistía el tacto de su piel y con eso me bastaba.

Pero no a Alan y antes de que pudiera darme cuenta, sus labios se unieron a los míos. El corazón me dio un vuelco y miles de mariposas empezaron a danzar en mi estómago. Al principio me sentí muy torpe, pero decidí dejarme llevar. Pasé mis brazos por su cuello y cerré los ojos. Debía estar en el Cielo, no había otra explicación, aunque, sinceramente, me daba igual. Alan me rodeó la cintura con su brazo sano y me acercó  más a él; no obstante, a mí la distancia me seguía pareciendo demasiada. Nuestros labios se movían al compás de su propia música, la armonía perfecta, el bombón más dulce que jamás hubiera probado. Nos separamos para coger aire y abrí por fin los ojos. Nunca se me olvidará la felicidad que me transmitió su mirada en ese momento, puro reflejo de la mía. Reí con nerviosismo. No quería separarme de él jamás y Alan tampoco dio el primer paso para quitar su abrazo. Mis mejillas me ardían, pero ya no le daba importancia. Sólo Alan importaba de verdad. ¿Qué más daba que el mundo siguiera girando? Alan me había besado. ¡Al cuerno con el universo!

- Gracias por perdonarme, Sheila. – me susurró.

- Vale. – Mi cerebro estaba totalmente embotado y no se me ocurría decir nada más ingenioso. Me había vuelto estúpida de golpe. Todas mis neuronas de vacaciones. Alan ensanchó aún más su sonrisa, pero en esta ocasión no se rio de mí.

- Supongo que querrás darte un baño, ¿no? Para eso estabas aquí. 

- Sí, un baño… sí. – “¡Recupera tu dignidad, Sheila!”, me dije.

- Te dejaré sola.

Y así fue. Alan me dejó plantada en medio del baño. Sin él a mi lado, la temperatura del cuarto se tornó más fría, ya que con él se había marchado todo mi calor. Mi cuerpo se había quedado paralizado, inutilizado, ya no sabía cómo debía moverme. Hasta que los cables de mi cabeza volvieron a funcionar y empecé a desvestirme, abrí el grifo para que corriera el agua caliente y, una vez llena hasta la mitad, lo cerré y me metí en ella. La diferencia de temperatura era abismal, pero agradable a la vez. Hacía mucho que no disfrutaba de un buen baño y debía reconocer que me hacía falta. Me restregué con una esponja que encontré al lado del grifo y luego me lavé el pelo con un champú con olor a flores, muy parecido al que usaba en la mansión. Una vez aclarado el pelo, me quedé un minuto más en el agua, ya tibia, sólo por el placer de estar relajada.

Ya con la mente clara, me recreé en el maravilloso recuerdo de mi beso son Alan. ¿De verdad había ocurrido? Quizás sólo se tratara de una alucinación… Me llevé los dedos a mis labios. Claro que había sido real. Era imposible, pero se había vuelto posible durante unos segundos. Cerré los ojos y me abandoné al recuerdo más feliz que tenía en mi memoria, mientras la sangre de mis venas vibraba llena de pura felicidad. 

No obstante, bajé de mi nube para ser consciente de dónde me encontraba y mi presente y se mezcló con mi pasado, de modo que, inconscientemente, me trasladé a mi cuarto de baño en la mansión, a una de esas veces en las que Samanta me preparaba el baño en un intento de alegrarme un día especialmente difícil. Solía encender velas aromáticas, echar sales y pétalos de rosas al agua y colocar una pequeña radio con mis canciones favoritas para que sonaran de fondo. Pocas eran las ocasiones en las cuales yo pudiera disfrutar de ese lujo porque Samanta raramente pasaba todo el día en la mansión; pero eso no hacía sino convertirlas en más especiales. Por el contrario, esta bañera, anclada en la soledad de un sobrio cuarto de baño en una casa en medio de una urbanización cualquiera, solo era un pobre sucedáneo y una imitación de baja calidad. Sin embargo, la imaginación fue más poderosa que la realidad y mi nariz captó el embriagador olor de las velas aunque allí cerca no hubiera nada parecido.

 Lástima que mi momento de relajación se viera interrumpido por la innecesaria preocupación de Alan, quien con tono de burla dijo desde el otro lado:

- ¿Has terminado ya o te ha tragado el desagüe?

- Ya salgo. – grité.

Con cuidado de no resbalarme, salí de la bañera y quité el tapón para que el agua se fuera por la tubería, yéndose con ella parte de mi tranquilidad. Me apresuré en secarme con una toalla y ponerme las mismas prendas que llevara al entrar, pues no tenía más. Durante todo el proceso, no pude evitar vigilar la puerta por el rabillo del ojo, siempre atenta por si a Alan se le ocurría irrumpir en la habitación. No le veía capaz de algo así realmente, pero tampoco creía posible que me besara y lo había hecho. La sonrisa acudió a mis labios sin previo aviso y allí me hubiera gustado que permaneciera por siempre. Abrí la puerta despacio y me encontré con la figura de Alan apoyado en la pared, junto a mí. Me sonrió y yo le devolví el gesto con un poco de vergüenza. Sé que suena estúpido, pero ya no sabía cómo tratarle. ¿Debía hacer como que nada había pasado? ¿Acercarme y decirle algo? ¿Bromear sobre lo sucedido? ¿Hablar de… de si éramos “novios”? Qué palabra más rara. No cuadraba en mi cabeza, aunque eso era lo que éramos, ¿no? Alan seguía esperándome, mirándome con ojos curiosos y una media sonrisa. Me mordí el labio, indecisa. Al final le dije:

-  Será mejor que vuelva para convertir este gallinero – señalé mi pelo enmarañado. – en algo que no dañe la vista. – “Perfecto, Sheila. Una broma sin importancia para romper el hielo”.

- Para mí sigues estando guapa.

- Gracias. – Mis mejillas se encendieron como un semáforo de tráfico, pero como no había forma de disimularlo, me di la vuelta y me encaré con el espejo. ¿Cómo podía pensar que estaba guapa? Lo que debería ser mi pelo se había convertido en una casa para pájaros. De hecho, no me extrañaría si hubiera salido uno volando en ese preciso instante.

Pasé por alto las consecuencias del cansancio para concentrarme en el desastre absoluto de mis rizos. Con infinita paciencia fui pasando el cepillo una y otra y otra vez. La verdad es que me costaba un poco centrarme en mi pelea particular teniendo a Alan todo el rato a mi espalda, reflejado en el espejo. Se mantenía apoyado en el marco de la puerta, esperando. Por Dios, ¿es que no tenía voluntad? Por lo visto no mucha, porque cuando le vi acercándose a mí, me sorprendí desenredando el aire en lugar de mi cabello. Se había colocado a mi espalda y nos mirábamos a través de nuestros respectivos reflejos. Yo absorta en sus ojos verdes y sus perfiladas facciones; él, adorando la imagen que el espejo le devolvía. Era una sensación extraña; tan lejos y a la vez tan cerca… Alan se inclinó y apartó el pelo hacia el otro lado de mi cuello para poder besarlo. Un escalofrío recorrió todo mi ser y el cepillo cayó al suelo sin que a nadie le importara lo más mínimo. Di media vuelta y su boca buscó la mía. Al principio suavemente, con la ternura que conocía de Alan, pero no era suficiente para ambos y nuestras lenguas se encontraron en un abrazo frenético. Las piernas me temblaban y temí desplomarme al suelo; aunque, gracias a Dios, me encontraba arrinconada entre el lavabo y el cuerpo de Alan. Cuando nos separamos para coger aliento, nuestras frentes aún estaban unidas y notaba la sonrisa de Alan pegada a la mía. Abrí los ojos y me perdí en los suyos. Estaba un poco mareada, pero tremendamente feliz. Le robé un rápido beso. Sonreí satisfecha y me encantó notar que Alan también sonreía. Apoyé mi cabeza sobre su pecho y nos fundimos en un cálido abrazo. Alan empezó a desenredarme el pelo, el cual había sido revuelto por sus manos. Nos quedamos así un par de minutos, o tal vez diez. Ninguno dijo nada. Tenía miedo de romper el momento con una frase estúpida, así que me mantuve en silencio. Aun con ello, me sentía muy cómoda allí. Y cuando me había decidido a preguntarle si tenía hambre, algo empezó a vibrar en mi bolsillo. Sorprendidos, nos separamos y metí la mano en el bolsillo del vaquero para encontrar la fuente de la distracción. El teléfono de Alan. Ya no me acordaba de que lo llevaba encima. Miré con curiosidad la pantalla. El número era desconocido, por lo que no se trataba de Diego. Le tendí el móvil a Alan y este contestó a la llamada.


7 comentarios:

  1. Te ha costado 44 capitulos pero por fin lo has hecho! se han besado! :D :D :D espero el siguiente !^^
    besos

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    1. Es verdad :P Espero que por lo menos la espera haya valido la pena ;) Gracias por comentar Esther ^^
      Besos

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  2. POR FIN! Bien, por fin se besan! Pienso lo mismo que Esther, te ha costado pero por fin un buen beso! Siento no haber comentado en los ultimos capitulos, pero me los he leido y son GENIALES! Y enhorabuena por el premio!

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    1. Síiiii! Por fin jaja Yo no soy muy buena escribiendo escenas románticas así que espero que el resultado os haya gustado ^^
      No tienes por qué preocuparte :)Aunque, ya te echaba de menos por los comentarios ;)
      Muchos besos laura

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  3. SIIIIII! al fin! se besaron, AWWW son más cuchus, me encanto el capitulo, pero si yo fuera Sheila ese teléfono ya no no existiría, jajaja
    ¿quien sera? bueno no importa , estoy tan feliz que que al fin se besaran que no me importa ;)
    M-E E-N-C-A-N-T-O !
    un besote grande, Lucia.

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    1. Gracias Lu!! ^^ Creéme, se va a alegrar de haber tenido ese teléfono a mano... (hasta aquí puedo leer) Me alegro mucho de que te gustara el capi, a ver si el próximo te gusta tanto ^^
      Un besote para ti también

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  4. Ohhh! Gracias! La verdad es que no he tenido mucho tiempo, pero ya echaba de menos tu historia y como escribes! Y a ti tambien! =)

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