domingo, 7 de octubre de 2012

Capítulo 43

Me disculpo por no haber subido ninguna otra entrada esta semana. Espero que la próxima vez tenga tiempo de dedicaros el Sábado y el Domingo :( Por lo pronto, os dejo con el capítulo 43. Espero que os guste ^^
Aprovecho para agradecer a las ocho personas que han votado en la encuesta :) Y dado que la mayoraría ha votado "sí" pronto descubriremos lo que me habéis pedido ;)
Un beso




Cerré los ojos para evadirme de todo lo que me rodeaba y poder así sopesar las consecuencias de ambas opciones. ¿Quedarme o seguir huyendo? ¿Arriesgarme a permanecer en aquella casa y que me encontraran o enfrentarme a un mundo que no quería conocer? ¿Separarme de Alan o continuar a su lado? Difícil elección, pero no mucho más que la idea de que ya sabía cuál iba a ser mi decisión antes incluso de empezar a planteármelo.

- Me quedo.

Era tan egoísta que no quería separarme de él. Por una vez, conservaba algo bueno de todo el lío en el que se había convertido mi vida y quería aprovecharlo. O tal vez, simplemente era demasiado cobarde. No vi ni el más mínimo rastro de felicidad o emoción alguna en el rostro de Alan, mientras que Diego parecía realmente furioso. Sus nudillos estaban blancos de tan fuerte que estaba agarrando el borde del escritorio y miraba a Alan como instándole a hacerme entrar en razón, pero al ver que no iba a añadir nada más, tomó la palabra.

- Os condenaréis. Los dos. ¿O es que acaso piensas que él se va a librar de todo esto? ¡Lo matarán a la primera de cambio!

- Lo sé, Diego, pero no voy a dejarle solo. – le dije con toda la seguridad de la que fui capaz. Diego alzó una ceja.

- No pretendía dejarle solo; Ángela estaría con él.

- Ya me quedo mucho más tranquila. – repliqué con ironía lo suficientemente bajo como para que nadie lo escuchara. – Voy a quedarme Diego, esa es mi última palabra. – dije en voz alta y firme.

Diego empezó a mover la cabeza hacia Alan y después a mí, como si estuviera viendo un partido de tenis invisible. Luego, se separó del escritorio y alcanzó nuestra posición en dos zancadas. Se plantó frente a nosotros y nos dijo, con grandes esfuerzos para no gritarnos:

- Estaréis solos. Ángela y yo nos vamos esta misma tarde. Y tú – añadió mirando solamente a Alan – más te vale tener cuidado porque no estaré otra vez para salvarte el culo.

- Descuida. – respondió este.

- Johns me gustaría decirte una cosa en privado.

- Claro. – respondí, aunque para nada quería quedarme a solas con Diego si tan enfadado estaba por mi elección que había salido a la luz parte del odio que había visto momentos antes en sus ojos. Le acompañé hasta el exterior de la habitación y cerré la puerta para que Alan no pudiera escucharnos. - ¿Qué quieres?

- Sólo una cosa. – Su ceño seguía estando fruncido en un gesto de profunda rabia. En sus ojos almendrados pude comprobar el rencor. – Recuerda que Alan se está jugando la vida, sino más, para ayudarte. Cuidadito con lo que haces, Johns.

Cogí aire y me crucé de brazos. “Más que la vida”. ¿Qué significaban esas palabras? ¿Qué había más valioso para Alan que su propia vida? No lo sabía, pero si había algo que no podría olvidar: Alan había salvado la mía y tenía la obligación de compensárselo.

- No lo olvidaré. – le respondí a Diego mientras sostenía sin apenas pestañear su mirada. Este, a su vez, se dio prisa por poner toda la distancia posible entre los dos y desapareció por las escaleras en dirección al piso inferior.

Pasaría mucho tiempo hasta que volviera a volver a encontrarme con Diego, el dueño de un restaurante del centro de Delois al que debía ya no tanto mi vida, sino la de su viejo amigo.

Retrocedí sobre mis pasos, pero mantuve la puerta abierta para saber cuándo exactamente abandonaban la casa Diego y Ángela. No volví al lado de Alan, sino que me senté junto a la puerta y esperé a oír qué estaban haciendo esos dos. Al parecer, Diego tenía mucha prisa por irse y no iba a esperar hasta la tarde. Los armarios de la cocina al abrir y cerrarse y el sonido de los peldaños de la escalera eran las pruebas de sus presurosos pasos a través de la casa. Pocos minutos después, el ruido del motor de un coche llegó a mis oídos un poco amortiguado y lo dejó todo en completo silencio al traspasar la puerta del garaje. Fue entonces cuando dejé salir un resoplido, en parte de alivio y en parte de pena. No podía negar que la ayuda de Diego era la confirmación de que había alguien apoyándonos. Sin él, volvíamos a estar solos.

- No deberías estar aquí, Sheila. – dijo de repente Alan.

Puse de nuevo toda mi atención sobre él. Se le veía muy alicaído y triste, pero también molesto, como si hubiera algo que no le gustara y del cual no lograra deshacerse. Me levanté con cierta dificultad y me crucé de brazos. Tal vez le hubiera escuchado mal, pero me había parecer entenderle que yo era ese “algo”.

- Debes irte. – añadió, aún sin mirarme a la cara.

- Ya te lo he dicho, Alan. No puedes decidir por mí. – Estaba empezando a cabrearme. Pensaba que Alan lo entendía, que me apoyaba. Él mismo le había dicho a Diego lo mismo que yo le había dicho ahora. ¿Acaso se arrepentía?

- No tengo ese derecho, pero…

- ¡¿Qué?! ¿Crees que no puedo hacerlo? ¿Crees que soy tan estúpida que no soy capaz de entender las consecuencias de mis actos? – Me estaba costando controlar mi mal genio, el cual me empujaba a gritar y destrozar todo a mi paso. Sin embargo, Alan seguía tan triste como antes, si no más. Se negaba a levantar la cabeza y mirarme, aunque su voz seguía siendo serena y de una frialdad insólita.

- Sólo digo que conmigo no estás segura.

- ¡¿Crees que no lo he pensado?! – exclamé. Di un paso hacia él, aún con los brazos fuertemente amarrados a la altura de mi pecho porque así me era más fácil aguantar las ganas de romper todo lo que había a mi alrededor. – Para tu información, Alan, me doy perfecta cuenta de que irme, por muy peligroso y duro que fuera mi viaje, sería lo mejor; pero yo no he decidido eso.

- No, no lo has hecho. – afirmó Alan negando con la cabeza.

- Si no querías que me quedara haberlo dicho antes, pero no te atrevas a compadecerte de mí ahora que Diego se ha ido y no tengo otra opción.

- Créeme, ojalá hubiera sido así. – susurró  Alan.

No podía creer lo que había dicho. Retrocedí un paso. Un gran dolor empezaba a crecer dentro de mi pecho, me asfixiaba y retorcía mis entrañas. Profundamente herida, me aparté de él, como si su sola presencia ensuciara la poca felicidad que había conseguido reunir, y a grandes zancadas llegué hasta el baño y cerré dando un gran portazo. Me senté en la taza del váter y me encogí sobre mí misma. La rabia se había vuelto a esfumar y dio paso a una profunda decepción y tristeza. Alan no me quería a su lado. Por un segundo había creído que se alegraba tanto como yo de estar juntos y no separarnos, pero no era así. Gruesas lágrimas caían por mis mejillas y, aunque, intenté callar los sollozos que salían de mi interior, lloré incansablemente durante un par de minutos. Mis manos temblaban sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Ya no controlaba ni mi cuerpo ni mi mente, afanada en recrear una y otra vez las palabras de Alan, las cuales se convertían en agujas que me torturaban y causaban cada una de mis lágrimas.  

Entonces, escuché unos golpes en la puerta y justo después, la voz de Alan al otro lado:

- Sheila, yo…

- ¡VETE! – le grité a la madera de la puerta. – ¡Déjame, Alan!

No se movió de su sitio. Tremendamente frustrada, lancé lo primero que encontré a mano: un cepillo de madera. Este se estrelló con fuerza, abollando un poco la puerta, pero Alan seguía al otro lado. Oía su respiración por encima de mi llanto.

- ¡VETE DE UNA VEZ, ALAN! ¡Yo tampoco quiero que estés cerca de mí! ¡¿Me has oído?! ¡LÁRGATE!

Continué insultándole unos cuantos minutos más hasta que mi garganta, dolorida por tanto grito, dijo basta. Me entretuve tirando más objetos a la puerta, pero esta táctica también llegó a su fin cuando todos los accesorios del baño quedaron fuera de mi alcance. De repente, la puerta empezó a abrirse lentamente y distinguí uno de los ojos de Alan en el resquicio que había dejado. Aparté la mirada de ella y escondí la cabeza entre mis piernas mientras cerraba con fuerza los ojos. Oí cómo Alan abría del todo la puerta y se situaba junto a mí. No me tocó. No dijo nada. Simplemente estaba conmigo en el pequeño cuarto. Había agotado todas las palabras con mis gritos y mis lágrimas se habían secado hacía mucho, por lo que el silencio tomó lugar entre nosotros como un viejo amigo.


6 comentarios:

  1. me gusto mucho el capi (sobre porque la zorra de Angela se fue) pero tengo un montón de dudas ¿que ira a pasar ahora? espero que Karen no los encuentre hasta muy adelante. . . o que aparezca cuando Sheila sepa pelar o disparar un arma, ¡si! eso es, quiero que Karen reciba su merecido!!!, jajaja.
    respecto a la encuesta. . . bien, sabes que? solo voy a esperar, quiero que sea una sorpresa *-* jaja.
    Un besote grande, Lucia

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    1. Gracias Lu!! ^^ Bueno pues entonces no te desvelaré lo que pasa a continuación para que te pille de sorpresa jaja Me parece bien que piense así Lu!! Y te lo dice alguien al que le encantan las sorpresas :D
      Besos Lucia :)

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  2. puf,despues de lo del ultimo capitulo ya me espero cualquier cosa de esta historia! jajaja es una situacion dificil para los dos:$ pero esperemos que lo consigan arreglarlo y que Karen no les encuentre!
    muchos besitos:)

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    1. Hola Esther ^^ Eso me gusta, que no podáis anticipar lo que va a pasar. Así os doy algún que otro susto o por qué no, una alegría. Son muchas cosas para esperar jaja Ya veremos qué pasa ;)
      Muchos besos a ti también

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  3. BON DIA :)
    Si señor te he nominado a mi blog, aunque eso era de esperar :33
    En fin que mires mi blog porfapliss:D
    http://librosjuvenilesrecomendadospormi.blogspot.com.es/

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    1. Ya lo he visto ML y te he puesto un comentario ;) Gracias ^^ esto no lo olvidaré nunca *.* Ay que me emociono XD
      Besos

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